Todas las actividades humanas producen CO2, incluidas la generación de energía renovable (de algún lado tienen que salir los paneles solares o las palas del aerogenerador) y las actividades digitales. Por descontado, son huellas muchísimo más pequeñas que otras actividades, pero visionar un vídeo de YouTube o acceder a una página web libera CO2.
Diferentes usos de internet emiten diferentes cantidades de CO2 directo e indirecto. Aunque por lo general son cantidades pequeñas, el problema radica en el número de veces que se realiza la acción.
Una videollamada puede llegar a producir de forma indirecta hasta 157,3 gramos de CO2 por hora en las peores condiciones posibles (electricidad de un mix contaminante, gran calidad de imagen, pantalla con mucho brillo, etc), según un estudio reciente.
Parece mucho, aunque es el CO2 directo de un coche recorriendo un kilómetro, al que habría que sumar el CO2 de su fabricación, transporte y reciclado. Es decir, una reunión por videollamada emite muchísimo menos CO2 que desplazarse en coche a hacer la misma reunión. Muchas decenas o cientos de veces menos. Miles de veces menos si el viaje es en avión. Dicho esto, la misma reunión virtual mediante voz ‘solo’ emite 6,2 gramos de CO2 por hora.
Enviar un email de 1MB libera cerca de 19 gramos de CO2 según la Agencia Francesa del Medio Ambiente, y de hasta 50 gCO2 en caso de contener muchos adjuntos. De nuevo, una cantidad baja. Además, el grueso de los emails son de texto y solo ocupan unos pocos KB. Aún así, se envían 210 millones de emails por minuto en todo el mundo. La huella total es notable.
Cada búsqueda en Google genera una huella de 0,2 gCO2. Es tan pequeña porque sus servidores funcionan con energía 100% renovable desde hace tiempo. Por contra, cada correo electrónico almacenado en un servidor genera cerca de 10 gCO2/año según un estudio de Ovo Energy. Esta sí es una huella que tener en cuenta, porque muchos almacenamos miles de emails cada año, y se acumulan.
¿Cuánto CO2 genera tu página web?
Como hemos visto, no todos los servicios, aplicaciones y páginas web consumen los mismos recursos o emiten el mismo CO2. A las páginas web les pasa lo mismo. Estas están almacenadas en servidores a las que nuestro smartphone u ordenador les demanda información. Es como lanzar una caña de pescar mediante la ruta que hemos visto en el primer apartado, y ‘tirar’ de ella para descargar varios megabytes de información. Pero, ¿cuánto impactan estos?
Una de las mejores herramientas para analizar el impacto de una página web es Website Carbon Calculator, una calculadora de CO2 y huella ambiental diseñada por la agencia WholeGrain Digital para comparar páginas web. Es el equivalente virtual a la etiqueta de eficiencia energética.
Por ejemplo, cada vez que alguien entra en la web de Hacienda, emite dos gramos de carbono, pero solo medio gramo de carbono si entra en el Ministerio de Cultura y Deporte. En parte, esta diferencia se explica porque la primera página es mucho más interactiva y tiene más recursos.
Pero también hay muchos otros motivos. Hacer uso de energía 100% renovable, limpiar el código para que ‘pese’ menos, usar servidores eficientes, minimizar el uso de GIF animados o música de fondo, eliminar aplicaciones de alta demanda o no contener banners de publicidad son algunas de las líneas de actuación para tener una página web más liviana y menos contaminante.
Aquí hay una guía muy completa sobre cómo diseñar una web sostenible, dirigida a gestores y programadores de webs. Y es que hay tres grandes motivos por los que una web libera CO2: el tipo de energía contratada para alimentar el servidor, los servicios que ofrece, y su diseño. Minimizar todos puede ayudar mucho a descarbonizar la economía.