Seguimos a personas que encajan con nuestros gustos, a cuentas de nuestro interés, a perfiles que pueden aportarnos información y también entretenimiento. Intercambiamos likes, retuits, regalamos corazones en cada post que nos gusta e interactuamos con los perfiles que más nos interesan. Las redes sociales han abierto un nuevo mundo desde que en 1997 SixDegrees (Seis Grados) pasase a la historia por convertirse en la primera red social. Las redes sociales han sido capaces de unir a personas que están lejos y paradójicamente también pueden aislarnos de quienes tenemos más cerca. Con un clic escogemos qué ver y qué saber.

La identidad personal se forja durante la adolescencia y se determina por factores sociales. Hay numerosos casos donde las redes sociales se acaban convirtiendo en un problema para algunos adolescentes y jóvenes. A esa edad buscan aceptación social y no son pocos los que se sumergen en internet y allí conforman una forma de ser y actuar. En España, el 31 % de las personas que usan redes sociales tienen entre 16 y 30 años, según el estudio We are social de Hootsuite publicado en 2020. El mismo estudio aclara que solo en España hay 29 millones de personas que utilizan de forma activa las redes y pasan casi dos horas al día conectados a ellas.

Un infome de NexGlobal, donde se analiza cómo las redes afectan a la personalidad, menciona la definición que hace el psiquiatra Elías Aboujaoude de la ‘e-personality’: la imagen que te gustaría tener en el mundo virtual”. Según este experto, esta ‘e-personality’ tiene consecuencias en la personalidad “convencional”. “La personalidad virtual se manifiesta en cada e-mail que enviamos, en cada amigo de Facebook que hacemos, cada vez que compramos algo por internet…”. El psiquiatra de la Universidad de Stanford escribió hace casi una década que esta identidad digital puede estar alterando de forma irreparable el desarrollo de nuestra personalidad, sobre todo las de los más jóvenes. En el libro 'Virtually you: The Dangerous powers of the E-personality', Aboujaoude aseguraba que "cada vez más nos estamos empezando a parecer a nuestros avatares, a nuestra personalidad electrónica". Hoy podríamos preguntarnos si una de las razones de que haya tanta polarización y comportamientos extremos tiene que ver con cómo nos comportamos online.

La mayor parte del tiempo utilizamos nuestros perfiles de las redes sociales como un espejo virtual. Mostramos nuestro alter ego según nos convenga, según necesitemos afirmarnos o que nos acepten los demás. El principal problema llega a la superficie cuando virtualizamos nuestra personalidad. El psicólogo Jorge Pedraza, en un artículo en el blog Psicología-Online, afirma que “la problemática surge cuando nos escondemos de nosotros mismos y ya no pensamos en quienes somos en realidad, sino en quién deseamos demostrar a los demás que somos. Así, irremediablemente concebimos la idea de que nuestros perfiles sociales somos nosotros mismos y que nuestra realidad física pasa a ser un segundo plano supeditado al de aquella realidad virtual llena de distorsiones mediáticas”.

José Ramón Ubieto, psicoanalista y profesor colaborador de los Estudios de Psicología y ciencias de la Educación de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC) señala en un artículo de CuidatePlus que “en general, en la vida virtual y en la real, somos distintos porque lo virtual no exige poner el cuerpo y eso, junto al anonimato, desinhibe y hace que el compromiso de cada uno respecto a sus dichos cambie. Para algunos puede llegar a ser como un carnaval diario donde uno elige el disfraz que prefiere”.

Quizá sea el momento de preguntarnos si somos realmente nosotros o estamos más cerca de la personalidad electrónica que lanzamos cada día al ciberespacio. Como en tantas otras cosas, el sentido común es esencial. #LevantaLaCabeza