Firmó un contrato con su hijo sobre el uso del móvil y escribió el libro iRules (Rialp), que se ha convertido en un manual de ayuda a los padres, con consejos para educarles y acompañarlos en la era digital. Janell B. Hofmann, que ha visitado por primera vez España para participar en DigCitSummitES, repasa en esta entrevista algunas ideas clave sobre cómo manejarse en un ámbito esencial sobre el que necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir.
Levanta la cabeza: La tecnología ha entrado en nuestras vidas, pero ¿Están los padres preparados? ¿Es su libro la herramienta para que entiendan la importancia de educar en la era digital y conozcan los métodos para llevarlo a cabo?
Janell Burley Hofmann: Creo que los padres ya tienen las herramientas. Ellos también usan la tecnología. Entender por qué les gusta, por qué es divertido o por qué es útil nos ayudará a estar preparados como padres. Hay que aceptar que la tecnología está aquí. Cuando lo aceptamos viene el conocimiento y la comprensión. Así estaremos mejor preparados.
LLC: Escribió un contrato para su hijo mayor que se hizo viral. ¿Se cumplió este contrato? Ahora que él es mayor de edad, ¿Qué conclusiones saca del experimento?
J.B.H: Fue en 2012. Al principio, la idea del contrato era que me ayudara a identificar algunas cosas que me preocupaban, algunos temores. Confiaba en él pero yo estaba allí para enseñarle. El contrato me pareció un conjunto de reglas para que pudiera hacer un uso responsable y saludable de la tecnología. No esperaba que él supiera comportarse correctamente desde el principio. Al igual que enseñamos a nuestros hijos cómo cruzar la calle y golpear una pelota o le ayudamos a aprender matemáticas, la tecnología debe ser otro pilar de la enseñanza. El contrato fue un lugar de apoyo y aprendizaje. También un proceso para pensar en cómo quería que se comportase en el mundo cuando le diese un teléfono. Fue una gran herramienta de enseñanza que nos ha apoyado mucho durante este tiempo. Ahora él tiene 19 años y estudia en California, mientras que yo vivo en Massachusetts. Por eso me encanta la tecnología, podemos mantenernos conectados y hacer FaceTime con toda la familia.
LLC: ¿Utiliza el contrato con sus otros hijos?
J.B.H: Sí, en versiones diferentes. Escribí para cada uno su propia versión. Cada uno es diferente. Tienen distintas personalidades y comportamientos. En las escuelas le dan ordenadores, que ya es un cambio respecto a cuando Greg estaba allí. Están usando más la tecnología en educación.
LLC: ¿Qué conclusiones sacó del contrato?
J.B.H: Nos ayudó a identificar nuestros valores como familia para poder comportarnos de acuerdo con ellos.
LLC: ¿Los padres usan la tecnología para mantener entretenidos a los hijos, en vez de acompañarlos?
J.B.H: La tecnología se puede usar por diversión, por conveniencia o como herramienta. En estos años he hablado con niños y adolescentes que no eran mis hijos, en EE.UU y por todo el mundo y escucho muchas cosas favorables. Es como aprender un instrumento, un nuevo idioma. Se sienten conectados a la comunidad global porque reciben noticias. No están aislados. Creo que hay muchos aspectos positivos para los padres. Establecer buenos hábitos cuando son jóvenes crea una base para una juventud saludable. Los padres deben saber qué ven sus hijos en YouTube, a qué juegos piensan jugar para asegurarse que dicen que sí a los que coinciden con los valores.
LLC: En su libro habla mucho sobre la supervisión ¿Cómo puede controlar el crecimiento digital de su hijo sin invadir su privacidad?
J.B.H: La privacidad siempre es difícil porque es algo emocional. Cada persona tiene su propia visión. También depende del niño, cuando tienen diez años son principiantes. Necesitan mucho apoyo. Hay que hacerles preguntas de forma correcta sobre qué está pasando en su dispositivo o con quién chatea, hablarlo como tema familiar. Luego, a medida que se van haciendo mayores, con 13, 14 o 15 años, empiezan a crecer de manera más natural y más independientes. Les enseñamos y luego los dejamos ir a medida que crecen. Con el teléfono debería ser igual.
LLC: ¿Hay que tener sus contraseñas?
J.B.H: Sí, sí, yo creo que es bueno. Al igual que les diríamos a nuestros hijos que se pongan el cinturón de seguridad en el coche.
Interviene María Zabala, la experta que le acompaña en las conferencias organizadas en Madrid: “El tema es que la autonomía sea gradual y equivalente a la que tienen esos niños. Si preguntas a los niños por exámenes, amigos o qué hace cuando sale, tienen que entender cuando les preguntas por su vida digital. No puedes pasar de controlar qué tiene en You Tube un niño con 9 años y a los 11 darle un móvil y no decirle nada. Creo que la clave está en no hacer del móvil o la tecnología una parte diferente del resto. El problema es cuando no hablas con tu hijo sobre su vida, después no podrás hablar con él sobre el teléfono”.
J.B.H: Cuando mi hija consiguió su primer teléfono, con unos 11 años, primero entrenamos la capacidad de enviar mensajes. Al principio practicábamos con amigos que conocíamos muy bien, y luego, a medida que fue creciendo, haciendo más amigos, como en el equipo de fútbol, con los que manda mensajes. Pero necesita practicar para poder mejorar. Ella podría desarrollar esas habilidades como a mí me gustaría que desarrollase cualquier otras.
¿Es un proceso?
J.B.H: Sí, es un proceso muy complejo, como cualquier otro aspecto de criar a tus hijos.
LLC: El contrato incluye el descanso, la desconexión. ¿Cómo garantizarlo?
J.B.H: Los pediatras, los científicos del cerebro, los profesores, todos ven los beneficios del sueño. Los jóvenes con los que trabajo dicen que quieren guardar su teléfono por la noche, pero no pueden hacerlo. La fuerza de voluntad no es suficiente. Necesitan apoyo. Los padres deben dar un 'toque de queda' tecnológico al final del día, donde la tecnología desaparece.
LLC: Uno de los problemas mencionados en el libro es el ciberacoso y el sexting. ¿Quién debería responsabilizarse de esto? ¿Cómo pueden los padres ayudar a prevenir?
J.B.H: Creo que es por eso por lo que estoy hablando. Se trata de comunicar los valores de la familia y que los niños reciban educación sobre cuándo comparten una imagen. Deben saber que pierden el control sobre lo que pasa con esa imagen y no podrán recuperarla. Hay que hablar sobre ello, también en las escuelas. Quiero que todos los padres les recuerden a sus hijos que no están solos en el mundo, incluso si cometieron un error. Estamos en esto juntos. Es un desafío, pero estoy aquí para apoyarte en ese desafío.
LLC: Aborda también la pornografía y la tolerancia al respecto. ¿Es un problema que en muchas familias el sexo sea un tema tabú? ¿Cómo podemos prevenir la educación sexual pornográfica para menores?
J.B.H: Sí, en EE.UU también es un poco tabú. La pornografía y los mensajes de índole sexual deben ser parte de la educación sexual, pero se la tenemos que enseñar. Si no lo hacemos, lo averiguarán ellos solos. Los niños son curiosos, hay que hablar explícitamente con ellos para prepararlos. Es algo que les ayudará a desarrollar una identidad sexual saludable.
M.Z: Estoy de acuerdo contigo, hay que hablar con ellos de esto. Pero no se puede hablar de la pornografía como algo malo y después que escuchen canciones, vean anuncios y películas con alto contenido sexual.
J.B.H: Hay que pedirles que piensen críticamente, incluso con la pornografía. Que es escenario y actuación, no una relación sexual. Sé que es difícil tener estas conversaciones con ellos, pero conseguir que tengan una visión crítica desde niños con las cosas que consumen es un paso saludable para ellos. Eso le digo a mis hijas cuando vemos una publicidad hipersexual ¿Qué producto quieren que compres? ¿Por qué lo hacen así? Intentar que piensen así es una gran herramienta para tratar estos temas más difíciles.
LLC: El modo de comunicación en esta nueva era tiene el problema de interpretar mal los mensajes. Debido a su inmediatez, falta de contexto, etc. ¿Cómo podemos mejorar esto?
J.B.H: A veces me llama la atención pensar que si le envío un mensaje a María y creo que estoy siendo graciosa. Estoy bromeando con ella. Pienso: “bueno, Maria, creo que esto fue gracioso”. Tal vez no debería pensar en su empatía, debería pensar en lo que me pasa a mí, no lo que estará pasando por ella. Por tanto, creo que hay que ralentizar el pensamiento e imaginarse a la otra persona. No estamos con la otra persona cuando enviamos mensajes, no le estamos mirando a los ojos o escuchando su voz. No hay lenguaje corporal para entender que estaba bromeando contigo o ver si tienes sentimientos heridos que te desesperasen, no se puede ver eso.
Tenemos que practicar la empatía e imaginar a la otra persona. Al igual que pienso que hay que ser pacientes y comprensivos si alguien comete un error. Hay que decirle a nuestros hijos lo que está bien. Y también alguien puede decir algo desagradable y luego sentir que se ha pasado de la raya. Bueno, cometí un error, lo siento. Y eso no es ciberacoso. Un niño se tiene que equivocar y aprender de sus errores. Y el gran acoso cibernético es hacer algo a propósito para causar daño a alguien, así que quiero asegurarme de que no todos los errores son ciberbullying.
M.Z: Hay que pensar las cosas dos veces y pensar en la otra persona. A veces los niños reaccionan de forma exagerada porque nos ven reaccionar así a los mayores. Así que piensan que lo que hay que hacer cuando algo está mal es sobrerreaccionar. Es difícil para ellos aprender de sus errores, pero todos cometemos errores.
Todos sobrerreaccionamos y si te equivocas nunca dices “vaya, lo siento”. La periodista María Rey tuvo un error en directo y aunque pidiese perdón después, todas las redes cargaron contra ella. La disculpa no sirvió para nada porque parece que no nos podemos equivocar.
J.B.H: No podemos pedir a nuestros hijos que sean perfectos on-line porque nunca se lo pediríamos fuera de las pantallas. No sería justo y no va a suceder. Ellos cometerán errores, igual que nosotros. Eso es parte del ser humano. Estamos ahí para apoyarlos en sus errores y ayudarles a aprender, esa es la regla. No para prevenir todos los errores, queremos prevenir que el ciberacoso y las cosas por el estilo tengan grandes consecuencias tanto como podamos. Pero esperar que un niño de 13 años nunca cometa un error o que nunca diga algo inapropiado no es justo para los niños.
LLC: ¿Son potenciales adictos los encargados de controlar el uso de la tecnología de los niños?
J.B.H: Sí, creo que tenemos que ser conscientes de nuestro propio uso. Creo que incluso si no fuéramos padres deberíamos ser consciente de nuestro uso, de como tratamos a otras personas. Quiero decir, ¿has visto a alguien en línea ser cruel con otra persona? Ciertamente si, hay adultos que hacen estas cosas. Esto es como la periodista que se disculpó por un error. Fueron adultos los que la atacaron. Es una gran enseñanza, ella asumió su responsabilidad, se disculpó y observó cómo se comportan estos adultos.
Primero debemos pensar en nuestros propios hábitos y luego que le mostramos a nuestra familia. A veces a las madres se les dice que deben hacer esto o aquello porque es buen ejemplo, así como lo que te sienta bien. Bueno, primero eres una persona y, por tanto, ¿Cuáles son los buenos hábitos que quieres tener? A veces, cuando no estoy viajando, trabajo desde casa. Tengo mi teléfono y todo eso. Y mis hijos venían y me decían mami mami mami. Pienso que está bien, necesitaba nuevos hábitos para cuando llegaban de la escuela o de sus deportes me distraigo con el móvil. Así que ahora guardo mi teléfono durante esa primera hora mientras nos saludamos y vemos cómo ha ido el día. Cambié ese hábito porque me sentía frustrada con ellos, frustrada porque todavía estaba tratando de trabajar. Tenemos que pensar en nosotros mismos y en lo que funciona para nosotros. Y luego pensamos qué queremos mostrarles, eso saldrá muy natural si hemos sido capaces de aplicárnoslo a nosotros mismos primero.
LLC: ¿A qué edad se le debe dar a un niño su primer móvil?
J.B.H: No hay edad clara. Tienes que conocer a tu hijo y también hay otros factores. Si yo trabajo en Nueva York, los niños son jóvenes cuando viajan en metro, así que algunos padres les dan un teléfono mas temprano a sus hijos. Las familias tienen que centrarse en lo que creen correctos para ellos, por eso no puedo dar una edad adecuada. Mis hijos tienen teléfono a los 13, y luego un contrato para acompañarlo. Pero eso no se lo ofrezco a otras familias, eso es lo que ha funcionado en la mía basado en nuestras circunstancias y nuestras necesidades, pero en casa tienen otras tecnologías antes de sus teléfonos, como Ipod, Xbox o un portátil, para que practiquen bien. Pero realmente esperamos hasta los 13 años para darles su propio dispositivo que los acompañe. Todo lo que pido a las familias es que piensen por qué están diciendo que sí, cómo se usará y qué pasa cuando aparecen algunos problemas a su alrededor, qué límites se establecen para lo que se va a poner en práctica. No es una tontería, no solo le damos un teléfono y esperamos lo mejor. Eso no es suficiente. Eso no es ser padre. Así que tenemos que decir: Te voy a dar esto y esto es lo que vas a hacer.