Fue en 1970 cuando se descubrió por primera vez basura en el estómago de un cetáceo. Desde entonces se han registrado 462 casos en todo el mundo de ballenas, delfines, cachalotes, calderones, etc, que habían comido objetos extraños, siendo la mitad de los casos plásticos.

Los científicos alertan de que se trata de un problema "infravalorado" en los océanos, que reciben 12,7 millones de toneladas de plásticos cada año. Solo una pequeña parte de los cetáceos que mueren cada año llega hasta la costa y una parte más reducida aún pasa por una necropsia.

El Instituto de Sanidad Animal de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria publica, en la revista 'Environmental Pollution', 36 casos más de cetáceos con cuerpos extraños en su estómago, de los que trece murieron por ingerirlos.

Estos casos se han sacado de las 475 necropsias realizadas entre 200 y 2015 por el equipo catedrático Antonio Fernández a cetáceos varados en las costas de Canarias, moribundos o ya cadáveres.

Canarias está considerada como uno de los santuarios naturales del planeta para los cetáceos. Es más, en sus aguas habitan cuatro de las especies más amenazadas: las ballena azul, franca y sei y el rorcual común.

Pero se calcula que en esta zona hay hasta medio kilo de plástico por kilómetro cuadrado de mar en superficie, en parte se debe porque la Corriente de Canarias arrastra a las islas mucha de la basura del interior del Atlántico.

Tres animales concretos presentan una alta tasa de ingesta de basura marina en las islas: el calderón gris, el cachalote y los zifios.

Al comer plástico sufren problemas grastrointestinales de todo tipo, que incluyen graves obstrucciones, úlceras sangrantes y perforaciones de estómago.

Los científicos han comprobado que las especies de buceo profundo sufren más esos accidentes que las ballenas que engullen grandes masas de agua en superficie y luego la filtran.

También están más expuestos los animales que ya tenían algún tipo de debilidad, así como las crías y juveniles, menos expertas en escoger su alimento.