La nueva directora del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI) tiene muchas ganas, y la voluntad, de entender la realidad digital española. Economista, con experiencia en la Administración pública y en el emprendimiento e innovación social, Lucía Velasco apenas lleva tres meses en este organismo dependiente de la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, pero tiene claro que conocer en profundidad las distintas brechas digitales nos hará avanzar como sociedad. Sobre todo, ahora que pasamos cada vez más tiempo en el mundo online.

Antes de comenzar con los temas que importan, Levanta la cabeza le ha preguntado por un tuit que publicó hace un par de semanas y que decía algo que piensan muchas personas que teletrabajan: “Los maratones de videollamadas no son saludables, doy fe”. Velasco asegura que “no lo estamos gestionando bien. Siempre nos han hablado de previsión de riesgos laborales, de la buena gestión de las reuniones de trabajo, y ahora creo que ha llegado el momento de desarrollar la salud laboral digital. Si no somos capaces de meternos en siete reuniones seguidas en la oficina, no sé por qué lo hacemos en vídeo. Me parece muy importante hablar del impacto de la tecnología en la salud mental, en lo emocional y en lo físico. Nadie nos ha enseñado”.

Empecemos por definir qué es el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad Digital.

Es una especie de think tank (laboratorio de ideas y estrategias) de las políticas públicas digitales. En estos momentos, el ONTSI se encuentra inmerso en un proceso de transformación y aspira a ser un punto de reflexión sobre el impacto de la tecnología en la sociedad. Mi misión es transformar completamente lo que hay, cambiar su foco y alinearlo con una concepción un poco más moderna de lo que es la utilización de datos para aplicarlos a políticas públicas, evaluaciones y temas de debate. Entre sus funciones está hacer un seguimiento de la agenda digital del Gobierno, aumentar la cultura digital de la ciudadanía, acercando sus riesgos y oportunidades a la mayoría de la población para que la tecnología sea algo a lo que dejemos de temer y sea algo que empezamos a entender. Tememos lo que no entendemos y esa va a ser una de las grandes líneas de trabajo. Eso sí, nuestro trabajo estará basado en el humanismo tecnológico.

¿Qué significa esa nueva utilización de los datos?

Hay que evolucionar, tenemos que pasar de un enfoque de datos a pasado a aprovechar tecnologías como el big data y la inteligencia artificial (IA) para acercar lo máximo posible el análisis al momento actual. No sirve de nada analizar el uso de las tecnologías antes de la pandemia porque ha habido un cambio tan espectacular que los datos que solemos utilizar para entender lo que pasa están desactualizados.

¿Por dónde vas a empezar?

Lo primero es hacer el cambio de estructura aunque lo más importante es hacer un cambio cultural en la organización. Tenemos que mejorar los informes para que sean más cortos, visuales y en formatos más entendibles. También vamos a promover la acción de pequeños satélites que van a observar realidades concretas. Y hay compromisos de la Secretaría de Estado de Digitalización como el Observatorio del Impacto Social de los Algoritmos y un Observatorio de los Derechos Digitales en relación con la Carta de Derechos Digitales. Por otro lado, queremos entender muy bien las distintas brechas digitales y lograr una radiografía de la España digital que no acabamos de tener. En fin, vamos a profundizar en el conocimiento y generar ecosistemas.

¿Tan difícil es tener esa radiografía?

Creo que es un análisis que no se ha hecho todavía en profundidad. Debemos analizar esa realidad digital desde otras perspectivas porque tenemos brechas de género, brechas territoriales, brechas de edad, brechas de uso… Tendemos a mirar desde sitios determinados y no en su conjunto. Se necesita un esfuerzo de análisis para establecer ese punto de partida.

Todas esas brechas nos sitúan por detrás de otros países del entorno.

Depende, creo que no estamos acertando a la hora de medirlo, necesitamos sistemas de medición alternativos utilizando otro tipo de datos porque no terminamos de detectar por qué ocurre lo que está pasando. La brecha de género es una gran desconocida en el ámbito digital, sabemos que las mujeres escogen menos carreras STEM (siglas en inglés que se refieren a las disciplinas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) pero aunque tenemos esa conclusión hace tiempo, no avanzamos en entenderla, y así no podemos solucionarlo. Ya sabemos que las mujeres no estudiamos este tipo de carreras, pero por qué no apostamos por estudiar estas enseñanzas. Por eso, queremos hacer un buen análisis previo a la toma de decisión política.

¿A qué te refieres con esos sistemas alternativos de análisis de de datos?

Hay un montón de datos en el ámbito digital. En los entornos conectados estamos emitiendo continuamente información, y tenemos que ser capaces de acercarnos a la realidad social por vías que no sean necesariamente la encuesta tradicional que te llega por correo y que tú contestas. Para ese entendimiento de la realidad podemos usar big data, rastro digital, analítica de datos, información de cómo nos sentimos, información en redes sociales, comunidades online etc.

En un reciente informe que ha presentado el ONTSI se asegura que los españoles jóvenes, con estudios y mejor situación económica poseen más competencias digitales. ¿Cómo cambiar esta situación?

Por desgracia, a los que más tienen les suele ir mejor en todo. Por eso es importante el papel del Estado y de lo público para compensar esa desigualdad que en muchos casos hay de origen y lograr las mismas oportunidades. Tenemos que trabajar en diseñar programas para que el resto de la población tenga la misma capacitación. No podemos olvidar que ahora mismo hay que tener competencias digitales para desenvolverte en la sociedad y para ejercer tus derechos de ciudadanía.

¿Dónde fallamos? ¿Por qué no están más extendidas esas capacidades digitales?

Los datos que maneja Eurostat (Oficina Europea de Estadística) y el INE hablan de que un tercio de la población no tienen capacidades digitales básicas, que son las necesarias para desenvolverte en tareas que consideramos naturales, que ya ni siquiera las consideramos digitales, como ser capaz de conectar una videollamada, por ejemplo. Pero creo que hay que avanzar y entender el entorno digital. Todos tenemos que ser capaces de pedir una cita o solicitar una prestación. En muchos trabajos aparentemente analógicos ya están pidiendo competencias digitales. Aunque seas empleado de hotel o un conductor de vehículo, tienes que interactuar con una aplicación o con un algoritmo. Repartir en bicicleta no diríamos que es una profesión digital pero esos trabajadores están todo el día con una aplicación del móvil en sus manos.

¿No te parece que estamos demasiado preocupados en hablar de las virtudes o defectos e la robótica y la IA y nos estamos olvidando de lo básico, de esa alfabetización digital que nos haga adquirir unas competencias mínimas?

Esto es lo que yo entiendo, tenemos que volver a lo básico, a cuestionar la base de la educación digital. Me interesa que avancemos como sociedad porque para ejercer todos nuestros derechos, tenemos que saber desenvolvernos en la realidad digital. Hay que acercar la cultura digital a todos los ciudadanos porque muchas decisiones de tu vida vas a tener que tomarlas con una tecnología. Tenemos que ser conscientes de qué va a pasar con tus datos personales, si vas a tolerar que te controlen o no, por ejemplo.

En cuanto a las políticas públicas digitales, ¿existen buenas prácticas en otros países que podamos imitar aquí?

Hay ejemplos en otros países que establecen sistemas de observación parecidos al que queremos hacer aquí. Alemania, por decir alguno, tiene un observatorio de IA muy reconocido. Nosotros tenemos espacio para innovar, no hace falta mirar a otros porque aquí hay un talento increíble. Ese talento joven puede ser parte de la transformación.

Europa parece que se ha convertido en el gran garante de la privacidad y los derechos humanos en el ámbito digital frente a otras maneras de entenderlas como en EE. UU. o China.

Europa es el garante de los derechos digitales del mundo y de la ética aplicada a la tecnología. En eso no hay ninguna duda. Es fácil achacarnos falta de competitividad por esa salvaguarda de nuestros derechos, o augurarnos fracasos en un mercado competitivo, pero reivindico esta manera de trabajar. Europa puede ser más lenta, pero también más segura. No tenemos interés en vulnerar derechos, saltarnos las normas, en fomentar un capitalismo agresivo… La tecnología tiene que estar al servicio de las personas, de la igualdad, la inclusión y la justicia social. Si no es así, la tecnología no sirve para nada.

¿Crees que a los europeos nos servirá de algo esta postura?

Creo que somos un mercado muy potente donde la ética acaba dando prestigio. Apple está lanzando una línea muy interesante para diferenciarse de sus competidores centrada en otros atributos, está marcando un hito con la privacidad. Además nos está concienciando a todos de lo que nos trackean (rastrean y siguen nuestra vida digital) las apps. No éramos conscientes y nos hemos dado cuenta de que no queremos. Con el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) ha pasado la mismo, todo los agoreros decían que iba a ser lo peor, y ahora EE. UU. nos está copiando la regulación, que ya está necesitando una nueva actualización.

Hemos visto en los últimos meses que muchos científicos y expertos digitales reclaman una visión más ética de la IA ante algoritmos mal entrenados y sesgos que discriminan. ¿Estás preocupada?

Mas que preocupada, estoy ocupada en que encontremos ese espacio de reflexión y acción sobre el impacto social de los algoritmos. Trabajar en varias líneas, una técnica y otra sobre conciencia social. No todo el mundo está en esto de los sesgos de los algoritmos, es un debate un poco de nicho. La gente no lo conoce. Hay que elevar los estándares de los algoritmos, y casi siempre dicen que no se puede, pero habrá que poder, no puede ser que se replique todo lo malo de la sociedad en la automatización de las decisiones y la implicación de los algoritmos en nuestras vidas.

¿Cuando se apruebe, supondrá un avance la Carta de los Derechos Digitales?

Es un hito para España estar a la vanguardia en este tipo de debates. El presidente del Gobierno se comprometió y está a punto de salir. Es absolutamente necesario que entendamos lo que suponen los derechos digitales, hemos avanzado en los derechos sociales, en los derechos de la mujer, en los de los colectivos LGTBI, en derechos laborales, y ahora toca reflexionar sobre los derechos digitales y garantizar que el espacio online no es diferente al offline. Si tenemos reglas en el mundo físico, el online no puede ser el salvaje oeste donde se puede amenazar, insultar, hackear, agredir, chantajear y que no pase nada. Había que poner orden en este otro espacio donde cada vez pasamos más tiempo, y también porque ahí está gran parte de nuestra vida y de nuestros datos.

Hablando de todo ese tiempo que pasamos frente a una pantalla, algo habrá que hacer también con los menores de edad.

El tema de los menores y tecnología es muy importante en este momento. Lo que está pasando en las redes sociales, y que los mayores desconocemos, requiere un estudio. Estamos observando como la atención de los niños, niñas y adolescentes esté siendo dirigida por una inteligencia artificial. Esos vídeos que le aparecen en sus redes los decide una IA y no podemos olvidar que menores están desarrollándose como personas y esas decisiones están influidas por algoritmos. El otro día me compartieron vídeos de TikTok donde se fomenta la violencia de género de forma escandalosa, donde se escuchaban barbaridades, discursos de odio… y todo eso está pasando por debajo del radar. No quiero que lo haga solo el ONTSI, sino que voy a buscar la colaboración de expertos.

Lucía Velasco echa un vistazo a su móvil y se da cuenta de que tiene cuatro pantallas llenas de apps que apenas utiliza. “Solo uso WhatsApp, Twitter, los mapas y una aplicación para controlar una pulsera que mide qué tal duermo y mis niveles de estrés. Y no voy mal”. La nueva directora del ONTSI tiene una tarea complicada y apasionante por delante. Cuando disponga de un rato desconectará con el yoga y los maratones de series. “Tengo un poco de angustia existencial por no leer todo lo que me gustaría. Compro libros por encima de mis posibilidades, jajaja”. Ahora esta leyendo Feria, de Ana Iris Simón.