Aunque la Antártida sea una de las áreas más deshabitadas del planeta, esto no impide que su biodiversidad pueda verse también amenazada. De hecho, recientes estudios apuntarían en esta dirección, debido a la fragilidad que presentan gran parte de las especies autóctonas de este lugar.

La última investigación internacional sobre este tema ha observado el impacto negativo que podrían tener en la península antártica hasta 13 especies distintas. Para ello, se han estudiado tres factores distintos que explicarían el riesgo de las especies invasoras.

De menor a mayor riesgo, los investigadores se centran en las posibilidades de entrada en la Antártida, las posibilidades de supervivencia y de generar descendencia de las especies no autóctonas, y, por último, el impacto negativo que puedan generar en el ecosistema.

De esta forma, ha sido posible identificar hasta trece especies invasoras muy perjudiciales para el medio antártico: El mejillón chileno y el mejillón mediterráneo; el alga wakame y diversas plantas terrestres; y una variedad de cangrejos, ácaros e insectos. Además de todas estas especies, los científicos se muestran muy cautos ante la posible aparición de otras, como por ejemplo roedores.

Estos animales, si bien aún no muestran señales de haberse introducido en la península antártica, sí han llegado a suponer importantes problemas en algunas de las islas que rodean este territorio.