El avance de los efectos del cambio climático y la contaminación se dejan ver cada vez más en espacios naturales, como ocurre con el Parque Nacional de Doñana. Este recinto ha empezado a mostrar los primeros indicios de contaminación, por encontrarse en una situación geográfica que supone una elevada cercanía con áreas químicas de Huelva, así como por las zonas de alta actividad agrícola que rodean este espacio.

Para medir los niveles de contaminación y la oxidación del terreno, se llevan a cabo análisis de diversos agentes e indicadores que señalan un aumento de la toxicidad del recinto. Sin embargo, desde la Universidad de Córdoba han comenzado a analizar estas mediciones a través de un bioindicador terrestre de los tóxicos de esta área.

En este caso, se miden los efectos de la polución del paisaje de Doñana a través de ratones morunos, un animal no protegido que habita en esta zona y que permite que se deriven con gran precisión los resultados de los análisis de daños oxidativos en proteínas de los roedores, a su entorno.

Estos daños se relacionan con el estrés oxidativo del terreno, uno de los principales agentes contaminantes de este tipo de territorios que puede dar lugar a todo tipo de patologías. De esta manera los responsables de la investigación han llegado a la conclusión de que, en el caso de los ratones, estos contaminantes afectan a procesos biológicos clave y pueden llegar a provocar grandes daños en los órganos de los animales.

Estos resultados se unen a otros estudios que advertían de un alto nivel de oxidación en los arrozales próximos al parque; en este caso, gracias a bioindicadores de ecosistemas acuáticos, como el cangrejo rojo. Unos resultados que alertan de la presencia, cada vez mayor, de contaminantes tóxicos, tanto en los alrededores del Parque Nacional de Doñana, como en el propio corazón de este espacio.