Varios años después de su implantación, el teletrabajo parece un sueño de una noche de verano. El punto de inflexión fue la pandemia: en marzo de 2020, España era el país europeo con menor incidencia de teletrabajo, según el informe El teletrabajo en España. Antes, durante y después de la pandemia, de la ONTSI. El confinamiento obligó a muchas empresas a optar por esta modalidad. De hecho, el 32 % de la población comenzó a teletrabajar por primera vez entonces. Tras el levantamiento de las restricciones, el trabajo a distancia comienza a desaparecer. En la primavera de 2021, en España solo se trabajaban 15 horas semanales a distancia. Hoy, esa cifra sigue reduciéndose.

Pese a que en España entró en vigor el nuevo Real Decreto-ley 5/2023que, entre otros aspectos, incluye la ampliación de posibilidad de solicitar la adaptación de la jornada laboral para el cuidado de los hijos, de momento esta opción no ha influido en la estadística. La ley aún tiene que amoldarse para que los derechos respecto al teletrabajo sean una garantía no hechos interpretables.

Francisco Rábano, divulgador y experto en liderazgo de equipos, acaba de completar el reto de dar la vuelta andando a la península ibérica, 5.534 km en 18 meses. Lo hizo sin dejar de (tele)trabajar. “En España, las empresas se han opuesto al teletrabajo e incluso van de la mano de administraciones locales para impedirlo. Por ejemplo, en Madrid con el Convenio de Oficinas y Despachos, que fija un mínimo de presencialidad del 40 %. Y así nos encontramos con un descenso en el último año del 13 % al 12 % en el modelo híbrido y del 8 % al 6 % en el modelo de teletrabajo puro”.

Pese a que ocho de cada diez trabajadores quieren teletrabajar, el principal escollo está en la falta de confianza de las empresas. Sus jefes temen el denominado “teatro de la productividad”, tienen muchos reparos ante las reuniones virtuales donde les cuesta más mantener su liderazgo, y entienden que incorporar y capacitar a los trabajadores remotos lleva demasiado tiempo.

La brecha entre lo que sucedió durante lo más crudo de la pandemia de la Covid-19 y la actual coyuntura, con un teletrabajo en pleno retroceso, puede desencadenar un quiebre de la confianza entre las partes y una bajada del sentido de pertenencia. Estar más tiempo presente o trabajar más horas no significa trabajar mejor.

David Blay, periodista y consultor en teletrabajo, señala que existe un problema de percepción en las empresas: “El teletrabajo”, asegura, “se concibió como trabajar en casa o en cualquier lugar, sin posibilidad de tener una fórmula mixta o adaptada a las condiciones de las personas. Siempre que se habla de teletrabajo parece que se habla de lo que los ingleses llaman full remote. Me parece que esa percepción penaliza”.

La paradoja es que los avances tecnológicos, sin el acompañamiento de un cambio de mentalidad, pueden haber conducido al trabajador a un callejón sin salida: sin teletrabajo, pero también sin desconexión digital. Las empresas tienen la obligación de desconectar digitalmente de las personas que emplean, pero ese derecho aún no se está garantizando.

Y eso que, en términos de salud mental, la influencia del teletrabajo y la desconexión digital reduce los riesgos en materia de salud mental y colabora a la felicidad de las personas. Los estudios lo corroborany Rábano coincide: “Las oportunidades que, en materia de conciliación, bienestar laboral, reducción de emisiones, autonomía y crecimiento que nos brinda el teletrabajo son indiscutibles. No son teóricas. Las hemos vivido y los datos están ahí”, sostiene. “Claro que es un mundo nuevo en el que hay quien ve deslizarse el suelo bajo sus pies, acostumbrados a gestionar y generar ganancias en un mundo de oficinas saturadas, desplazamientos en coche y ciudades donde la conciliación es prácticamente imposible”.

Un futuro condicionado por la ley y la conciencia social

Pese a que solo el 7 % de las empresas aseguran que existe un impacto negativo del teletrabajo en su operativa, la realidad es que estos datos no se traducen de momento en una apertura hacia otros modelos. El presentismo es preponderante. Pero aún con las reticencias de las directivas empresariales, la misma inercia social, una vez descorchada la botella del teletrabajo, puede conducir a las organizaciones hacia modelos híbridos. La judicatura va en la dirección de apoyar el derecho al teletrabajo si eso facilita la conciliación.

David Blay destaca que cada vez son más las personas que solicitan el teletrabajo. “En términos de concienciación, de solicitudes y de opciones de formatos híbridos, sí hemos avanzado bastante. Somos la primera generación de la historia de la humanidad que puede trabajar desde cualquier sitio y tiene la capacidad tecnológica para trabajar menos que nuestros padres”, dice. “Ese movimiento social va a seguir creciendo”, sostiene Blay, que señala que, ahora mismo, la negativa de las empresas al trabajo a distancia supone un problema para las compañías a la hora de captar y retener talento.

“Este movimiento social es imparable y creo que la fórmula de trabajo híbrido será incontestable en poco tiempo. El teletrabajo seguirá aumentando, aunque creo que falta todavía un salto generacional, que rejuvenezca las directivas, para ver un cambio significativo”, concluye el consultor.