Una reciente investigación llevada a cabo por la Universidad de Salamanca y el Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de esta misma ciudad (IRNASA-CSIC), ha demostrado que las plantas, que tienen la capacidad de adaptarse a ciertos tipos de estrés, por ejemplo, a la temperatura o a un exceso o falta de agua y la sal, pueden ver afectada esa respuesta en una situación muy concreta por la combinación de fertilizantes químicos y biofertilizantes.

El estudio se ha realizado en invernaderos con plantas de tomate y se ha comprobado que los ejemplares, con esa doble fertilización, no respondieron de forma adecuada a la sal.

El objetivo de la investigación era comparar las respuestas a la sal de plantas de tomate tratadas con un fertilizante de tipo NPK, que tienen en su composición nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K), con un biofertilizante que incluye al hongo Trichoderma harzianum.

En situaciones como las que provoca el estrés salino, el sistema de fitohormonas modifica los niveles de las plantas para adaptarse, la planta cierra sus estomas para no perder agua y detiene temporalmente su crecimiento.

En este caso, tanto las plantas tratadas con el fertilizante NPK, como las tratadas con el fertilizante biológico pudieron adaptarse y realizar esta adaptación y, finalmente, conseguir desarrollarse y alcanzar una buena altura.

Cuando se combinaron ambos tipos de fertilización en esa situación de estrés salino, las plantas continuaban creciendo, pero habían perdido mucha agua y estaban colapsadas, es decir, no se habían adaptado.

En definitiva, las plantas reaccionan perfectamente cuando son tratadas con un solo tipo de fertilizante, pero no cuando estos se combinan.

Desde la Universidad de Salamanca creen que el problema puede ser la sobreestimulación porque es probable que, en esa situación, ante otros tipos de estrés como el híbrico o las temperaturas extremas, las plantas se colapsen, puesto que una de las fitohormonas ABA, esencial para responder a las adaptaciones, no reacciona.

El problema de los fertilizantes habituales es que contienen elementos como el nitrógeno, que es muy contaminante y acaba en la atmósfera o en acuíferos, mientas que las plantas solo aprovechan entre un 10 y un 30 %. Por eso, Europa apuesta por los productos biológicos, que contienen bacterias y hongos que también son capaces de beneficiar a los cultivos, eliminando patógenos o promoviendo el desarrollo vegetal.

Sin embargo, en época de transición y teniendo en cuenta que se utilizan grandes cantidades de estos productos, es probable que muchos agricultores puedan llegar a mezclar unos y otros. En ese caso, esta investigación indica que las consecuencias pueden ser negativas para los cultivos.