Miguel (por respeto a su privacidad se utilizará este nombre ficticio) tiene más de 40 años, es madrileño y ha sido adicto a los videojuegos. Cuenta su historia de superación. Se alejó de su familia y de la vida en general hasta que tocó fondo y pudo iniciar un nuevo camino. Es una historia real, una adicción real y un problema que empieza a ser de salud pública.

Adicto a los videojuegos, ahora a sus más de 40 años puede verlo como algo pasado y superado. Pero su historia es cruel y muestra la dificultad de reconocer un problema y la necesidad de un apoyo externo de confianza para salir adelante, aunque nunca es fácil. "La nada, como en 'La historia interminable' se había apoderado de mí, no tenía fuerzas para salir de agujero", dice Miguel “con quien quería ayudarme me volvía hostil y hacía todo lo posible para no salir de ahí".

"Comencé con el Donkey Kong en el autobús escolar, los veranos en las máquinas recreativas y en el Amstrad 464 en casa. Luego vino la Game Boy con el tetris. En esos momentos algunos talleres literarios me servían como vía de escape, con algunos foros donde llegué a escribir unos 20.000 mensajes largos" reconoce Miguel, aunque lo peor estaba por llegar, "tras casarme y estabilizar mi vida, empiezo a pasar cada vez más tiempo con el ordenador y huir de las responsabilidades. Le metía más dinero del que podía permitirme a comprar armas virtuales y mejoras".

"Miguel tenía familia, eludía sus responsabilidades y su entorno estaba harto, lo que encima provocaba un aumento de su frustración", dice Daniel Martínez, psicólogo de la fundación RECAL y especialista que ayudó a Miguel. "El diagnostico era claro. Había un deterioro significativo de las funciones de la persona a nivel físico, mental, personal, etc", explica el terapeuta.

Miguel se sentía en un agujero, inmerso en una falsa realidad donde todo era más cómodo y se daba por hecho. No era más que una mentira: "Era un ser triste, aislado, esclavo, mis sueños estaban aparcados. No tenía fuerzas para enfrentarme a ninguna responsabilidad, la adicción controlaba mi vida. Y todo estaba escondido bajo una máscara de pasotismo". Solo sabía huir de la vida. Al ser preguntado por cuando cree que empezó todo responde con firmeza: "Ahora que he aprendido qué es una adicción puedo verme en mi infancia con comportamientos de adicto. No pequeños indicios que podrían desencadenar en algo mayor, no, me comportaba como un adicto". Es necesario tener en cuenta el peligro que recae sobre los niños, altamente vulnerables y que, es un objetivo prioritario del Plan Nacional de Acción sobre Drogas del Ministerio de Sanidad.

"No me gusta hablar de cuanto tiempo habré invertido, o mejor dicho perdido, pero en los últimos dos años debí batir algún record local", comenta, para después avistar una peculiaridad dentro del mundo gaming: "Entre jugadores se habla mucho, muchas horas y noches hablando y jugando, pero jamás se trata de los problemas que te está causando jugar tanto, jamás".

"Me sentía fracasado en la vida y un mediocre, pero sinceramente, nunca sentí que había perdido el control. Tuvieron que ser mis familiares los que me confrontaron todos juntos hasta que consiguieron que aceptara empezar algo nuevo tras la visita a una psiquiatra. Ahora me digo "qué suerte", yo creía que la vida no daba segundas oportunidades" explica Miguel.

La fundación RECAL trata desde hace tiempo a adictos a las nuevas tecnologías. Personas que, como Miguel, han perdido el control sobre los aparatos y han necesitado ayuda externa para superar el problema. "Nosotros hacemos una primera fase de 90 días desde el ingreso, con ello se rompe el hábito y salen del entorno en el que están desarrollando su adicción", explica Daniel, psicólogo de la fundación.

Para Miguel, la cura comienza por quitarse "la máscara de yo puedo con todo". En el centro de tratamiento, empieza pronto a sentir que progresa. Gracias a las soluciones que le dan los especialistas "me vuelvo a sentir a mí mismo y a ver un camino que me atrae. Aún así todavía tenía que hacer renuncias, como no volver a los videojuegos". Martínez lo detalla "Miguel tenía familia, eludía sus responsabilidades y su entorno estaba harto, lo que encima provocaba un aumento de su frustración".

"La segunda fase es menos intensiva, seguimos acompañándole pero con el paciente en casa, con citas para terapia y tratamiento. Intentamos que después de esos 2-3 meses ingresado pueda controlarse solo", explica el especialista de RECAL. En estos procesos de superación hay momentos que quedan grabados, que marcan un antes y un después en la forma de afrontar la adversidad: "Recuerdo un día que iba a decir muchas cosas a mis compañeros y solo pude romper a llorar, no podía soportarme a mí mismo. Fue liberador, no me merecía el daño que me estaba haciendo, aunque quedaba mucho para salir del pozo ya al menos miraba al cielo". Después de mucho trabajo, Miguel habla de su adicción como algo en lo que sigue trabajando y que sigue estando ahí. A veces sueña que está jugando y se levanta confundido. "Una cosa está clara, esa parte enferma de mi mente es parte de mí. Y es mucho más fuerte que yo, no solo quiere verte humillado, derrotado o sufriendo, quiere verte muerto. Porque una adicción es eso, una autodestrucción paulatina de uno mismo".

En España hay 906.000 personas de entre 15-64 años que hacen un uso compulsivo de internet (2,9 %), según la encuesta EDADES 2017/2018 del Ministerio de Sanidad sobre alcohol y drogas. Un dato que aumenta conforme baja el rango de edad, el 55,4 % de los jóvenes entre 14 y 24 años reconocen mirar el móvil constantemente, según el estudio de la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD) "Jóvenes en el mundo virtual: usos, prácticas y riesgos". "Ojalá esta historia personal pueda sembrar en un adicto potencial a dar el paso de pedir ayuda", desea Miguel. La Comunidad de Madrid habilitó un Centro de Adicciones Tecnológicas que ya ha atendido más de 2.300 solicitudes desde abril.

¿Qué hacer? Miguel lo tiene claro: "yo le diría a un adicto que sea sincero consigo mismo. Si algo no va bien en tu vida, levanta la cabeza unos segundos y pregúntate si tienes miedo, frustración, infelicidad. Pregúntate si quieres cambiarlo y llega al fondo. Si después de hacerte esas preguntas al alma ves que no puedes, es el momento de hablar con gente de confianza y contarle lo que piensas, sientes y eres". También es preciso escuchar, destaca: "escucha lo que puedan decirte de cómo eres, porque solemos ser los últimos en ver nuestro lado oscuro, pero merece la pena verlo, para que no nos cieguen nuestros defectos".

El adicto en recuperación afirma que "hay que querer salir de la adicción por y para ti, hacer frente a la vida con todas sus cosas buenas y malas y agradecer muchas cosas, empezando por vivir. Aprender a quererte y amar". Sobre el tratamiento se muestra cauto: "No vale que te cuenten el tratamiento, los pasos hay que interiorizarlos, sentirlos, hacerlos tuyos dentro de ti, como si de verdad creyeras que otra vida es posible. Si no aceptas esto y no eres capaz de sacrificar las cosas sustanciales que te acercan al consumo, es cuestión de tiempo que vuelvas a caer".

Miguel lo ha conseguido y es consciente de que esta lucha le acompañará toda la vida. La adicción es como la piedra que levantaba Sísifo en su castigo eterno, siempre estará ahí amenazante deseando una rendición. Mas es mejor imaginarse la vida feliz, es mejor "imaginarse a Sísifo feliz".

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