Son unidades de viviendas prefabricadas de poco más de 15 metros cuadrados. Una por familia. Si son más de siete miembros, reciben una segunda casa de chapa. En los campos de Za’atari y Azraq –en Jordania– viven más de 110.000 refugiados de la guerra de Siria con dificultades para acceder a agua potable y saneamiento. En el de Azraq, con más de 36.000 personas conviviendo, hay cuatro sectores y cada uno tiene un centro de salud, un mercado de alimentos y una escuela. La expansión del coronavirus trastocó aún más la vida en los campos. Confinamiento dentro del confinamiento. Hay más presión. Escuchan en la televisión lo que pasa por el mundo y se sienten desconcertados. Hay toque de queda entre las 6 de la tarde y las 10 de la mañana. Durante el resto del día, los refugiados deben permanecer en sus barracones. Solo pueden salir a por medicinas o comida. LA COVID-19 no ha logrado traspasar la valla. Por eso las medidas del gobierno jordano y de Naciones Unidas son cada vez más extremas. Allí no entra casi nada.
La ONU ha organizado en cada campamento un Centro Oasis para la Resiliencia y el Empoderamiento de las Mujeres y las Niñas donde trabajan varios centenares de refugiadas, sobre todo en labores educativas, que cobran un sueldo de Naciones Unidas. Para que el ingreso del dinero sea rápido y sin interferencias se está utilizando un sistema de identificación digital y traspaso basado en la tecnología blockchain (cadena de bloques) denominado IrisGuard. La máquina instalada en el supermercado del campo de refugiados identifica a una persona entre miles con un 100 % de certeza en menos de 3 segundos mediante el reconocimiento del iris. De esta forma, la beneficiaria no necesita ningún contacto físico ni tocar ningún botón para su identificación y recepción del dinero. Una vez validada su identidad, el sistema de cadena de bloques (blockchain) realiza una transacción segura a su cuenta y las beneficiarias elige si quiere ahorrar ese dinero, recibir un reembolso en efectivo o comprar alimentos o suministros esenciales. No es la primera vez que se utiliza blockchain durante esta pandemia.
Otra de las tecnologías que ha resultado decisiva para la comunicación frente al coronavirus en los campamentos de refugiados es la mensajería instantánea. Las mujeres se comunican entre sí a través de grupos de WhatsApp, reciben información fiable para prevenir el contagio y conocen los servicios de COVID-19 puestos a disposición por el gobierno jordano y la ONU.
La utilización de blockchain garantiza que la ayuda llegue a la persona asignada previamente. Las organizaciones ganan en transparencia y, sobre todo, en confianza. Muchas ONGs trabajan a nivel internacional con presupuestos que se obtienen de importantes donaciones y subvenciones de instituciones públicas, cuya entrega puede asegurarse de forma inmediata y personal sin intermediarios.
En China, la tecnología blockchain ha permitido a una gran empresa aseguradora acelerar la atención de solicitudes sin que los usuarios tuviesen que salir del confinamiento, reducir el fraude y realizar pagos de indemnizaciones con seguridad y rapidez. Tramitación y validación a gran velocidad. El último ejemplo conocido de aplicación de blockchain tiene como protagonistas a empresas tecnológicas y a la Organización Mundial de la Salud, que han creado una base de datos mundial y abierta para validar información relacionada con el coronavirus y los avances de investigadores para lograr una vacuna.