Si extendiéramos este cálculo a nivel mundial y a espacios más allá de las playas, la cifra se eleva a seis billones de cigarrillos, de los que 4,5 terminan tirados en la naturaleza.

En el filtro de los cigarros es donde se acumula una gran parte de los componentes nocivos del tabaco, que además se liberar con el contacto con el agua, según un informe del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo.

Los componentes dañinos son la acetona, el amoniaco o la naftalina, compuestos presentes en algunos productos de limpieza del hogar, pero también el arsénico, polonio, metanol, disolventes industriales o elementos radiactivos.

Un problema ambiental

Lo que llama la atención, según la ONG SEO/BirdLife, es que, además de la toxicidad sobre el ser humano, las colillas suponen un grave e incómodo problema ambiental en playas, océanos y mares, pero también desencadenan incendios forestales.

Un estudio del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB) señala que la mayor parte de los residuos que se acumulan en la arena de las playas son plásticos (36,8 %) y colillas de cigarrillos (30,6 %).

Además, en su informe de 2017, la ONG Ocean Conservancy aseguró que las colillas representan el 13 por ciento del total de desperdicios recogidos en su campaña mundial.

Colillas en la arena

La plataforma valenciana de crowfunding para proyectos medioambientales La Teua Terra ha lanzado la campaña #desentierralacolilla que durante todo el mes de agosto tratará de combatir los efectos de estas sustancias tóxicas.

Se trata de una acción de sensibilización y educación que anima a los bañistas a denunciar el estado de sus costas mediante el envío de fotografías de colillas enterradas en la arena e informa a los fumadores de los peligros de fumar para la salud y para el entorno.

La plataforma recuerda que “aunque se intenten enterrar en la arena, la mayoría de las colillas acaban en el mar, lo que supone una grave amenaza para la biodiversidad y contamina la cadena alimentaria”.

En este sentido, SEO/BirdLife recuerda que las colillas contienen sustancias como cadmio, arsénico, alquitrán o tolueno que, al entrar en contacto con el agua, poseen efectos devastadores en la naturaleza y envenenan a moluscos, peces, reptiles y aves.

De hecho, afirma, cada colilla puede contaminar entre 8 y 10 litros de agua del mar y hasta 50 litros si se trata de agua dulce, y su ingesta puede ser una causa de mortalidad directa en aves y cetáceos.

Para Sara Güemes, de la entidad sin ánimo de lucro Ecoembes, prohibir los filtros no biodegradables puede ser una primera solución, aunque es la educación la manera más efectiva de luchar contra “un gesto tan cotidiano pero tan incívico como es tirar una colilla”.

Ha apuntado a la colocación de señales y ceniceros en espacios públicos, fomentar el uso de ceniceros portátiles e incrementar las sanciones como algunas de las medidas, porque “el efecto que una simple colilla produce en el medio ambiente es devastador”.