El estudio define este tipo de contaminación como “un asesino silencioso, que no recibe la atención que debería, por no tratarse de un fenómeno con muertes tan dramáticas como las provocadas por otros desastres o epidemias”.

La polución aérea es una pandemia que afecta a más de seis mil millones de personas, de las que un tercio son niños. Y causa hasta siete millones de muertes prematuras al año. En este caso, de 600.000 menores.

La contaminación atmosférica, no obstante, constituye un problema que puede prevenirse. De hecho, Boyd recalcaba el gran progreso que se ha logrado en distintos países, como Indonesia e India, donde se han puesto a disposición de familias con pocos recursos, técnicas de cocina más sostenibles y menos dañinas para el medio ambiente. Además, alabó la iniciativa de algunos gobiernos de eliminar las centrales eléctricas impulsadas por combustibles fósiles.

La ley reconoce en más de 155 países el derecho a un entorno saludable. Por tanto, Boyd considera que el fracaso a la hora de mantener el aire limpio, constituiría una violación de los derechos fundamentales.

A través de este informe se contemplan también las claves que todo Estado debe tomar para poder garantizar un medio ambiente sostenible. Unos puntos que se centran: en el control de la calidad del aire y en su impacto en los ciudadanos, en encontrar a los principales culpables de la polución aérea de cada territorio, en hacer pública esta información y en contar con todo tipo de políticas que por ley establezcan protocolos para la calidad del aire.

Con estas acciones, Boyd asegura que no solo se estaría luchando contra la contaminación del aire, sino que también se estaría combatiendo en gran medida el efecto invernadero responsable, entre otros, del cambio climático al que está expuesto el planeta.