Hasta la invasión del SARS-CoV-2 hubo dos mascarillas muy reconocibles en la historia contemporánea: la de un famoso artista y bailarín y la de un asesino psicópata. Uno era real, se llamaba Michael Jackson y acostumbraba a llevar mascarilla negra desde los años 90 del siglo pasado. El rey del pop –fallecido en 2009– fue un adelantado a su época pero la tela negra sobre su boca y nariz solo aumentaron los rumores sobre alergias, enfermedades y paranoias varias. Uno de los guardaespaldas reveló en 2019 que el cantante "solo quería llamar la atención y crear misterio" poniéndose la mascarilla. Y luego tenemos un serial killer de película llamado Hannibal Lecter, que no llevaba el bozal por gusto sino para no morder a los que se situaban por debajo de la distancia social. En Japón, desde hace décadas, la mascarilla es un elemento más de la vida cotidiana. Para empezar, por respeto. Cuando uno está enfermo, se tapa nariz y boca para no contagiar a nadie. Y segundo, por un ritual que se aleja en el tiempo hasta el periodo Edo, entre los siglos XVII y la segunda mitad del XIX. El concepto de limpieza, de no lanzar aerosoles a diestro y siniestro y de evitar que saliera un aliento sucio hacia el exterior se quedó grabado en los cerebros nipones. Por eso, durante la conocida como gripe española, a principios del siglo XX, y ahora con el coronavirus, los japoneses han sido más previsores, han usado más la mascarilla y han sufrido menos el azote del virus.
Con el coronavirus dando vueltas a su libre albedrío, muchas ciudades y países están decretando el uso obligatorio de la mascarilla. Nos hemos acostumbrado a dos tipos, las azules quirúrgicas y las blancas de protección FFP2, pero las hay caseras, étnicas, de marca y de esas que te convierten en un guerrero rollo ninja. Con banderita y sin banderita. Conforme pasan los meses están apareciendo nuevos modelos que buscan la mascarilla perfecta. Aquí os dejamos algunos ejemplos:
Artesana con papel washi
La fabricación en Japón de papel washi fue declarado patrimonio inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Empresas textiles han decidido ahora confeccionar mascarillas con hilo de este papel tradicional. Su hilado y tejido es muy valorado por marcas importantes y las mascarillas que se han creado en la región de Yamagata son lavables y antibacterianas. Según sus productores, la mascarilla de papel washi transpira muy bien y seca rápido, lo que impide el almacenamiento bacteriano. Y puede lavarse hasta 300 veces en la lavadora sin perder eficacia y forma.
‘Narvalo mask’ es una de las primeras iniciativas de mascarilla inteligente. Creada en Milán, sus productores cuentan maravillas: es transpirable ante las altas temperaturas, lavable, segura porque incorpora protección superior a la FFP3 (cinco capas que filtrarían el 99,9 % de virus, bacterias y olores), cómoda por su forma y textura y… se puede conectar al móvil. A través de una app, sabes en todo momento la calidad del aire
Transparente y con diseño español
La foto de la mascarilla Cliu se ha hecho viral. Diseño moderno y con un toque español en su diseño. Fabricada en Italia, donde vive uno de sus co-creadores, el aragonés Álvaro González, esta mascarilla se vende como la primera transparente, tecnológica, segura, sostenible e inclusiva. La principal ventaja es que al dejar ver la boca y parte de la nariz, la comunicación es más ‘normal’. En su versión de alta gama han incorporado micrófono y sensores que a través de Bluetooth controla tu respiración y te informa de la calidad del aire. El invento italo-español posee una base de carga con un lámpara ultravioleta para desinfectarla en menos de 60 minutos.
El gigante tecnológico Xiaomi fue de los primeros en apuntarse a las mascarillas innovadoras. Ha creado unas mascarillas similares a las Cliu: son transparentes, con categoría de protección N95 (no deja que te infectes del exterior) y usan un emisor de luz ultravioleta para limpiarse ellas solas. Uno de los modelos incorpora un mini ventilador para estos días de calor veraniego, una visera extraíble de protección ocular y filtros y correas personalizadas.
Un estudio fotográfico de la localidad india de Pallavaram ha lanzado unas mascarillas de algodón que llevan impresa la parte del rostro de la persona que no se ve. De esta forma se logra un reconocimiento fácial más rápido. Aunque puede resultar raro hablar con alguien al que escuchamos pero no mueve la boca.