El 33 % de los adolescentes de entre 12 y 16 años tiene riesgo de hacer un uso compulsivo de los servicios digitales. A medida que aumenta la edad, en la franja de los 15-24 años, el riesgo disminuye hasta el 11,3 %. Es una de las principales conclusiones del informe Impacto del aumento del uso de Internet y las redes sociales en la salud mental de jóvenes y adolescentes, elaborado por el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI).
El documento, que se centra en el período de la pandemia covid-19, donde se produjo un aumento exponencial del uso de servicios digitales, especialmente de redes sociales, enmarca este uso compulsivo como un problema de salud mental. Algunos de estos síntomas, sostiene el informe, son la necesidad de un uso creciente, el síndrome de abstinencia, un uso excesivo que interfiera en otras facetas de la vida de la persona, dificultad para dejar lo que provoca esa adicción o la modificación del estado de ánimo.
“Algunos fenómenos vinculados a las redes sociales contribuyeron, especialmente durante la pandemia, al empeoramiento de la salud mental entre la población adolescente y joven”, asegura. “Por ejemplo, al comparar su propia vida con la de influencers, al sentir miedo a perderse algo que relatan o les ocurre a otras personas en redes (FoMO)...”. En 2021, tras terminar el confinamiento, más de la mitad de los adolescentes y jóvenes tenía sensación de tristeza, desesperanza, desinterés y problemas de concentración.
Según distintas investigaciones, existe una relación entre un uso problemático de las redes sociales con menores niveles de autoestima y problemas de ansiedad y sensación de soledad. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) no considera aún la adicción a internet, el teléfono móvil o las redes como un trastorno.
El informe también recoge la traslación de esta problemática a las relaciones sociales. Un 9,4 % de los jóvenes dice haber recortado el tiempo que invierte presencialmente con sus amistades. Además, el 26 % sostiene pasar bastante o mucho tiempo solo desde que usa dispositivos tecnológicos.
El estudio de la ONTSI hace hincapié en la importancia de formar a las familias para que sean capaces de reconocer los riesgos y hagan una correcta gestión del uso que sus hijos e hijas hacen de los dispositivos móviles: “Es capital aumentar el conocimiento sobre la temática y sus riesgos, así como la inversión en salud mental en edades más tempranas”.