Sin embargo, el límite de 30 por hora de los barrios residenciales de las ciudades sí tiene una base científica. Los estudios realizados con dummies demuestran que los atropellos frontales (golpe de la cabeza contra el capó o similar) y por la espalda (nuca contra el capó o similar) suelen ser fatales incluso a velocidades más bajas. Incluso a 20 por hora, si no existe frenada del coche antes para bajar la velocidad y el peatón está estático, las posibilidades de supervivencia son muy pocas si el coche arrolla al peatón y este, por “efecto peonza”, golpea con la cabeza contra el vehículo. Solo cuando el atropello es frontal pero con la esquina del vehículo, el peatón recupera posibilidades de vivir porque el golpe en la cabeza no es tan seco.

Pero la mayoría de los atropellos en ciudad son laterales. Y aquí, los estudios muestran que el peatón multiplica enormemente las posibilidades de supervivencia si el impacto es a 30 kilómetros por hora o menor. Simplificando, prescindiendo de muchos matices técnicos para ser más rotundos: 30 por hora es una frontera científica que separa la vida de la muerte en los atropellos.

Por eso, tiene todo el sentido que las zonas residenciales sean Zonas 30. El proyecto de movilidad en las ciudades europeas se está construyendo con arterias “rápidas” que son vías anchas de doble carril o al menos de doble sentido en las que circular a 50 (hay más visibilidad, menos atropellos y por tanto más tiempo de reacción en la que con el freno se puede bajar de 50 a 30), anillos exteriores de autovía (rings) que circunvalan el tráfico rápido y el pesado y actúan de distribuidores y finalmente Zonas 30, que es donde vive la gente. Calles estrechas, con coches aparcados y poca visibilidad.

Siempre nos enseñaron que detrás del balón va un niño… Ahora hay pocos niños ya que jueguen al fútbol en las ciudades fuera de los recintos deportivos, pero a pesar de todo, los niños, los ancianos y la nueva “criatura”, el peatón tecnológico embebido en su Smartphone, aparecen súbitamente entre los coches aparcados para cruzar una calle… Y realmente solo importa de quién es la culpa de un atropello a efectos legales. A efectos sociales, el vulnerable es el peatón. Y sea culpa del coche, o del peatón, un atropello es un drama humano en el que siempre paga el peatón. Sea su culpa o no lo sea, hay que protegerle.

Y un último dato que no debemos olvidar. Hablar de 30 por hora nos parece una velocidad muy lenta porque en el argot automovilístico lo es… Pero 30 por hora equivalen a más de ocho metros en un segundo. Es la distancia de un tercer piso al suelo. En un segundo. Frenar de golpe, aplastar esos ocho metros por segundo es un impacto brutal, violento y, en la mayoría de los casos en los que no hay deceleración previa, es un impacto mortal.