Se relacionan en un escenario virtual y hablan de sus ligoteos en un lenguaje inventado. Crean palabras que tunean del inglés con las que dejan fuera de juego a quienes pasan de los treinta. Es el vocabulario de las redes, con definiciones a las que los boomers, los viejunos, ya les teníamos nombre.
Benching (de bench, banquillo). Todos sabemos qué significa chupar banquillo. Hay quienes te marean con adulaciones para que no pierdas el interés y, por pura conveniencia, tenerte de suplente si les falla el plan A. Son, en realidad, unos sinvergüenzas, campeones del “caroting”, si queremos darle un toque cool y adaptarnos al spanglish de la Red.
Birdboxing (de la película Bird Box, en la que los protagonistas se vendan los ojos para sobrevivir). El birdboxing alude a quienes están tan pillados, que no ven nada malo en la persona a la que quieren. Ya caerán, ya… El amor es ciego y el piñazo, el mismo que si decimos, como siempre, “ciegos de amor”.
Curving. Hasta ahora, para referirnos a alguien que te hace el avión y se aleja poco a poco, utilizábamos, a falta de una palabra concreta, la expresión “Me está dando largas”. Pero en las redes, si tardan en contestarnos los wasaps, o nos responden con mensajes evasivos o más cortos de lo normal, hablamos de curvers: personas cobardes que ni merecen un nombre para definirlas.
Crush (del inglés crush, enamoramiento). ¿Cuelgue, amor platónico, alguien que te gusta, aunque sepas que nunca va a salir contigo? Hasta la Fundéu pide en Tuiter el comodín del público, para aclararse, porque lo del amor tiene no pocos matices en los tiempos millenial. Pero esta nueva voz se refiere a un flechazo de manual.
Fachero, ra (del argot argentino; seguramente, préstamo del italiano faccia, cara). También, facherito, y no, no hablamos de ningún joven cachorro de Vox, sino de alguien que se preocupa mucho por su aspecto y forma de vestir, un presumido que no puede dejar de molar. En España, siempre se ha conocido como figurín.
Fuckboy, fuckgirl (del inglés fuck, joder, follar, y boy, chico, o girl, chica). Aquí de lo que se trata es de sexo sin compromiso. Según las tácticas empleadas para que la cosa acabe en la cama, se habla también de softboys (los que apelan a las emociones) y de pick me boys (quienes se autodesprecian para que la pena surta efecto). El boy final de estos dos últimos términos, cuyo significado cambia totalmente a si utilizamos el femenino, ya nos deja bien claro que son estrategias de machirulos.
Ghosting (del inglés ghost, fantasma). No, hacerse un ghosting no tiene nada que ver con subirte a una farola y cantarle tu amor a Emma Stone, sino con romper una relación cortando toda comunicación. Así, por las bravas, sin dar una sola explicación, a la francesa; literalmente, esfumándote.
Instagrandstanding (de Instragram y del inglés grandstanding, fanfarronear, pavonearse). Este palabro, un batiburrillo interminable, es la versión milénica de las indirectas para llamar la atención de otra persona en las redes. Hacerse el interesante, pero sin mencionar a nuestro crush, que ya se dará por aludido por la storie de nuestra mejor pose o por la canción, peli, o cita de libro que dejemos como cebo.
Orbiting (del verbo inglés to orbit, orbitar). Cuando una persona corta comunicación con otra en el mundo real, pero sigue relacionándose con ella en el mundo digital a través de “me gusta”, comentarios, retuits o cualquier otro tipo de reacciones e interacciones en las distintas plataformas. El “ni contigo ni sin ti” ya estaba inventado. Lo mejor es darles puerta a quienes lo practican. O carpetazo.
OTP es la abreviatura de ‘One true pairing’, la pareja perfecta y, lo que más mola, un amor correspondido. Cuando dos encajan como un guante nos referimos a la media naranja de la que ya hablaban nuestros abuelos.
Shippear (del inglés shipping, resultado del acortamiento de relationship, relación personal). Define el apoyo de una relación amorosa entre dos personajes de ficción o dos famosetes; el emparejar o empatar tradicional. Por alusión al personaje de la tragicomedia, es el clásico hacer de celestina.
Simp (en inglés, simplón, bobo). Así es como retratan a los chicos que, para conseguir que las chicas les hagan casito, se pasan de empalagosos y les consienten todo. El pagafantas, entre los cuarentones.
Stalkear (del inglés to stalk, acechar). Muy lejos del universo posapocalíptico que imaginaron los hermanos Strugatski y Andréi Tarkovski, hoy un stalker es alguien que espía, un fisgón insistente o que incluso amenaza a otra persona en las redes sociales. Se trata de un acoso en toda regla: hay muchas alternativas para definirlo en nuestro idioma.
Atrás quedaron fusiones que parecían modernísimas, como follamigo-a, o amigovio-a. Solo el tiempo y la RAE dirán si estos jóvenes palabros vivirán en nuestro diccionario.