Sucede cada día: perfiles de redes sociales inactivos, dominios abandonados a su suerte, foros desérticos que nadie consulta o archivos en la nube a los que no se puede acceder porque se perdieron las contraseñas. Y, además, noticias falsas y contenido vertido a Internet a diario, de forma descontrolada, al que no llegan las agencias de verificación. Cada día generamos toneladas de información que gastan recursos y carecen de valor. La llamamos basura digital.
¿Navegamos hacia un estercolero en la nube? Internet es la décima industria en emisiones de CO2, tres puestos por delante, por ejemplo, de la industria de la aviación. Según el especialista Pablo Barrenechea, director del área de Acción Climática en Ecodes, “utilizamos masivamente datos a través de nuestros teléfonos móviles, tablets u ordenadores. Se estima que en el mundo se envían alrededor de 100.000 millones de whatsapps al día. O que, solo en España, se almacenan más de 30.000 millones de fotografías en los teléfonos móviles. Y que una persona produce cada año alrededor de 135 kilogramos de CO2 solo con su correo electrónico”.
Toda esa información, según la revista Science, se acumula en centros de datos que consumen aproximadamente el 1% del consumo eléctrico mundial. Si entrenáramos sencillos hábitos de consumo, más autoconscientes, y desarrolláramos una cultura ecológica desde las acciones mínimas hasta las compartidas, este gasto se reduciría de manera notable. Desafortunadamente, aún queda camino para implantar una nueva cultura colectiva.
“Existe una enorme aceleración en la generación de canales. Cuando consigues manejarte en un canal, cambiamos a otro. Cuando te adaptas a un ecosistema, vamos al siguiente”, comenta Juan Romero Raposo, consultor en gobierno abierto y estrategias digitales y cofundador de Kratio Sistemas. Esto explica, en parte, la enorme cantidad de contenido y perfiles abandonados a su suerte.
El experto pone el foco en otro tipo de basura digital: la que genera infoxicación y prioriza contenidos clickbait y fake news por encima de la calidad de información que precisa nuestra sociedad. “La irrupción de la inteligencia artificial puede propiciar toneladas de contenido basura”, advierte. Desde el hito de Cambridge Analytica hasta la actualidad hemos avanzado poco en materia de calidad informativa. La legislación avanza hacia un modelo ético de uso tecnológico de forma muy lenta.
Crear una cultura ecológica compartida lleva tiempo. Requiere de compromiso y esfuerzo, pero la urgencia climática aprieta. Empujar a las organizaciones a crear modelos de gestión tecnológica éticos, y con ello, de los recursos y de la información que comparten, es uno de los mayores retos de la sociedad. Se genera demasiada chatarra digital. Algunas empresas, personalidades públicas y micro y macro influencers se han puesto manos a la obra, pero ese “clic” cuesta más de lo que parece incluso para el más consciente. Requiere revisarnos y deconstruir hábitos que llevamos asociados al día a día.
Barrenechea reflexiona: “Necesitamos implementar cambios tecnológicos y políticas públicas que aceleren la transición hacia una sociedad descarbonizada. Pero también necesitamos realizar un cambio cultural, modificar nuestros hábitos para promover ese cambio hacia esa sociedad con un menor impacto en el clima. Cuando hablamos de cambio de hábitos pensamos en nuestro modelo de transporte, nuestra dieta o nuestro modelo de consumo. Y en la mayoría de los casos su transformación requiere un esfuerzo adicional que, en ocasiones, nos cuesta llevar a la práctica”. Con ese fin, por ejemplo, fue concebida la app Digital CO2ach, que ayudar a reducir nuestra basura digital desde nuestro teléfono móvil.
Por su parte, Romero Raposo, pone el foco en la regulación: “El reto es hacer más sociedad. Realizar esfuerzos de regulación más allá de intereses corporativos”. Ante el reto colectivo de generar una sociedad más higiénica digitalmente hablando, necesitamos la suma de pequeñas acciones, y el compromiso de personas y organizaciones.
Algunos consejos para reducir la basura digital
1. Elimina lo innecesario. Acciones como vaciar la carpeta de spam y la papelera de reciclaje, limpiar la bandeja de entrada y de enviados, o eliminar mails innecesarios ya leídos contribuyen a la reducción de los datos acumulados en la red.
2. No hace falta hacer todo a la vez en todas partes. Que no nos gobierne el FOMO. Podemos cancelar la suscripción de boletines que no leemos, desactivar avisos que no nos importan o evitar mensajes automáticos que no aportan valor.
3. Evitar firmas con imágenes o con movimiento. El gasto energético por el puro gusto estético es una mala praxis medioambiental. A veces, menos es más.
4. Evitar cadenas de remitentes o respuestas innecesarias. Si la cadena aporta poco valor o la respuesta la puedes dar girando la silla en tu oficina y hablando con tu compañero o compañera, no uses energía de forma gratuita.
5. No usar la nube para todo. La migración a la nube ha propiciado que tengamos el reflejo de subir todo a la nube, como si fuera un depósito infinito. Conviene seleccionar el material de forma responsable.
6. La higiene digital de tu mensajería instantánea. Limpiar nuestro WhatsApp o Telegram borrando los chats caducados, guardando solo los archivos necesarios y desprogramando el autoguardado.
7. Cambiar el color de la pantalla de tu móvil. Esta acción no solo se traduce en mayor eficiencia energética, también disfrutarás de un teléfono más eficiente.
8. Instalar bloqueadores de publicidad y plugins de verificación. Buscar una fórmula para navegar de forma más segura, veraz y ética, es una forma de combatir la desinformación.
9. Analiza la información antes de compartirla.Intentar no compartir por automatismo, sino pensar siempre dos veces qué se comparte, de qué fuente proviene y para qué lo hacemos.