Las piedras palantir son esferas pulidas de color negro. No son fáciles de levantar y son conocidas como piedras videntes. Si miramos a través de ellas adivinaremos acontecimientos lejanos. Las piedras palantir aparecen por primera vez en El Señor de los Anillos, la obra del escritor británico J. R. R. Tolkien que han leído millones de personas en todo el mundo.

Palantir también fue el nombre elegido por Peter Thiel –uno de los primeros inversores de Facebook– para su nueva aventura empresarial. En 2004 fundó Palantir, una compañía americana especializada en el análisis de macrodatos (big data). Dicho así todo parece normal, pero Palantir es la gran piedra que todo lo ve y está considerada como la herramienta de espionaje más poderosa del mundo. Entre sus clientes destacan importantes agencias de seguridad de EE.UU. (CIA, NSA, FBI, West Point o el Mando de Operaciones Especiales), empresas de servicios financieros, fondos de inversión, bancos y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), una agencia dependiente del departamento de Salud de los Estados Unidos responsable de la prevención de epidemias con un papel protagonista en la emergencia actual por el coronavirus.

Tras el escándalo de Cambridge Analytica publicado en 2018, el uso indebido de información personal de millones de usuarios de Facebook para manipular la decisión de los votantes durante las elecciones presidenciales de 2016 en EE.UU., el nombre de Palantir apareció salpicado entre una marabunta de conexiones con empleados y compañías. Las dos empresas están vinculadas a multimillonarios que respaldaron la campaña de Donald Trump. ¿Qué tiene toda esta historia que ver con la emergencia sanitaria de la COVID-19? Hace unas pocas semanas, el gobierno británico anunció que Palantir, Google y Microsoft ayudarán al NHS (Servicio Público de Salud del Reino Unido) a recopilar datos para montar una gran plataforma COVID-19 que facilite la toma de decisiones para el control de la pandemia.

Aunque los responsables del NHS han asegurado que toda la información se mantendrá bajo su control y que una vez que pase la emergencia sanitaria, serán destruidos o devueltos, la decisión ha creado dudas sobre el respeto de la privacidad de los usuarios que generen los datos.

Según declaró Jim Killock, responsable de la organización Open Rights Group, que lucha por mantener la privacidad de los ciudadanos, “Palantir tiene mala reputación, participa en actividades que amenazan la privacidad personal y puede conducir a otros abusos de los derechos humanos”. Algunas decisiones de la empresa Palantir no han sido vistas con buenos ojos por organizaciones de defensa de los derechos humanos. Por ejemplo, ayudo a la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU. a cazar personas en el extranjero y al Servicio de Inmigración a detener inmigrantes que atravesaban la frontera.

En el otro lado se encuentran los responsables tecnológicos del Sistema Público de Salud británico. El director de inteligencia artificial (IA), Indra Joshi, y el director de análisis de datos, Ming Tang, han asegurado que “para comprender y anticipar la demanda de salud y servicios de atención médica, necesitamos una imagen operativa de cómo se propaga el virus, de dónde podría propagarse a partir de ahora y cómo afectaría al Sistema Público de Salud. Por el momento se ha conocido que los datos recogidos por la plataforma (hospitalizaciones, pedidos, o disponibilidad de camas) son suministrados al propios Servicio Público de Salud y al Gobierno. Aunque la prensa británica ha desvelado que también recopila datos sanitarios confidenciales. como

En estos momentos, tras dos meses de realidad confinada, ha comenzado la desescalada con el temor a rebrotes y nuevas oleadas de infección. Esa realidad es fácil que se torne en vigilada. El control de la pandemia impone tomar medidas de control, pero el pago que recaerá sobre los ciudadanos todavía no se vislumbra.

Uno de los casos de éxito más comentado ha sido el de Taiwan. La experiencia que adquirieron las autoridades del país asiático con la anterior epidemia, la del SARS, y la aplicación de nuevas tecnologías ha sido un cóctel positivo para frenar la expansión. Aprovechó su base de datos nacional de seguros de salud y la integró con sus bases de datos de inmigración y aduanas porque la COVID-19 ocurrió justo antes del Año Nuevo Lunar, donde se esperaba que millones de chinos y taiwaneses viajarían. Creó un tablero de datos y los analizó para prever por dónde iría el contagio. A la par, generó alertas en tiempo real basadas en el historial del viaje y los síntomas, y utilizó códigos QR para clasificar a los ciudadanos. Pero claro, como reconoce el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, “la conciencia crítica ante la vigilancia digital es en Asia prácticamente inexistente. Apenas se habla ya de protección de datos (…) Para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital”.