En la escuela de calor de Radio Futura solo nos enseñaron que había palomas que aprendían a sobrevolar el peligro, que ardían las calles al sol de poniente y que había tribus ocultas. No nos dijeron nada de su poder purificador. Desde el comienzo de la crisis sanitaria de la COVID-19 se viene hablando en videollamadas con amigos y familiares, en tertulias y entre la comunidad científica que los grados centígrados pueden significar algo más que una sensación térmica cuando hablamos de matar al bicho. Los más atrevidos llegaron a mandar una cadena de WhatsApp asegurando que el SARS-CoV-2 se fundía a los 27 grados. Era un bulo. La realidad es que nadie se aclara. Cada vez más investigaciones hablan de que un cambio de estación no detiene la transmisión pero sí puede hacer que la acción el coronavirus sea menos eficaz.
Si atendemos a los estudios científicos, hay resultados para todos los gustos. Uno de los últimos asegura que eso de que el coronavirus desaparecerá con la subida de las temperaturas no es cierto. Peter Jüni, profesor de epidemiología de la Universidad de Toronto (Canadá), y su equipo analizaron los datos de países con temperaturas medias de más de 30 grados y de regiones canadienses donde el termómetro se mantiene habitualmente en los -10 grados y las diferencias en cuanto a transmisión del virus no eran apreciables. “El coronavirus no necesita condiciones favorables”, fue el resumen de estos expertos.
Sin embargo, un estudio de la Agencia Estatal de Meteorología y el Instituto de Salud Carlos III demostró vinculación entre variables meteorológicas y propagación del coronavirus. Comparando el número de contagios nuevos diario por cada 100.000 habitantes con la temperatura promedio en la comunidad autónoma, los indicios muestran “la existencia de una correlación negativa entre ambos; es decir, a menor temperatura promedio, mayor incidencia”.
No vamos a insistir. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda seguir las medidas de protección al margen de lo que marque el termómetro. Así que no utilices la tecnología casera y más rudimentaria para acabar con el virus. Al principio de la pandemia se llegó a decir que el secador de manos, ese que hay en bares, restaurantes y otros establecimientos, mataba el virus. Y no era cierto.
Ahora, la empresa Ford Motor Company ha diseñado un nuevo software para controlar la calefacción de los vehículos policiales SUV, los del modelo Ford Police Interceptor. Su intención es reducir la propagación del virus elevando la temperatura interior más allá de los 56 grados centígrados durante 15 minutos. Según el constructor estadounidense, que ha trabajado junto con la Universidad de Ohio, a esta temperatura se destruiría la concentración viral en las superficies materiales del interior del vehículo. Para realizar esta desinfección con calor, el software calienta el motor a temperatura elevada, activando los sistemas de control del clima y del tren motriz, que trabajan juntos automáticamente para subir las temperaturas hasta los 56 grados. Cuarto de hora después, el coche patrulla quedaría descontaminado. O eso dicen. Lo están probando en los departamentos de Policía de Nueva York, Los Ángeles, Michigan, Massachusetts, Ohio y Florida.
La temperatura capaz de acabar con el patógeno también ha sido estudiada por científicas del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) de Cataluña. Sus resultados coinciden con los de Ford Company en cuanto a los grados a los que se desinfecta un espacio cerrado o una superficie –56 grados centígrados– pero no en el tiempo. Para las investigadoras españoles, son necesarios 52 minutos a esa temperatura o no más de 8 minutos si el calor llega a los 65 grados. Como esta desinfección es efectiva en habitáculos cerrados con ambiente seco, sería un buen método para higienizar autobuses, trenes, coches de policía, taxis y ambulancias.
Otra cosa distinta son los mapas de calor y las cámaras térmicas, herramientas tecnológicas creadas para controlar las aglomeraciones en espacios cerrados y para saber cuál es nuestra temperatura corporal, uno de los síntomas para determinar si estás contagiado o no.