En los años sesenta del siglo pasado, el ilustrador y caricaturista Saul Steinberg, conocido por sus trabajos en la publicación norteamericana The New Yorker, apareció en una entrevista que le iba a hacer la fotógrafa Inge Morath con una máscara hecha con una bolsa de papel marrón donde había dibujado una cara. Aquella anécdota debió gustar a parte de la inteligentsia cultural neoyorquina. Así que hubo más de una convocatoria festiva con invitados ataviados con bolsas de papel en la cabeza. Pasaban el rato enmascarados y cuentan que hasta el dramaturgo Arthur Miller acudió de esta guisa a una de estas fiestas.

Entre las bolsas con rostro y el mundo enmascarado en el que nos encontramos hoy por el coronavirus, el ser humano ha ideado todo tipo de trajes de protección, la mayoría vinculados a la aventura espacial, el submarinismo o los trabajos de riesgo. La COVID-19 ha establecido una distancia de seguridad para evitar el contagio, los famosos 2 metros de separación, y ya hay empresas y emprendedores que se están estrujando el cerebro para aportar soluciones tecnológicas con mayor o menor acierto... estético. Aemás, hay empresas tecnológicas que han puesto en funcionamiento sistemas de inteligencia que pueden hacer identificaciones de personas con mascarilla.

Estos días se ha difundido por las redes sociales y la televisión el Micrashell, un traje especial que permite beber y vapear (inhalar el vapor creado por un cigarrillo electrónico) y acudir a saraos en discotecas sin peligro a que las microscópicas gotas del coronavirus entren en nuestro organismo. El prototipo ha sido desarrollado por Production Club, una empresa dedicada a producir experiencias inmersivas en la industria del entretenimiento. A simple vista, parece un traje de astronauta para hipsters. Diseñado con materiales ligeros y altamente resistentes a la abrasión, es fácil de desinfectar. Y la máscara, que lleva un sistema de filtración de partículas, incluye dos dispensadores para beber y fumar. La empresa, fundada por un español, ha explicado que su invento permite tener relaciones sexuales y hasta cargar el teléfono móvil. El fin último sería que la gente pudiese acudir a festivales de música y conciertos. Por eso, Micrashell cuenta con un sistema de altavoces que permite escuchar la música directamente desde la cabina del dj, amplificada directamente del sonido del local o mediante una emulación del sonido del entorno basado en psicoacústica.

La empresa VYZR Technologies también ha creado su particular traje anticoronavirus. El BioVYZR es una especie de escafandra que sella completamente cabeza y torso. Dispone de un sistema de purificación de aire para filtrar los patógenos, alérgenos y contaminantes que hay en el aire. Sus diseñadores han explicado que lo que han hecho es adaptar a la ‘nueva normalidad’ tecnología que se utilizaba en entornos industriales o sanitarios. De una sola vez elimina la posibilidad de tocarte la cara, contagiar y ser contagiado. Recuerda a las capotas de los carritos de bebé en días de lluvia.

Por otro lado, la compañía tecnológica Xiaomi ha puesto en el mercado una mascarilla electrónica capaz de purificar el aire hasta un 95 %. Aunque de nombre un poco largo, Xiaomi Youpin Q5S Electric Anti Haze Sterillizing Mask, esta mascarilla ofrece cuatro filtros de protección: uno de alta eficiencia HEPA, otro de metal exterior, una capa de tela resistente al agua y otro antigérmenes. La máscara tiene una batería recargable que permite una autonomía de hasta 6 horas.

Todas estas iniciativas parecen ciencia-ficción. Por el momento, sigamos usando las mascarillas de farmacia y las artesanas. Y sobre todo, cumplamos las directivas de la Organización Mundial de la Salus (OMS) y las autoridades sanitarias.