“No os creáis todo lo que véis en internet”, escribe la creadora Kay Brooks en un tiktok que ya amasa más de un millón de visualizaciones. En él, la estadounidense muestra su reacción ante el uso del filtro Bold Glamour, que ha arrasado en la red social desde que el pasado 25 de febrero se extendiera entre usuarios y creadores de la plataforma.
Al aplicarlo, Kay luce un rostro sin ningún tipo de arruga de expresión, marca de acné o rojez. Tiene la piel tersa, las cejas tupidas y definidas y los labios carnosos. Lo que más impacta a la tiktoker es lo real que parece y lo mucho que se adapta a sus facciones. A pesar de pasar la mano por delante de la cámara, el filtro no se mueve. “Esto debería ser ilegal”, zanja la joven tras mostrar el antes y el después de su apariencia con el efecto.
Bold Glamour es ya conocido como el filtro más viral de TikTok. En menos de una semana, ha sumado más de 150 millones de visualizaciones y se ha usado en 7.7 millones de vídeos en la plataforma. No es la primera vez que un filtro de estas características se viraliza. De hecho, los efectos en la red social lo hacen cada cierto tiempo, pero sí que es la primera vez que tiene un aspecto tan realista. “TikTok avisa de que hay un filtro, todo el mundo puede usarlo, probarlo y verlo. En cierta manera, parece que cada X tiempo surge un poco de revuelo sobre este tema; la gente descubre que existen”, reflexiona Janira Planes, experta en redes sociales y cultura de internet. “Quizás es verdad que hacer un efecto tan realista puede confundir a según qué edades y generar una dismorfia corporal importante si no tienes la madurez suficiente”, añade.
Los filtros en el mundo digital: un trampolín hacia la supuesta “perfección”
“Sobre todo los jóvenes están creando dos vidas: la real y la virtual. Maquillar la vida real no es sencillo, pero la virtual sí”, explica Jordi Isidro Molina, director y psicólogo de Cedipte-Psicología. Según el experto en trastornos de ansiedad y estado de ánimo, los filtros ayudan a falsear el aspecto físico en el mundo digital, dando la percepción de que es algo rápido y fácil de alcanzar.
“Nos ayudan a crear una imagen de perfección. Aunque no es real, lo importante es que los demás crean que sí. Esto acaba generando una distorsión de la propia realidad y de la de los demás”, comenta el especialista. Así, los filtros pueden afectar de manera dañina tanto en la salud mental como en la autoestima de los jóvenes. “Todo el esfuerzo se dedica a crear una imagen perfecta o, mejor dicho, de lo que la sociedad occidental considera como perfecto. Si no encajas en ese canon de perfección, parece que ya no puedes poseer belleza”.
Joanna Kenny, la influencer abanderada de la aceptación corporal que en redes sociales reivindica lo natural frente a sus más de 100.000 seguidores, comparte un tiktok con el filtro Bold Glamour donde dice: “No me parezco en nada a esto, pero el filtro sí que parece natural. Qué miedo”. La creadora confiesa que se ve fea cuando se quita el efecto y que su cerebro no está preparado para verse con el filtro un minuto y sin él al siguiente. “Esto es un recordatorio para quien lo necesite. La piel con filtro no es un tipo de piel”, declara.
Las implicaciones de los efectos y las redes sociales en la salud mental
META, la empresa matriz de Instagram, Facebook o Whatsapp, reconoce en un informe interno de 2021 que, si bien Instagram ayuda a los jóvenes en algunos de los problemas de salud mental a los que se enfrentan, como la soledad o la tristeza, la plataforma empeora los problemas de imagen corporal de una de cada tres adolescentes que ya sufren dificultades respecto a su aspecto físico.
La psicóloga Ingrid Pistono tiene una explicación para esto: “Las redes sociales influyen muchísimo en nuestra autoestima. Lógicamente, más en las personas jóvenes, que son más vulnerables y tienen menos experiencia, pero influye en todos”. Para la experta, el uso de filtros está muy ligado con la necesidad de formar parte de un grupo, mostrar nuestra mejor versión y conseguir la aprobación del entorno.
A pesar de que, como usuarios, estamos acostumbrados a consumir el contenido de personas que comparten sus mejores vacaciones, experiencias o atuendos, no procesamos la información del mismo modo cuando se trata del aspecto físico. “Yo puedo estar viendo una casa maravillosa y puedo asumirlo y no preocuparme en exceso. Pero en cuanto a los filtros, hay cierto mimetismo, sobre todo en las mujeres, de querer parecernos al estereotipo que está de moda”, explica. Según la especialista, esa voluntad de imitación del canon de belleza ha sucedido en todas las épocas, desde el momento en el que las hombreras estaban de moda hasta la etapa estrella del pelo cardado. ¿Cuál es la diferencia ahora? “Que ese estereotipo no existe”, declara Ingrid Pistono. “Es brutal el esfuerzo que hay que hacer para parecerse a un modelo que no es real. Las clínicas de cirugía son las únicas que, de alguna manera, podrían acercarse a ese estereotipo”, añade.
Para la psicóloga, todo radica en dónde ponemos el foco de atención: “En las redes sociales se hace especial hincapié en todo lo relacionado con la belleza. A base de verlo, se crea una necesidad de intentar alcanzarlo. Si solo viéramos bolsos rojos por la calle, se nos antojaría tener uno. Si vemos solo mujeres guapas, ¿qué queremos? Ser así de guapas”. El problema de enfocarnos en el aspecto físico en el mundo virtual pasa por no ser conscientes de que, con ayuda de filtros y efectos, la imagen que se comparte no es real. Estos comportamientos pueden repercutir en desarrollar una baja autoestima o incluso trastornos de conducta alimentaria, sobre todo en mujeres adolescentes.
¿Cómo se puede revertir esta situación? La psicóloga Ingrid Pistono lo tiene claro: “Exponiéndonos menos. Las redes sociales son un negocio. Con que se gana dinero, interesa poco poner límites y legislar este bombardeo. Lo mejor que podemos hacer cada uno de nosotros es exponernos menos y ser más conscientes de todos los beneficios que tiene la vida real”.