Una foto aquí de recuerdo de las vacaciones, otra allá para no olvidar cuándo aprendiste a andar en bicicleta, y esta de más allá para inmortalizar la primera vez que te metiste en el mar. Un vídeo de tus primeros pasos, otro de cómo aprendiste a comer solo, y este del primer día que llegaste a tu colegio nuevo. También vamos a gritar a los cuatro vientos cuándo es tu cumpleaños para que te feliciten muchas personas, a contar anécdotas sobre cómo nos ha cambiado la vida desde que llegaste, y de paso a explicar cómo es tu personalidad y cómo lidiamos con los enfados.

Los progenitores son expertos en recopilar momentos e inmortalizar hechos importantes de sus hijos. Antes, todo esto solo se reflejaba en los álbumes que están colocados en el salón y en las sobremesas de las comidas familiares. Pero con la llegada de las redes sociales, aquello que solo verían los más allegados traspasa pantallas y da la vuelta al mundo.

A menudo, la vida digital de los niños y niñas empieza mucho antes de que se inicien en el uso de Internet. Y así ha surgido el ‘sharenting’, práctica en la que padres y madres publican en redes sociales imágenes, vídeos y datos de sus hijos e hijas. Un anglicismo que proviene de la palabra share (compartir) y parenting (paternidad) y que se ha convertido en una práctica tan habitual que, incluso, el diccionario británico Collings incluyó en sus páginas este término en el año 2016.

Este fenómeno no ha dejado de crecer en los últimos años. Ya en 2017, Ofcom hizo un estudio sobre este tema y entre las personas que entrevistaron, más de la mitad declararon que creen que a sus hijos les parece bien que compartan sus fotos en la red. En cambio, solo al 15% les preocupa que cambien de opinión dentro de unos años.

Pero de lo que no muchas personas son conscientes es de que cada vez que se publica una foto o un vídeo en internet, se crea una huella digital del niño o niña que es imborrable. Proteger la integridad de los menores debería ser la máxima prioridad. Cuanta más información se comparta en las redes, mayor es la exposición del menor, lo que lleva a un aumento de riesgos que pueden acarrear consecuencias negativas en la futura vida personal o profesional de la persona que se está exponiendo. Los menores también tienen derecho a su propia información personal, a decidir en su imagen y a proteger su privacidad, digan lo que digan sus progenitores. Pero hay progenitores que no solo comparten información privada de sus hijos, sino que crean comunidades en línea para trabajar con marcas y monetizar blogs donde comparten experiencias sobre cómo son sus vidas ahora que son padres.

EU Kids online hizo un estudio, “Las familias en la convergencia mediática: competencias, mediación, oportunidades y riesgos online”, en la que realizaron un cuestionario a 850 padres y madres con hijos comprendidos entre los 9 y los 17 años en todo el territorio español. En sus resultados explican que, según afirman los menores, el 17% de los progenitores españoles han compartido en internet información sobre sus hijos sin su previa autorización.

Además, también llama la atención que en cuanto a la edad en la que los padres creen que los menores pueden tomar sus propias decisiones en el uso de redes y páginas web, el 56% defiende que la libertad debe estar marcada por la mayoría de edad, y el 29% que la edad adecuada sería entre los 15 y los 17 años.

En el estudio también se reflexiona sobre que la práctica del ‘sharenting’ aún no está muy extendida en las familias españolas, y el 95% de los encuestados asegura que comparte fotos y vídeos de sus hijos e hijas para estar en contacto con familiares y amigos. Aún así, toda precaución es poca. Siempre se debe garantizar la protección de la identidad de los menores para que no puedan ser identificados y que sus imágenes, vídeos o datos caigan en malas manos. Aquí van algunos riesgos:

  • Cuidado con el ‘grooming’. Este anglicismo se emplea para aquellos adultos que se ponen en contacto con niños, niñas y adolescentes con el fin de ganarse su confianza y luego involucrarle en alguna actividad sexual. Derivan su conversación en ‘sexting’ para conseguir imágenes íntimas y chantajear a los menores. Si en tus redes sociales tienes el perfil público, no sabes hasta dónde pueden llegar las imágenes o vídeos que subas a tu muro.
  • Robo de identidad digital. En este caso, el delincuente trata de recopilar toda la información publicada, las imágenes, los textos, los vídeos y crea un perfil falso de alguno de los miembros más jóvenes del núcleo familiar para ganarse la confianza de otros menores con fines ilícitos.
  • Acoso y derribo. Y con esto llega el bullying y ciberbullying. Burlas, amenazas y agresiones a cualquier hora mediante diferentes medios (redes sociales, mensajería, etc.).
  • Mancha en tu reputación digital. Ya es una práctica habitual que, cuando llegas a una empresa, universidad o institución, se realice una búsqueda con tu nombre en Internet. Supongo que no te hará mucha gracia si hay imágenes tuyas de como tus padres te trajeron al mundo, o cómo intentabas comer tu solo por primera vez. Los comités podrán acceder al historial de cualquier persona. La huella digital la tenemos todos.
  • Fines publicitarios. Aunque tengas tu cuenta de redes sociales privada, la foto de perfil es pública e incluso los post permanentes con fotos o vídeos que puede ver cualquier persona que busque tu nombre. Esa información puede ser recogida para utilizarla con fines publicitarios en la dark web como reclamo de servicios ilegales o webs pornográficas.

Está claro que el instinto natural de los padres y madres es proteger a sus hijos, pero el ‘sharenting’ hace que los menores estén en peligro. No desveles cuándo están solos, no publiques dónde estudian o pasan su tiempo libre. No des información sobre sus gustos, porque podrás poner en peligro la definición de la identidad de los menores y sus relaciones sociales.