Las nuevas medidas que planea adoptar Australia con respecto a la expansión de la industria de extracción de combustibles fósiles supondrían graves consecuencias para el medio ambiente y situarían al país como uno de los más contaminantes para el año 2030.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU sitúan el año 2030 como plazo límite para la reducción de los niveles de polución y contaminación, y la sustitución de los combustibles fósiles por energías más limpias. Un objetivo similar al aprobado en el Acuerdo de París, que pretende limitar el calentamiento global a 1,5 grados con respecto a los datos de temperaturas de 2005.

Sin embargo, desde que en 2013 se derogó el impuesto a la emisión de gases contaminantes en el país oceánico, los niveles de contaminación han ido en aumento. Unos datos que suponen que en la actualidad un 5% de las emisiones contaminantes a nivel mundial provienen de Australia. Como denuncian desde asociaciones ecologistas, continuar con esta situación, así como con las expansiones de proyectos para la explotación de reservas de carbón y gas, supondrían que este país se convirtiera en el responsable de un 17% de la contaminación global para el año 2030.

A esto se le suma el alto número de incendios que durante los últimos años han arrasado Australia, así como las sequías y el blanqueamiento de corales que amenaza con acabar con la Gran Barrera y con convertir al país oceánico en uno de los lugares más contaminantes del planeta.