En la panza del rover Perseverance, ese vehículo que el ser humano ha logrado amartizar en la superficie del planeta rojo, hay un dron que dentro de 30 soles (días marcianos) empezará su misión, vuelos cortos, de minuto y medio y a una altura no superior a 5 metros, para comprobar si en Marte es posible mantenerse y desplazarse por el aire. A este vehículo sin piloto lo han llamado Ingenuity.
El profesor Jordi Sandalinas, de la Universitat Oberta de Catalunya, reconoce que la misión de Ingenuity "marcará un nuevo hito en la historia de la aviación no tripulada en un planeta o cuerpo celeste más allá del planeta". En este artículo, Sandalinas explica que el fuselaje del dron marciano tiene el tamaño de una pelota de beísbol, "y sus palas girarán 10 veces más rápido que un helicoptero en la Tierra. Así, mientras las aspas de un helicóptero terrestre giran alrededor de 500 revoluciones por minuto, "el sistema de hélices del dron marciano mostrará una velocidad entre 2.600 y 3.000 rpm". Baterías para 90 horas y paneles solares permitirán un uso inteligente de la energía. Una curiosidad: como hay un desfase de 20 minutos entre la Tierra y Marte, el pilotaje del dron no se puede hacer en tiempo real. Los científicos se encargarán de enviar las instrucciones para que Ingenuity vuele de forma autónoma, comenta este abogado y experto en drones.
Este ingenio nada ingenuo forma parte de la última generación de drones. En muy pocos años nos hemos acostumbrado a escuchar historias de drones, la mayoría positivas por su contribución a trasladar ayuda o controlar catástrofes naturales. Además, empiezan a tener un papel protagonista en sectores como la energía, el transporte o la obra civil para salvaguardar el mantenimiento de redes inteligentes o reconocer terrenos en zonas de difícil acceso. No hay que olvidar su contribución en tiempos de pandemia. En febrero de 2020, cuando en Europa aun no se había detectado ningún caso de coronavirus, en el condado chino de Xinchang volaban drones de emergencia sanitaria entre hospitales y centros de de investigación. Aquí en España, especialistas de la Unidad Militar de Emergencia (UME) pilotaron drones para labores de limpieza y desinfección.
Al mismo tiempo que los investigadores desarrollan nuevas utilidades de los drones que mejorarán la vida en la Tierra, estos aparatos también han llegado a manos de los malos. Uno de los sucesos más espectaculares se produjo en agosto de 2019, cuando un grupo de 10 drones dirigidos por el grupo hutí de Yemen atacó un campo petrolífero en el este de Arabia Saudí que provocó un incendio en una planta de gas. Según el CERT, centro de respuesta de seguridad del Instituto Nacional de Ciberseguridad español, este ataque “pone en evidencia los riesgos que supone esta tecnología para los sistemas de control industrial y la necesidad de contar con medidas de seguridad”. Violación de privacidad, ataques físicos e inhibición de las comunicaciones serían algunos de los atentados que podrían cometer los drones.
¿Pero cómo se para un dron? Hemos acudido al INCIBE para conocer algunas de las contramedidas más utilizadas para frenar la acción delictiva de estos aparatos sin piloto y manejados a distancia:
Águilas entrenadas. No es la decisión más acertada esta de utilizar aves rapaces. En teoría, las águilas, una vez que detectan el dron, se lanzan a su caza como si fuera una de sus presas. En Holanda la inversión en entrenar a estos animales no ha salido como esperaban. Después de que la policía holandesa adquiriese cuatro águilas marinas, se dio cuenta de que las aves no obedecían las órdenes como se esperaba. Sin contar con el riesgo que supone para las aves.
Dron anti-dron. En Japón ya han podido comprobar en vivo esta lucha de máquinas en el aire. Los drones van equipados con una malla para capturar a los drones más díscolos que se aventuraron a entrar en espacios aéreos restringidos.
A ‘tiro’ limpio. La cosa no va de disparar y destrozar el dron. El rifle Jammer tiene un alcance de dosmil metro y permite neutralizar la comunicación entre el dron intruso y su piloto y desviar el aparato hasta su base de lanzamiento. El agente localiza visualmente el dron sospechoso, apunta con la mira telescópica y un rayo invisible impacta en los sensores del dron.
Radares e inhibidores. Águilas, drones anti-dron y fúsiles sirven una vez localizado el dron intruso, pero también existen métodos de detectar drones antes de tiempo. Los radares son capaces de controlar la señal de radiofrecuencia emitidas entre el dron y el piloto, y los inhibidores pueden bloquear la señal y dejar inservibles los vehículos no tripulados. El problema es que también puede afectar a las comunicaciones de la instalación que se pretende defender.