Científicos de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), en Suiza, han realizado un estudio preclínico donde han testado una terapia potencial que ha demostrado mejoras en la inmunoterapia para el cáncer de pulmón, tal y como publican en la revista Science Translational Medicine.

El cáncer de pulmón constituye la principal causa de mortalidad entre todos los tipos de esta enfermedad. Así, en la actualidad, el tratamiento que se utiliza para paliarlo combina la inmunoterapia con la quimioterapia, pero los beneficios son poco frecuentes.

La inmunoterapia usada para el cáncer de pulmón consiste en un bloqueo de puntos de control inmunitario (BCI). Esto pertenece a un tipo de fármacos que hacen que las células inmunitarias de tipo T CD8 ataquen al tumor.

En este sentido, solo una quinta parte de los enfermos de cáncer de pulmón se benefician de la inmunoterapia, y las respuestas a largo plazo son poco frecuentes. Por ello, los científicos tratan de mejorar la efectividad del BCI combinándolo con otros fármacos para potenciar el efecto de las células T CD8.

Sin embargo, en caso de que los tumores no tengan el número suficiente de células T CD8, lo que es frecuente, el tratamiento no resulta eficaz. En este sentido, el laboratorio de De Palma ha demostrado en tumores mamarios que la presencia de este tipo de células se puede aumentar mediante unos fármacos antiangiogénicos.

Así, al utilizar este tipo de fármacos en combinación con el ICB, aumenta el número de células T CD8, de manera que puede atacar más consistentemente al tumor. Esto también ha mejorado el tratamiento de otros tipos de cáncer como el de hígado.

Sin embargo, en el caso del cáncer de pulmón, esta terapia no funcionó. Esto se debe a que el fármaco antiangiogénico, más allá de aumentar la presencia de células T CD8, también estaba reclutando a las células reguladoras T o Tregs.

En los órganos sanos, las células T CD8 y las células Tregs trabajan conjuntamente protegiendo el tejido para evitar posibles daños a largo plazo. Para solventar este problema, los científicos buscaron vulnerabilidades de las Tregs, y descubrieron que su supervivencia en los tumores depende de otras células inmunitarias, los macrófagos.

En este sentido, los macrófagos son un problema porque ayudar a que las Tregs prosperen, pero también favorecen el crecimiento del tumor. Así, cuanto más macrófagos hay en el cáncer de pulmón, más Tregs existen, por lo que, para favorecer la eficacia del BCI, los científicos debían romper ese enlace.

Por ello, descubrieron que en los tumores de pulmón existen dos tipos de macrófagos. Uno lo pudieron suprimir con un tipo de anticuerpo y el otro, a través de una quimioterapia concreta. Con ello se consiguieron eliminar los macrófagos y los Tregs del tumor.

De este modo, aumentó la presencia de las células T CD8 en el tumor, pero sin el impedimento de las Tregs. Así, el uso del BCI comenzó a funcionar contra los tumores, propiciando notables beneficios y llegando a reducir la agresión del cáncer hasta un 70 por ciento.

Actualmente se está buscando la manera de conseguir llevar esta combinación a ensayos clínicos. Además, los fármacos usados para ello son utilizados en la actualidad para otras enfermedades humanas, lo que podría acelerar las pruebas clínicas.