La mayoría de ciudades grandes de China tienen baños públicos repartidos por sus calles. Están impolutos y eso hace que su uso sea bastante cómodo. Sin embargo, cuando una persona entra en el habitáculo donde se aloja el inodoro se da cuenta de que no hay papel higiénico. El único modo de conseguirlo es poniendo la cara delante de una pantalla de reconocimiento facial. Cualquier persona puede colocarse frente a ella y de la caja que tiene una pantalla a modo de espejo sale un pedazo de papel.
Es una más de los cientos de fórmulas que tiene el gobierno chino para tener a sus ciudadanos controlados a través del reconocimiento facial. Aunque esta, sin duda, es una de las más curiosas.
La clave es la vigilancia
En los últimos tiempos el reconocimiento facial ha evolucionado casi a la misma velocidad que críticas ciudadanas ha tenido su uso por parte de los gobiernos. Se trata de una tecnología capaz de identificar a un sujeto a través de una imagen, vídeo o cualquier elemento visual de su rostro. Generalmente, esta identificación es usada para acceder a una aplicación, sistema o servicio. En el caso de China, por ejemplo, para conseguir el papel higiénico en un baño público, entre otras muchas cosas. En algunos otros países de Occidente, para identificar a posibles delincuentes.
Gran Bretaña se lleva la palma en el uso del reconocimiento facial con ese fin. El país ha apostado fuerte por él. De hecho, es muy fácil ir por la calle y que nuestra cara sea escaneada varias veces. Igual de fácil que es que ese sistema se confunda e interprete por error que nuestra cara es la de un malhechor. En caso de que salte una coincidencia, un agente puede detenernos en el momento.
El país lo usa desde 2016 y sigue haciéndolo hoy en día de la misma manera que China o Estados Unidos, cuya población empieza a asociar esta tecnología con la discriminación racial.
El pasado año en Gran Bretaña se escanearon como mínimo los rostros de 8.600 personas sin su consentimiento en una sola semana en Oxford Circus, uno de los puntos más concurridos de Londres.
A pesar de que no están claros los fines reales de este tipo de reconocimiento, sí se sabe que estos sistemas han sido desarrollados por la compañía japonesa NEC. Un informe de la organización Privacy International revela que la compañía británica Facewatch habría mantenido contactos en 2019 con la Met y con la Policía para compartir datos biométricos sobre criminales
Pero Reino Unido no es el único país de Europa que lo usa para vigilar. La policía de Alemania o de Países Bajos también, aunque no de manera tan intensa. En Belgrado, el Gobierno serbio ha desplegado un sistema compuesto por un millar de cámaras con un software capaz de identificar a los ciudadanos en tiempo real.
¿Qué pasa en España?
España carece de una normativa específica y se atiene a lo que indica el Reglamento Europeo de Protección de Datos (RGPD), que aunque es muy estricta en la salvaguarda de los derechos de los ciudadanos, deja resquicios a diferentes interpretaciones de qué se puede hacer y qué no. En la legislación española el RGPD se desarrolla en la Ley Orgánica 3/2018, en la que no aparece un apartado específico sobre el reconocimiento facial y la única mención a datos biométricos tiene que ver con su tratamiento.
Mientras llegamos a una legislación más específica podemos encontrar varias utilidades al reconocimiento facial: segundo factor de autenticación, para añadir un extra de seguridad; acceso a una aplicación móvil sin necesidad de contraseña o acceso a un dispositivo bloqueado. Este tipo de usos distan mucho de la vigilancia a la que se está asociando esta tecnología y son claramente menos invasivos. Mientras tengamos nosotros el control de nuestro rostro la finalidad de esta tecnología siempre será transparente.