Hay tres causas de esos descensos, aunque una de ellas siempre queda injustamente a la sombra. La primera es la mejora de las infraestructuras y, simplificando (aunque no sólo, desde luego), el desdoblamiento de las vías para evitar los adelantamientos, que eran el momento más peligroso en los viajes por carreteras de doble sentido.
La segunda es la pedagogía, bien a través de medidas coercitivas como los radares o el aumento de control del seguimiento de las normas (y el carnet por puntos) como el cambio de conciencia social. No olvidemos que hace unos años, un conductor llegaba al bar presumiendo con los amigos de que había batido su récord de tiempo desde la casa de la playa a su hogar. Ahora, ese comportamiento, afortunadamente, ha pasado del reconocimiento al rechazo social.
Pero la tercera causa, que pocas veces se reconoce, es el increíble esfuerzo de la industria del automóvil. La tecnología de última generación salva vidas, muchas vidas. Desde que nació el cinturón de seguridad hasta las modernas Adas, el I+D de la industria del automóvil ha salvado millones de vidas en todo el mundo.
También aquí se han producido grandes cambios y la industria del automóvil comenzó hace muchos años haciendo bandera de las prestaciones, después de la economía de consumo y desde tiempos recientes, las banderas son la ecología y la seguridad.
La cantidad de neologismos que incorpora un vehículo de última generación (ABS, Airbag, ADAS, e call…) y que todavía en ocasiones no son capaces de explicarnos cómo funcionan en el concesionario, están convirtiendo los vehículos en auténticos salvavidas.
Nada es aún suficiente y rumbo a los vehículos autónomos, sigue muriendo gente en la carretera y nunca son pocos. Te puede tocar a ti.
Pero la reducción de víctimas ha llegado a un punto en el que las autoridades afirman que quedan pocas cosas por hacer. Siempre se puede mejorar y nuestras carreteras siguen llenas de puntos negros y aún encontramos conductores que beben y se drogan, que no se ponen el cinturón o que confunden la carretera con un circuito.
Sí, hay mucho que hacer. Pero ese tramo final de mejora cuesta muchísimo y no es imaginable que algún día hasta las carreteras rurales se conviertan en autovías, ni que no haya algún conductor que beba antes de conducir.
Pero sí es imaginable un mundo sin víctimas de tráfico, o con un número tendente a cero, a medida que la tecnología avanza. e le reconoce, con enorme razón, el mérito a la DGT, a los responsables de infraestructuras y al cambio de conciencia social.
Pero probablemente lo más importante en la reducción de víctimas, y el único camino para seguirlas bajando notablemente, es la tecnología. Esa tecnología que aún no se bonifica fiscalmente y que no se le ha reconocido nunca la industria del automóvil, ni siquiera en momentos como ahora en los que está contra las cuerdas.