El cambio climático ha desencadenado unos fenómenos meteorológicos extremos cuya gravedad requiere de planes de mitigación y adaptación en las agendas políticas de todo el mundo, porque, de lo contrario, no harán más que empeorar.

El último informe del IPCC publicado en agosto alertaba de que, en los últimos 30 años, se han consumido dos terceras partes del presupuesto de carbono que la atmósfera tiene la capacidad de soportar.

En los últimos informes, los científicos han vinculado fenómenos extremos como huracanes, inundaciones, heladas, sequías u olas de calor al cambio climático. Por este motivo, durante las próximas décadas solo se pueden plantear políticas de adaptación y tratar de estabilizar el clima.

Estos fenómenos se desencadenan a causa del calentamiento de la atmósfera, el efecto invernadero, que atrapa la radiación solar y, al tener más energía, genera turbulencias e inestabilidad, provocando vientos y oscilaciones climáticas más fuertes.

Lo mismo ocurre con el calentamiento de mares y océanos, que han ido almacenando el calor en décimas de grado, generando una gran cantidad de energía, responsable de que los huracanes sean más frecuentes e intensos.

Sin embargo, el impacto del ser humano también es responsable de que la biodiversidad quede desprotegida ante los fenómenos extremos, como la destrucción de los manglares, que protegen los tsunamis, por ejemplo.

Por todo ello, los expertos coinciden en que la próxima Cumbre del Cambio Climático (COP26), que tendrá lugar el próximo mes de noviembre en la ciudad escocesa de Glasgow, será una oportunidad para reflexionar sobre la reorientación del planeta hacia una recuperación verde.