Entre junio y noviembre, las hembras de tortuga marina llegan a las playas del occidente de México para dejar sus huevos en la arena cálida y asegurar así su reproducción.
Unos 45 días después, cientos de crías salen de su nido para volver al mar, un ciclo que los especialistas consideran como normal en la temporada de desove. Sin embargo, este ciclo se está viendo modificado en los últimos tiempos debido al cambio climático y el aumento de las temperaturas, según expertos de la Red Tortuguera, una organización que protege a estos animales.
Ante esto, los biólogos y voluntarios de los campamentos han tenido que extender las actividades de la temporada de desvove uno o dos meses más de lo usual, porque las tortugas llegan a las playas más tarde por la inusual calidez del agua del mar incluso en invierno. Antes el ciclo se cerraba el 1 de diciembre, pero ahora están teniendo crías en marzo, lo que hace evidente que ese cambio climático afecta al ciclo de desvove.
El nido de arena es la forma para que las tortugas depositen entre 100 y 150 huevos, y requieren una temperatura media de 29.9 grados celsius para que las crías puedan formarse y sobrevivir. El calor alrededor del nido también incide en el sexo. Si es mayor al promedio nacerán más hembras, mientras que si no lo es habrá más crías macho.
En los últimos años las playas mexicanas, que es donde se cría esta especie de tortugas, han registrado temperaturas de entre 36 y 38 grados, e incluso han llegado hasta 40. Esto significa que en pocos años la especie tendrá dificultad para reproducirse, si no hay suficiente protección.
Los especialistas han adoptado técnicas de sombreado natural con palmeras o malla sombra para evitar que el intenso calor de la arena dañe los nidos que rescatan.
Por medio de su instinto, las hembras eligen el lugar más seguro e idóneo y con sus aletas crean un nido donde depositan los huevos. Este proceso suele durar entre 30 o 40 minutos hasta que la tortuga cubre el hueco y se asegura de que no queda ningún rastro que atraiga aves y otros depredadores. Luego vuelven al mar, guiadas por la luz de la luna.
En esta región hay una serie de encargados que recolectan los huevos y los trasladan a un corral con sombra y las condiciones de espacio ideales para la incubación. El pasado año en el campamento de 690 metros, rescataron a 890 nidos, lo que se traduce en casi 65.000 crías liberadas. Esta labor ha ayudado a la protección de especies como la golfina, pero también de la laúd y la carey.
También hay iniciativas desde los propios hoteles, que ofrecen a sus huéspedes la posibilidad de ayudar en el campamento o la liberación de las crías cuando salen del cascarón.
Para las organizaciones, proteger a las tortugas hembras y sus nidos es muy importante, porque estas poseen un instinto que les ayuda a identificar el lugar donde nacieron, al que invariablemente regresarán en su etapa adulta para reproducirse.