Partamos de una escena habitual en bares, restaurantes y espacios públicos: niños y niñas atendiendo a un dispositivo electrónico mientras sus padres pueden disfrutar con más calma del encuentro con sus amistades o, simplemente, gozar del silencio. Las tablets, móviles o consolas se han convertido en grandes aliadas para la tranquilidad parental, ya que son capaces de acaparar la atención inmediata de quien tiene delante, actuando como un verdadero analgésico. A esta práctica de recurrir a la tecnología para captar la atención de una persona se le denomina el Chupete digital. Un sedante tecnológico de primer nivel.

¿Pero a qué se debe esa recurrencia? María Zabala, directora de Sociedad y Tecnología en Alabra y autora del libro ‘Ser padres en la era digital’, establece el punto de partida para abordar la cuestión: “Progenitores que viven muy deprisa, tienen mucho que hacer y además asumen una teoría social de búsqueda de bienestar y de tendencia a la inmediatez”. “Quieren poder charlar en un restaurante, por ejemplo, o que el niño deje de llorar o quejarse. Y la tecnología es un recurso fácil: distractor, estimulante, infinito… y eficaz”, asegura.

La pantallización de la infancia y la juventud en el espacio público y privado ha repercutido en su modo de vida. Según elestudio PASOS 2022, de la Gasol Fundation, los menores dedican 6,7 minutos menos al día a la práctica de actividad física respecto a 2019 y pasan un total de 198,9 minutos frente a las pantallas entre semana, 21 minutos más. Sus consecuencias ya han sido analizadas por numerosas asociaciones en todo el mundo. Las asociaciones de pediatría advierten desde hace años que los menores de 18 meses no deben exponerse a pantallas de televisión, móvil o tablet. A edades posteriores, recomiendan hacer un uso mínimo y consciente, controlando la tipología de contenido y reduciéndolo a pequeñas dosis.

Los efectos que acarrea el chupete digital son muy variados: desde consecuencias en el desarrollo cerebral, a problemas asociados al sedentarismo, trastorno del sueño o secuelas en la salud emocional (niños y niñas más irritables, con tendencia a la distracción o baja tolerancia a la frustración).

Según un informe de la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo, los estudiantes españoles han bajado 7 puntos su nivel de comprensión lectora. Su conclusión es clara: entre los 57 países evaluados, los que mejor rendimiento obtienen son los que dedican menos de 30 minutos diarios a la búsqueda de información en ordenadores, móviles y tabletas.

“En las aulas vemos con preocupación la falta de atención, límites, empatía e imaginación de nuestros niños”, cuenta Rocío Parrondo, profesora, periodista y creadora del Podcast ‘La canastilla de mamá’. “Cuando son bebés, en pleno desarrollo, lo aconsejable es que se muevan, experimenten, se caigan, toquen y manipulen tanto como sea posible. El juego debe ser la fuente de distracción y aprendizaje”.

Parrondo advierte del propósito de quienes están detrás de las pantallas: “Las aplicaciones están diseñadas para crear adicción, por ello es aconsejable que nuestros niños no se expongan a este tipo de contenidos de manera excesiva”.

Un problema sistémico donde la actitud cuenta

Pero recurrir a las pantallas no ha de convertirse en una discusión entre buenos y malos. Es una cuestión de raíz, que forma parte de la estructura social en la actualidad. Las dificultades de la conciliación familiar, la edad de oro del trabajo y la meritocracia, el boom de las tecnologías y el descuido de los cuidados articulan un nuevo paradigma al que es complicado adaptarse.

Como señala la pedagoga y educadora infantil Esther Cano, “es un tema muy holístico. Cuando se usan las tablets de manera muy temprana y desproporcionada, responde a una necesidad de los padres por estar desconectados de sus hijos e hijas. Hay poco entendimiento de lo que los niños y niñas necesitan una inversión de tiempo importante. O se desconoce o no se quiere admitir”.

En esa misma línea, María Zabala explica que “tendríamos que reflexionar, no para erradicar esa tecnología, sino para realmente recurrir a ella con intención y conciencia, con un propósito que tenga en cuenta al menor”.

En general, existe cierta culpabilización hacia las familias que usan las pantallas, muchas veces sin conocer sus circunstancias. El camino, más bien, es la pedagogía. “Las familias no necesitan un ataque constante que les diga qué no deben hacer, sino recursos e información que les explique que pueden, en ocasiones, recurrir a la tecnología, pero sabiendo por qué lo hacen, en qué contexto y con qué consecuencias”, señala Zabala. Por su parte, Cano se solidariza con las familias: “Falta mucho apoyo. Antiguamente había muchas personas en los entornos para prestar ayuda, estaban las casas de vecinos, las plazoletas, etc. La sociedad se ha individualizado y el ritmo de vida es muy alto”.

Cano defiende que “es necesario incluir a los niños y niñas a la hora de organizar los planes. Igual que si quedamos con adultos, tenemos en cuenta quién come carne, por ejemplo. A los niños y niñas los tenemos poco en cuenta a la hora de plantear planes. A veces los niños están pidiendo a gritos disfrutar de cada fase de su vida. Si está aprendiendo a andar, a subir escaleras, etc. Lo que piden es que nos adaptemos a su realidad”.

La demonización de las pantallas tampoco es una opción en un mundo en el que, tarde o temprano, tendrán que aprender a convivir con ellas. Como tantas cosas en la vida, un acercamiento gradual y monitorizado ayudará a la infancia y la juventud a integrarlas en su día a día. Así, María Zabala concluye que “el problema no radica en que un niño conviva con pantallas durante su infancia, sino en que nosotros convirtamos a la tecnología en una sustitución de todo lo demás que necesitan realmente nuestros hijos en sus primeros años de vida”.

Consejos para limitar las pantallas en la infancia

  • Fomenta actividades al aire libre. Los espacios abiertos, con distractores naturales y estímulos más saludables, permiten a los niños interactuar e integrarse en el entorno. Lo que sucede, sucede in situ y no en una recreación digital. Este hecho ayuda a adquirir conciencia del espacio.
  • Recurre a los recursos del siglo pasado: leer y dibujar. ¿Qué hacían las familias antes de la llegada de los dispositivos móviles? La lectura era una opción habitual, tanto como el dibujo. Además, se tratan de recursos económicos y accesibles a cualquier familia.
  • Experimenta con el juego. El juego es un concepto casi infinito y es una buena fórmula para captar la atención de los niños y niñas. Enseñarles a jugar y a tener curiosidad, estimula su imaginación y desarrolla sus capacidades.
  • Busca espacios de socialización. Los espacios compartidos, donde la atención y cuidados de los niños se distribuyen, son más llevaderos para padres y madres.
  • Predica con el ejemplo. Desde muy pequeños, niños y niñas tienden a repetir aquello que ven. Es habitual en el juego, por ejemplo. Así que si ven a los adultos continuamente consultando el móvil, su atención irá directamente al dispositivo. Tener autocontrol es también una manera de trabajar el suyo propio.
  • Establecer turnos para una dedicación personalizada. Aunque no todo el mundo puede permitírselo por estructura familiar, muchos padres y madres se turnan en los cuidados, fomentando espacios propios con el padre por un lado o la madre por otro, propiciando momentos íntimos que fortalecen los lazos con sus progenitores.
  • ¡Viva el deporte! El deporte ayuda a fortalecer huesos y músculos, impulsa la psicomotricidad, aumenta la concentración y la memoria e incluso repercute en el buen humor. Introducir a las nuevas generaciones en el mundo del deporte se traduce en generar entornos sin la presencia de las pantallas.