¿Alguien se acuerda de ‘Los Supersónicos’? Amazon seguro que sí. Este clásico de Hanna Barbera, una versión futurista de ‘Los Picapiedra’, contaba con dos personajes encantadores: Robotina (Rosie en la versión original), la robot de servicio doméstico, y Astro, la mascota de la familia.

Cualquiera diría que la mezcla de ambos ha dado lugar a la gran apuesta de Amazon para el próximo 2022. También se llama Astro y, si bien su precio echará para atrás a más de uno (1.000 dólares), este perro-robot de aspecto humilde puede recorrer la casa sorteando obstáculos, reconoce y verifica nuestra identidad y cuenta con decenas de herramientas para realizar videollamadas, gestionar agenda e incluso proteger la vivienda mediante videovigilancia. Una encantadora mascota que arquea sus cejas y derrite los corazones.

¿Lobo con piel de cordero?

Al menos a simple vista. Un vistazo en profundidad ha desvelado que estamos ante uno de los productos del ecosistema IoT más invasivos jamás diseñados. Amazon asegura que esta es una afirmación demasiado atrevida. También dice que puedes activar y desactivar sus cámaras y micros en cualquier momento.

Sin embargo, la propia documentación del producto confirma lo contrario: el robot se mantiene en modo “centinela” por si detecta ruidos extraños o no reconoce correctamente a su dueño. Han de cumplirse hasta cuatro principios de actuación para que Astro ignore todos los “estímulos”. Y aún en letargo sigue recopilando y enviando información. Conviene no olvidar que Amazon ya se enfrentó hace algunos meses a una polémica interesante: su software de reconocimiento facial operaba demasiado bien y, en las manos equivocadas, era un arma demasiado peligrosa. Astro hace uso de las últimas innovaciones en reconocimiento facial de la compañía.

Thomas Husson, analista de Forrester, define esta estrategia de Amazon como “caballo de Troya doméstico”. Una especie de WALL-E preparado para aterrizar en nuestro domicilio y convertirse en el núcleo de interacción analógico-digital, el cerebro del hogar inteligente y la pasarela a través de la cual realizar todas las compras.

El IoT del futuro

Hace apenas un lustro, las siglas IoT (Internet de las Cosas) invadieron Internet asegurando que las alarmas de humo antiincendios, los porteros automáticos, los rastreadores GPS o las luces y persianas de la casa serían mucho más inteligentes si se pudieran conectar a internet de forma local, operando mediante sencillos comandos a través de aplicaciones de terceros.

Entonces los asistentes virtuales se transformaron en mayordomos ejecutores: si queremos, la lavadora se encarga ella sola de poner la colada en las horas valle. Aunque también nos topamos con un frigorífico regañando a su dueño por haber sido abierto demasiadas veces. O con casas a oscuras porque el usuario no actualizó el firmware de las bombillas O, peor aún, ni siquiera poder entrar en tu propia casa.

El aumento en uso del IoT también ha manifestado una necesidad de incrementar la seguridad, de blindar la integridad de nuestros dispositivos a la par que nos protegen, en vez de desnudarnos ante la recolección de datos. Este es el gran paradigma de la criptografía actual cuya apuesta ya no opta por la centralización de servicios en la nube sino por la descentralización al borde de la red. Lo que se conoce como Edge devices.

Una inteligencia operando a nivel “local” no necesita conectarse a ningún servidor que haga de intersección, ni a ninguna red que, en caso de fallo masivo, nos deje colgados. Los sistemas seguirán operando: incluso cuando nuestro vecino se quede a oscuras, nosotros seguiremos teniendo acceso al control de nuestras luces.

Además, el edge computing no tiene nada de futurista. Este conjunto de tecnologías posee demostrada eficiencia. Cualquier controlador aéreo reconocerá la fórmula: la información redundante que generan las turbinas de los aviones no se acumula —ni siquiera es viable, se precisaría un ancho de banda inasumible—, sino que esta es recibida e interpretada al momento. A cambio tenemos el transporte más fiable de nuestra historia. El edge computing propone una mayor descongestión gracias a la comunicación M2M (Machine to Machine). El ser humano es, en última instancia, un mero árbitro.

Mascotas hiperconectadas

Un asistente corpóreo, algo tangible en términos físicos, da un paso adelante en términos emocionales: donde una simple voz no llega por pura asepsia, una mascota estrecha la relación con su dueño y afianza un vínculo más sólido —aunque no se dejen acariciar—.

Y un asistente sobre ruedas que te sigue por todos los rincones de la casa alberga cierto candor, cierto encanto. Sobre el papel, podemos sentir que estamos ante una evolución lógica de los Alexa, Cortana y Siri de turno. Un servicio más dinámico a través de un gadgets que, en el particular caso de Astro, cuenta con carga autónoma, visión periscópica de 12 megapíxeles y la capacidad de conectarse con otros productos del ecosistema Alexa, como son la familia de altavoces Echo.

Esta no es la primera intentona, desde luego. En el marco de un mega evento tecnológico, Xiaomi dio a conocer por sorpresa su CyberDog, otro perro-robot equipado con 11 sensores de alta precisión, capaz de ejecutar volteretas, giros y saltos de hasta 3,2 m y equipado con un cerebro donde se amontonan “384 núcleos CUDA, 48 núcleos Tensor, 6 CPU Carmel ARM y 2 motores de aceleración de aprendizaje profundo” y, en suma, una potencia de hasta 21 TOPS. Es, en términos teóricos, bastante más inteligente que cualquiera de nuestros smartphones.

Las mascotas están bien. O eso percibe la generación millenial, el grupo de propietarios de mascotas más numeroso y aquel que las ve como un miembro más de la familia —considerándolas, incluso, una alternativa válida a la paternidad—. No en vano, en España hay más animales de compañía que menores de 15 años. Y el confinamiento por la COVID-19 no hizo sino reforzar estos lazos… e incrementar el gasto en ellos. Tal vez por ello las tecnológicas han decidido apostar por estas alternativas mecánicas, no tan peludas pero cada vez más audaces. Y tal vez no ladren pero su oído es tan agudo como el de un ratón.

En Levanta la cabeza hemos ido repasando los avances en robótica, desde los creados para ayudarnos en plena pandemia a los robots sociales, aquellos que acompañarán a nuestros mayores en los próximos años.