No es suficiente con obligar a apagar los dibujos animados, a los más pequeños, o marcar el tiempo dedicado a las redes sociales, a los adolescentes, si nosotros somos los primeros enganchados a la tecnología y no damos ejemplo de un uso razonable de ella.
Nuestro ejemplo marcará su relación con los dispositivos digitales.
Algunos padres permiten que sus hijos se refugien en ella todo el día sin obligarlos a socializar personalmente, hacer deporte, o practicar cualquiera actividad que no requiera un dispositivo, pero también existe el otro extremo: progenitores que, por miedo, no permiten que sus hijos ocupen su tiempo de ocio con la tecnología. Como todo en la vida ninguno de los dos extremos favorece el crecimiento personal, los niños deben desarrollar su imaginación, pero también deben de conocer todo lo que los dispositivos les ofrecen.
Actuemos buscando un punto en el que vida real y tecnológica del niño mantenga el mayor equilibrio posible.
1.- El tiempo común, bien sea tecnológico, o no, que sea realmente compartido. Se puede ver una película en familia, pero si nosotros les obligamos a leer o a hacer otra actividad sin tecnología, no debemos estar nosotros consultando el móvil.
2.- Es muy cómodo poner a los niños frente a una pantalla para mantenerlos entretenidos mientras nosotros realizamos otras tareas o descansamos. Establecer sus horarios tecnológicos dependiendo de nuestras necesidades o situación de ánimo es muy difícil de comprender en edades tempranas. Debemos de tener normas claras.
3.- Los niños deben de realizar actividades por sí mismos, sin tecnología. Un libro de papel, un juego educativo en el que interactúe con su familia o amigos, hacer deporte, aprender manualidades, tocar un instrumento… Hay que fomentar sus habilidades.