La investigación se analizan parásitos y simbiontes no parásitos a la vez. Para ello, los autores utilizaron una gran base de datos global de los ácaros de las plumas de las aves, que actúan como “barrenderos” de las plumas de los pájaros. Este es uno de los grupos biológicos más amenazados de la Tierra, en el que se incluyen lombrices, tenias, gusanos, pulgas, garrapatas, piojos y otros parásitos.

La mayoría son conocidos por causar enfermedades en los seres humanos, el ganado y otros animales, pero lo cierto es que juegan un papel importante en los ecosistemas, porque ayudan a controlar la salud de las poblaciones salvajes y mantienen la circulación de energía a través de las redes tróficas. Así pues, los expertos afirman que una gran diversidad de parásitos se considera un signo de salud de un ecosistema.

El equipo de investigadores estudió, mediante el rastreo y el apunte de las coordenadas de origen, los más de 20 millones de ejemplares de la colección de parásitos del Smithsonian Museum, de Washington. Tras completar la información, los datos se usaron para hacer predicciones sobre el futuro de los parásitos ante el augurio de cambios climáticos.

Con esto se ha determinado que los parásitos están más amenazados incluso que los animales que les sirven de hospedadores, y que la capacidad de dispersión de los parásitos es determinante en el efecto que tendrá el cambio climático sobre su extinción.

El modelo climático más catastrófico predijo que más de una tercera parte de especies de parásitos podrían desaparecer hacia 2070, mientras que los modelos más optimistas señalaron que la pérdida de especies sería de un 10%.