Un grabado, un óleo o una escultura. Una obra de un artista reconocido o una pieza de un creador emergente. Sea en el formato que sea y firmado por uno u otro tipo de artista, los amantes del coleccionismo suelen tener la seguridad de que la pieza que adquieren es única o forma parte de una edición limitada y numerada. El concepto de único o limitado caracteriza el mercado del arte, un ámbito donde, sin embargo, no lograban entrar con fuerza los artistas contemporáneos cuyos soportes y herramientas de creación son digitales. Los artistas que apuestan por este tipo de propuestas, que pueden ser desde un dibujo como los del artista Robbie Barrat a un gif en movimiento como los firmados por Sholim, lo tenían complicado para vender su obra en el mercado.

El arte digital no se presenta en un lienzo o en una pieza escultórica que te llevas a casa junto a un certificado de autenticidad. Es un archivo y, aunque existían sistemas de certificación, ninguno se había consolidado. Cuando Christie 's apostó por el NFT, siglas en inglés de Non Fungible Tokens, se dio reconocimiento a este protocolo que garantiza la propiedad de la pieza, su trazabilidad y su definición como obra única o parte de una serie limitada.

Creado gracias al sistema de cadena de bloques, blockchain, el NFT es un certificado que garantiza la autoría, la propiedad y crea un contrato inteligente que ofrece diferentes ventajas para el artista y el comprador. La cadena de bloques o blockchain asegura también el funcionamiento de las monedas virtuales o criptomonedas. La diferencia está en que el NFT no se puede dividir, no es fungible, y generar el mismo valor. Algo que sí podemos hacer con una moneda virtual, como hacemos cuando cambiamos un billete por monedas. Los NFT definen una unidad no divisible, como el lienzo o la escultura que nos llevamos a casa.

Este nuevo sistema de certificación ha despertado la atención de los medios al registrar cifras astronómicas con la venta de las primeras piezas, como el pantallazo del primer tuit de Jack Dorsey, CEO de Twitter, por más de dos millones dólares o la pieza del artista Beeple por más de 69 millones de dólares. Las altísimos precios han llevado a muchos a hablar de burbuja y “la moda especulativa, como suele ocurrir en cualquier ámbito nuevo, pasará y el NFT permitirá a los artistas digitales vivir de nuestro trabajo, como hacemos con los formatos físicos”, explica Javier Arrés, un reconocido artista español, ganador del primer premio de obra sobre papel en la bienal de arte de Londres en 2019, que vende ya sus formatos digitales en NFT.

La misma opinión la comparte Oscar Hormigos, director de desarrollo de la Colección SOLO, un proyecto de mecenazgo y acompañamiento a artistas contemporáneos internacionales con base en Madrid: “Fuera de tendencias propias del momento, el NFT ha venido para quedarse y responde a una necesidad real para muchos creadores contemporáneos”. Algunos de los artistas respaldados por Colección SOLO, como el referente en arte creado con inteligencia artificial Mario Klingemann, cuya obra se puede ver en el museo que SOLO tiene en la plaza de la lndependencia de Madrid, son el ejemplo de cómo el NFT responde a un género de creación y ofrece posibilidades económicas a quienes eligen herramientas digitales para sus piezas.

En el NFT, como sucede con las obras físicas, el comprador adquiere la pieza pero no sus derechos, que siguen siendo propiedad de quien lo firma. Por el contrario, a diferencia de la venta de arte tradicional y gracias al contrato inteligente de NFT, el artista recibe royalties por su obra. Otro elemento que lo distingue es la forma de pago, que en este mercado se realiza en criptomoneda.

Las divisas digitales son también otra de las cuestiones de actualidad tras la entrada en Wall Street de Coinbase, una plataforma que permite comprar y vender monedas virtuales entre las más de 5.000 que existen con Bitcoin a la cabeza. En ese amplio y complejo “menú” de monedas, el NFT está muy vinculado a Ethereum y Tezos, las criptomonedas elegidas por las plataformas de arte con NFT más populares como Superare, que utiliza Ethereum o, Hic et Nunc, que apuesta por el pago en Tezos, una moneda que se presenta como más sostenible que el resto, tras las críticas al gasto energético que supone la creación de las criptomonedas. Coleccionistas como SOLO o artistas como Mario Klingemann se estrenan en plataformas que cruzan a creadores y coleccionistas pero que dejan a galeristas e intermediarios desdibujados por el momento. El tiempo dirá las normas definitivas de esta nueva ventana para la creación.