Un estudio ha analizado las relaciones de parentesco de la familia Trochidae, los más comunes en el Mediterráneo. Esta clase de caracoles tiene unos 60 géneros y 600 especies, por ello, tras el análisis genético, piden dividir el género Gibbula al menos en tres diferentes.

Su papel en el equilibrio ecológico es muy importante porque regulan las poblaciones de algas y sirven de alimento a numerosas especies además del hombre.

La subespecie de los Vetigastropoda, los más primitivos, son muy diversos y se distribuyen por todo el planeta, además tienen formas muy diversas. Hasta ahora, se establecían dos grupos bien diferenciados dependiendo de la posesión o no de pares de órganos en disposición simétrica, pero tras este análisis las formas de los caracoles no son determinantes para separarlos en dos grupos.

Esta subclase es un grupo muy antiguo que engloba especies que se remontan al Cámbrico, hace unos 500 millones de años, y es destacable la supervivencia a numerosas extinciones naturales, por eso se utilizan como modelo para los estudios evolutivos.

En la investigación se ha comprobado que los caracoles del Mediterráneo pertenecientes a este grupo se mantuvieron aislados desde la mitad del Mioceno, hace alrededor de 15 millones de años, lo que pudo provocar la división de géneros para su posterior aislamiento de poblaciones y especiación.