El mundo se ha vuelto digital y, como siempre decimos, al igual que trabajamos online, aprendemos online y nos divertimos online, y desde hace tiempo también buscamos el amor o el sexo online.

Internet y las redes sociales han abierto múltiples posibilidades a las personas para ponerse en contacto entre sí, y parece que, en la última década, ha habido un boom de las aplicaciones y de la conversación social, e, incluso, se ha creado un nuevo lenguaje para comunicarnos y para expresar todas nuestras emociones y sentimientos.

Dentro de las aplicaciones de citas podemos encontrar desde las más generalistas como Tinder, la más utilizada en todo el mundo con más de 100 millones de usuarios, o Meetic; las segmentadas por edades, Ourtime, para mayores de 50; de nichos sociales ‘exigentes’ como eDarling; y las enfocadas para el colectivo LGTBQ+ como MachoBB, Scruff, Grindr, Wapo, Her, Tser, Scruff, Hornet, GROWLr, etc.

Y justo es el colectivo LGTBQ+ el que más ha encontrado en estas herramientas una salida a sus problemas de timidez, de seguridad frente al acoso, y de libertad…

La cuestión es que hay una baja percepción del riesgo, especialmente entre la población joven y adolescente, en las actividades que hacemos con las aplicaciones y en sí con toda la tecnología. Muchas de las agresiones sexuales que ocurren actualmente tienen su origen o primer contacto en una app de citas, sobre todo, en los últimos casos que ha habido de ‘manadas’.

Una de las características que hace que sean tan demandadas estas aplicaciones es la geocalización: el poder localizar cerca de tu entorno personas de tu mismo sexo o con tus mismas prácticas sexuales.

El gran problema, y que ha aumentado de forma exponencial, ha sido el uso de las aplicaciones de citas para la práctica del chemsex.

Y ¿qué es el Chemsex?

El término anglosajón está formado por las palabras ‘Chems’ (química) y ‘sex’ (sexo), y es la práctica de consumo sexualizado de sustancias, entre hombres gais y bisexuales, otros HSH y personas trans y no binarias que participan en la cultura gay del “sexo casual” o “sin compromiso”. Este uso intencionado de drogas para tener relaciones sexuales hace que estas puedan prolongarse durante horas o incluso varios días. Las sustancias más utilizadas para ello son GHB, cocaína, mefedrona, poppers, metanfetamina, ketamina, fármacos anti-impotencia y poppers, aunque es frecuente el policonsumo. Las drogas se fuman, se esnifan o se inyectan (slamsex).

¿Solo para buscar sexo?

Un estudio ha permitido documentar con evidencias que hay usuarios que utilizan apps para buscar parejas sexuales con las que compartir sesiones o chills, pero también para comprar, vender o compartir sustancias.

Hay todo un argot, abreviado o encriptado que no solo se utilizada en este tipo de apps de citas, sino que también podemos encontrarlo en redes sociales como Twitter o Instagram:

Para referirse al consumo de drogas en contextos sexuales:

Figura 1
Figura 1 | Levanta la cabeza

Fuente: “El chemsex y sus vínculos con el uso de aplicaciones de geolocalización entre hombres que tienen sexo con hombres en España: un análisis etnográfico virtual”.

Para hablar del consumo se sustancias durante las sesiones, incluida las inyectadas (slamsex):

Figura 2
Figura 2 | Levanta la cabeza

Fuente: “El chemsex y sus vínculos con el uso de aplicaciones de geolocalización entre hombres que tienen sexo con hombres en España: un análisis etnográfico virtual”

Para ofrecer y vender drogas para las sesiones:

Figura 3
Figura 3 | Levanta la cabeza

Fuente: “El chemsex y sus vínculos con el uso de aplicaciones de geolocalización entre hombres que tienen sexo con hombres en España: un análisis etnográfico virtual”

Perfiles de usuarios buscando sesiones de Chemsex:

Figura 4
Figura 4 | Levanta la cabeza

Fuente: “El chemsex y sus vínculos con el uso de aplicaciones de geolocalización entre hombres que tienen sexo con hombres en España: un análisis etnográfico virtual”

¿Y cuáles son los riesgos que conlleva esta práctica?

  • Sin duda, los primeros afectan a la salud física: el altísimo riesgo tanto para la adquisición y transmisión del VIH y otras ITS, infecciones intravenosas, de los genitales, perforación intestinal, deterioro físico, etc.
  • Por otro a la salud mental: el consumo problemático de sustancias y el riesgo de adicción, impactos sobre la salud mental, cuadros psicóticos, esquizofrenias, depresión, ansiedad.
  • Y, finalmente, el riesgo adictivo: el uso compulsivo de las aplicaciones.

Por tanto, ¿las aplicaciones para ligar pueden ser adictivas? Dejando a un lado el eterno debate sobre si podemos o debemos hablar de adicción o no, lo que sí está claro es que tanto la necesidad de encontrar ese soñado ‘match’ ideal, como el morbo de las fiestas o chills bajo anonimato, el placer del sexo prolongado durante horas y horas nos hace estar en estado de alerta continúa y generando adrenalina por doquier (sin contar los efectos que poco a poco van haciendo las drogas en nuestro organismo...).

Pero no podemos olvidar que, tanto en su día a día como aquí, en digital, en estas aplicaciones muchas personas del colectivo LGTBQ+ sufren discriminación: usuarios que en sus mensajes utilizan el ‘emoticono del chocolate o del arroz’ para dejar claro que no quieren contacto alguno con personas asiáticas o negras. Frente a esta LGTBfobia, Grindr ha sido la primera en plantar cara y eliminar de los perfiles todas las declaraciones discriminatorias (siempre protegiendo los gustos y la libertad de expresión, por supuesto, pero sin discrminación).

El nuevo Plan de Acción sobre Adicciones 2021-2024 del Ministerio de Sanidad, aprobado a principios del 2022, ya incluía por primera vez el abordaje de la prevención de prácticas como el chemsex.

Felgtb, el colectivo Cogam, Apoyo Positivo, Stop, el Programa Pausa, y los CAD del Instituto de Adiciones del Ayuntamiento de Madrid, son asociaciones y entidades, por si crees que necesitas hablar con alguien, si no quieres seguir así, o si la situación se te está yendo de las manos…

Porque mereces sentirte bien, ¡pon tus límites! #LevantaLaCabeza

Laura Cuesta es la responsable de Contenidos Digitales del Servicio de Prevención y Tratamiento de Adicciones del Ayuntamiento de Madrid