El sueño es un elemento trivializado por gran parte de los conductores. Sobre el alcohol o el cinturón, por ejemplo, el conductor tiene la certeza de obrar contra la seguridad propia y de todos cuando conduce. Pero el sueño es algo relativo. No es medible. Y lo subestimamos a menudo.

Simplemente estamos conduciendo y aparece. Puede hacerlo por una causa justificada de la que somos conscientes (no haber dormido, conducir demasiado tiempo o hacerlo en horas tardías…) o simplemente aparecer. Y no podemos medirlo. Es una sensación que creemos poder dominar. Y a veces falta poco para llegar, o creemos que no existe alternativa a parar, o pensamos que sabemos ese truco “infalible” que nos han contado (comer pipas, cantar, bajar la ventanilla, hacer una llamada de teléfono, comprarnos una bebida con cafeína en una estación de servicio…)

La realidad es que no hay truco fiable. La única solución, la única, es parar inmediatamente y echar una cabezada que apenas nos va a retrasar quince o veinte minutos en nuestra ruta.

Pero lo que hay que concienciar a todos los conductores es que conducir con sueño no es una opción. ¡¡Hay que pararse!! Porque el sueño es un asesino silencioso al volante. Se cuela en un parpadeo y sin que seamos conscientes, nos despertamos en una décima de segundo en otro carril. O directamente dando vueltas de campana.

Es muy importante enfatizar que el sueño, que parece algo poco importante, es un peligro altísimo en la carretera. Lo saben bien los conductores veteranos y los profesionales que alguna vez han pasado por ese trance.

Y no hay otra opción que parar. Si seguimos al volante tras ese bostezo imparable, si nos hemos frotado los ojos, si tenemos la impresión de que estamos perdiendo atención o que no vemos con exactitud lo que sucede de forma continua, nos estamos jugando la vida, la nuestra y la de los de alrededor.

Como siempre, es una labor de todos. De responsabilidad de los conductores, pero también de los acompañantes, de los que nos ven salir o de los que nos esperan en el destino, nos contactan y nos confesamos cansados.

Una cabezada con el vehículo parado en esos momentos nos retrasará muy poco y nos puede salvar la vida. No parece que sea pagar un precio elevado por un factor de altísimo riesgo al volante.