Es una de las imágenes de estos tiempos extraños. Marta González está en su silla de ruedas, encogida y elegante con su camisa de rayas blancas y negras. Le colocan unos auriculares y empieza a escuchar El lago de los cisnes, de Tchaikovski. Marta reacciona y le pide a la persona que le ha dado al play que suba el volumen. De repente, sus brazos empiezan a coger vuelo, sus ojos se emocionan, sin levantarse de su silla parece levitar. Marta le da unas palmaditas en la cara a Pepe Olmedo, psicólogo y musicoterapeuta, responsable de la asociación Música para Despertar, la persona que le ha hecho muy feliz durante unos minutos. Marta fue primera bailarina del Ballet de Nueva York en los años sesenta y el alzhéimer fue borrando sus recuerdos. No todos ni para siempre. Aquel vídeo de Marta, danzando con su imaginación y sus brazos como reacción ante lo que escuchaba, se hizo viral y demostró el poder de la música.

El caso de Marta es solo una chispa dentro de las denominadas terapias de reminiscencia. Cada vez más estudios demuestran que pensar y hablar sobre nuestra propia existencia a través de los recuerdos y de la experiencia vivida es muy estimulante para el cerebro. Si hablamos de personas mayores que sufren algún tipo de demencia, la intervención terapéutica mediante fotografías, vídeos, sabores, sonidos u objetos que evoquen recuerdos se convierte en una herramienta importante para prevenir el deterioro cognitivo, mejorar la comunicación y el estado de ánimo, incrementar los sentimientos de pertenencia o aumentar la calidad de vida. Si la persona que está realizando la terapia sonríe, se pone a hablar o a cantar estaríamos ante una reminiscencia positiva.

Como ha explicado Àngela Nebot a Levanta la cabeza, profesora y coordinadora del Grupo de Investigación Soft Computing de la Universitat Politècnica de Catalunya, “se utiliza el pasado como método para disfrutar de la comunicación del presente. Pero este tipo de terapia es costosa y difícil de implementar. Se requiere de personal especializado para la preparación del material necesario y el seguimiento de la sesión terapéutica de reminiscencia. Esto conlleva que este tipo de terapia se realice de forma puntual para pacientes con demencia, sin que exista una continuidad, como mucho se hacen 3 o 4 sesiones al año. Además, no es una terapia que se esté aplicando actualmente a personas longevas sin enfermedades neurodegenerativas”.

Primera versión en verano

Las dificultades para recopilar material susceptible de ser utilizado en las terapias de reminiscencia y poner en práctica en residencias o centros de mayores es lo que ha llevado a un grupo de investigadores españoles a desarrollar una aplicación basada en inteligencia artificial (IA) que permita facilitar estas terapias en personas mayores con o sin deterioro cognitivo. Y sobre todo reduzca su coste. “Esperamos tener una primera versión para validar durante el verano o a principios de septiembre y una versión disponible para finales de año”, asegura Nebot. Para la prueba, la app se instalará en tabletas de las que ya disponen en muchos de los centros de día. La investigación está financiada por la Fundación General CSIC, el Programa para una Sociedad Longeva y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).

Una de las novedades de la aplicación es que la inteligencia artificial intentará capturar las emociones de los participantes en la terapia para ver si se produce una reminiscencia positiva al visualizar o escuchar un determinado elemento del patrimonio cultural: refranes, trabalenguas, bailes, canciones, fotografías, vídeos, etc. La app utilizará ‘recuerdos’ que salen de repositorios públicos de libre acceso y de otras entidades que han dado permiso para utilizar sus materiales en este proyecto.

“Si la persona que está realizando la terapia en un momento dado sonríe o se pone a hablar o a cantar –aclara la profesora Àngela Nebot–, implica que ese input que recibe de la terapia le está evocando recuerdos positivos, posiblemente de su juventud/niñez. En este caso el algoritmo que guía la terapia aprenderá de forma automática y dinámica que la información del patrimonio cultural asociada a ese input es de relevancia para esa persona y, como consecuencia irá ofreciéndole información afín –afín en base a diferentes criterios que sean de relevancia– durante su sesión de terapia”.

Un algoritmo "virgen"

De hecho, el algoritmo inicialmente será “virgen” y a medida que vaya interactuando con la persona mayor, irá aprendiendo a partir de las reminiscencias detectadas. La IA podrá detectar emociones como la alegría, la tristeza, la indiferencia o el enojo y así buscar cuál es el sendero adecuado para ir progresando. Así, la terapia será progresivamente más personalizada. La inteligencia artificial no ofrece los mismos elementos del patrimonio cultural a todos los usuarios, sino que desde el principio se tendrán en cuenta los datos del usuario: año y lugar de nacimiento, lugar de nacimiento de sus padres y otros parámetros que ayuden a personalizar la terapia.

“Por ejemplo, al usuario se le presenta una canción de su lugar de nacimiento. Si detectamos que sonríe y canta, el siguiente elemento que se le presentará será una actividad relacionada con un refrán o trabalenguas usado popularmente en su región. Si detectamos indiferencia o reacción negativa, esa retahíla será ‘castigada’ por el algoritmo y la canción será ‘recompensada’. De esta forma, el algoritmo irá aprendiendo, aprendizaje por refuerzo se conoce en el ámbito de la IA”, describe Nebot. El algoritmo irá ofreciendo ‘recuerdos’ que sean más cercanos a aquellos que le gustan.

En el proyecto participan investigadores españoles y portugeses, entre los que destacan Sara Domenech, de la fundación Salut i Envelliment de la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB) y responsable en 2018 de un proyecto que utilizó recuerdos de goles y jugadas de fútbol para prevenir el deterioro de la memoria; Natalia Albino Pires, experta en filología y cultura tradicional española y portuguesa, del Instituto Politécnico de Coimbra; y Francisco Mugica, Anass Benali y Àngela Nebot, investigadores del área de inteligencia artificial en el centro IDEAI de la Universitat Politècnica de Catalunya. La inteligencia artificial está experimentando un avance incuestionable en temas de salud, y al mismo tiempo son cada vez más los expertos que reclaman un uso ético de la IA para que ayude al bienestar del ser humano.