La localidad de Puerto Williams contará proximamente con el 'Centro Cabo de Hornos: ciencia, ética y conservación biocultural', el primer centro especializado en singularidades ecológicas. El profesor e investigador Ricardo Rozzi, quien ha liderado las gestiones del proyecto, ha asegurado que el centro "permitirá desarrollar ciencia socioecológica, educación científicamente ética y conservación a través del ecoturismo, en la Reserva Mundial de Biosfera Cabo de Hornos". 

El edificio, que se alzará encima de un pequeño promontorio con vistas al Canal Beagle, tendrá 1.500 metros cuadrados construidos y contará con un centro de visitantes, con un auditorio con capacidad para 170 personas, instalaciones educativas y un laboratorio de investigación. 

Asimismo, el proyecto, que cuenta con el respaldo financiero del gobierno del país austral, aumentará a corto plazo las capacitaciones técnicas de la provincia de Magallanes e incorporará, paulatinamente, carreras de turismo de intereses especiales fundadas en el conocimiento científico

Durante la inauguración de una nueva edición del Congreso de la Asociación Internacional de Briofitas 2015, Bachelet afirmó que "este edificio va a permitir trabajar en distintas líneas de acción que recogen una mirada de interacción con la comunidad local y los visitantes".

Rodrigo Vera, director del proyecto, explicó que se espera que la iniciativa "se empiece a construir a comienzos de 2016 y se finalice el primer trimestre de 2017". La iniciativa está coordinada en Chile por la Universidad de Magallanes y el Instituto Científico Milenio de Ecología y Biodiversidad y en Estados Unidos por la Universidad de North Texas.

Una vez construído, el centro será el elemento que permitirá aunar "los trabajos en terreno en la Reserva de Biosfera Cabo de Hornos", destacó Bachelet. Este territorio, que se extiende desde el Seno Almirantazgo hacia el sur a través de la Cordillera Darwin, el Canal Beagle, Isla Navarino y el archipiélago Cabo de Hornos, protege los ecosistemas marinos y terrestres del extremo austral de América, donde se encuentran más de 1.000 especies de musgos, hepáticas y líquenes. 

Se trata de una zona única, además de uno de los últimos lugares prístinos del planeta, lo que convierte la reserva en un territorio especialmente apropiado para estudiar los efectos del cambio climático. La directora del Instituto de Ecología y Biodiversidad Mary Kalin Arroyo, aseguró que "es muy importante tener lugares prístinos ya que en caso de no disponer de ellos, los datos que se toman con respecto a los cambios climáticos y efectos en la biodiversidad no se podrían diferenciar de aquellos provocados por el hombre".