En un intento por desengancharte del teléfono móvil decides desactivar las notificaciones para evitar distracciones. Sin embargo, te descubres a ti mismo revisando la pantalla igual, o incluso más que antes, para comprobar si el meme que has publicado en Twitter ha tenido éxito, o si tu foto ha recabado algún nuevo ‘me gusta’.¿A ti también te suena esta situación? Entonces, es posible que tengas FOMO.

El término FOMO, acrónimo de “Fear of Missing Out”, viene a referirse a esa sensación psicológica de miedo a perderse un acontecimiento importante, y supone uno de los grandes problemas de salud que ha traído consigo la digitalización de la sociedad.

Están constantemente pasando cosas, y tenemos la necesidad interna de estar actualizados de forma continua, como si fuésemos una aplicación más del sistema operativo. El bitcóin pierde un 50 % de su valor en cuestión de horas y pierdes la mitad del dinero que habías invertido. Los Trending Topics de Twitter varían a la velocidad de la luz, y si te enteras tarde de lo que está sucediendo, ya no puedes participar de la conversación social. Te quedas atrás. Desfasado.

Un informe de Global Web Index (GWI) reveló que un cuarto de todos los usuarios globales de internet sufren FOMO, lo que conllevó que desde 2012 el porcentaje de personas que pasan más de 10 horas diarias conectados aumentase del 2,8 % al 5,4 %.

De acuerdo con este estudio, siete de cada diez millennials (jóvenes nacidos entre los 80 y los 90) padecen esta patología, aunque el perfil ‘diana’ del FOMO son las mujeres jóvenes con características “tecnofílicas, altruistas y de búsqueda de estatus”.

Este último punto es clave. El FOMO, al fin y al cabo, no deja de ser un problema psicológico, que se complementa negativamente con un uso abusivo de las redes sociales. Pero, aquí viene el dato: cuatro de cada diez jóvenes españoles recurren a las redes sociales para no sentirse solos, de acuerdo con un reciente informe de UNICEF.

Nuestros perfiles son el espejo de lo que queremos que el resto del mundo vea de nosotros, por lo que escogemos las mejores partes de nuestra vida, con el objetivo de obtener más seguidores, comentarios y me gustas. Por eso, el hecho de ver que otros están exponiendo una vida mejor que la nuestra, en algunos genera la sensación interna de querer superarles.

Es esa sensación de rabia que experimentas al ver en Facebook todas las publicaciones que ha subido tu grupo de amigos en ese concierto al que tú no has podido asistir.Eso es el FOMO.

Y según GWI las personas que lo sufren son hasta el doble de propensas a hacer clic en un post patrocinado o entrar en los enlaces de las historias de Instagram; visitar los perfiles de marcas y empresas en Twitter, o pulsar en el contenido de “Descubrir” en Snapchat.

El FOMO, también en el trabajo

Recientemente, investigadores de diversas universidades de Finlandia, Noruega, India y Sudáfrica han subrayado las consecuencias psicológicas y del comportamiento que provoca el FOMO y el phubbing en el trabajo en el informe "Social media induced Fear of missing out and phubbing: behavioural, relational and psychological outcomes".

Con la implementación forzosa del teletrabajo, gran parte de las comunicaciones en la oficina se han virtualizado, lo que se traduce en una mayor utilización de los dispositivos electrónicos durante la jornada laboral, y, en las personas con FOMO, en una mayor tentación para revisar su smartphone y distraerse con temas externos al trabajo.

Por este motivo, los investigadores señalan una serie de medidas que pueden tomar las empresas para mitigar las consecuencias del FOMO entre sus trabajadores, tales como la introducción de talleres de tecno-comunicación para concienciar a los empleados personal y socialmente.

O la implementación de tiempos limitados de acceso a las redes sociales durante las horas de trabajo, y bloqueando a través del wifi o de la IP del dispositivo la posibilidad de hacerlo fuera de ese periodo.

Esto, de acuerdo con los investigadores, ayudaría a proteger la creatividad de los empleados -a los que recomiendan adoptar un “estado de bienestar digital”-; y mejoraría la productividad y la cadena de valor de la compañía.