Las historias de amor nos cautivan y si tenemos enfrente un robot, nos perturban. Los humanoides han sido un elemento recurrente en las obras de ciencia ficción. La reciente película de Isa Willinger, Robots, el amor en el siglo XXI (Alemania, 2019), es un documental con toques de ficción que trata de la convivencia entre personas y máquinas con forma humana. Aparece Chuck, que acaba de adquirir a Harmony, su futura pareja androide –ojos azules, rubia y con curvas–. Con ella mantiene conversaciones intelectuales y también una relación sentimental. Harmony es un robot sexual equipada con inteligencia artificial capaz de responder a acciones como el movimiento y el tacto. Tiene expresiones y sonidos ‘humanos’ y es capaz de mover cuello, mandíbula, ojos y boca.

Según una encuesta de YouGov, firma internacional de análisis de datos con sede en Reino Unido, la mitad de los adultos de EE. UU. piensa que tener sexo con robots será algo común en menos de 50 años. El 24 % de los hombres encuestados dijeron que tendrían en consideración el sexo con humanoides si fuera posible. Entre las mujeres, solo el 9 %.

Hace unos días, Nancy Jecker, profesora de bioética de la Universidad de Washington, ha defendido en un artículo titulado 'Nada de que avergonzarse, robots sexuales para mayores con discapacidad' la reinvención de los robots sexuales como productos para personas mayores y discapacitadas. Jecker comienza explicando que la vida sexual de los adultos mayores “es un tema descuidado por la investigación y la práctica médica”. En general, se piensa que las personas mayores son asexuales cuando, tal y como indican estudios históricos, en EE. UU., más de la mitad de los mayores entre 65 y 74 años son sexualmente activos. “Desde el punto de vista ético, hay que combatir la discriminación por edad sobre la sexualidad, que se relaciona con estar física, mental y emocionalmente saludable; con vincularse con otros; sentir y expresar una variedad de emociones humanas”, explica investigadora.

Jecker sostiene que diseñar y comercializar robots sexuales para este sector de la población representaría un cambio radical: apoyaría su dignidad y tomaría en serio las demandas de aquellos cuya sexualidad se ve mermada por el aislamiento y la discapacidad. La profesora entiende que los humanoides siempre son pensados tan solo para el placer de los jóvenes sanos, cuando ayudarían más y mejor si se fabricasen pensando en las personas mayores discapacitadas.

De hecho, expone en la revista científica BMJ un argumento ético a favor de los robots sexuales para los mayores. “Casi todo el mundo quiere a alguien a quien amar, pero muchas personas no tienen a nadie. Si este deseo humano natural puede ser satisfecho para todos… seguramente el mundo será un lugar mucho más feliz”, asegura la profesora citando a D. Levy de 2007. Y comenta que el funcionamiento sexual de las personas mayores “es vulnerable, no solo a los cambios físicos del envejecimiento, las enfermedades y la discapacidad, sino también son objeto de estigma social y desprecio. Nuestros deseos sexuales no son meros deseos; para muchos, son fundamentales para tener un sentido de quiénes son como seres humanos. Evitar el anhelo o el comportamiento sexual de las personas, o dejar que los mayores discapacitados se las arreglen por sí mismas, transmite una falta de respeto”.

Elegir un plan de vida, tener capacidad de emocionarse y de expresar sentimientos sexuales, estar saludable física y mentalmente, entender la vida como una historia que sigue desarrollándose o reafirmarse y reconocerse como seres humanos son los principales beneficios que esta experta en Bioética y Humanidades ve en la reinvención de los robots sexuales.

Sobre las críticas de que los robots sexuales reflejan actitudes sexistas, Jecker apuesta no por la eliminación de los humanoides, sino por darles un cambio de imagen que defienda la diversidad de raza, estándares físicos e identidades sexuales.

Posdata: el Instituto de Cultura de Barcelona dedica el mes de noviembre a la proyección del documental de Isa Willinger sobre nuestras relaciones con 'seres' con inteligencia artificial.