No nos enteramos de la misa la media. Empezamos este texto con un modismo del siglo XVI para intentar describir qué ocurre en este primer cuarto del siglo XXI que todavía no hemos completado. Estamos metidos en un ritmo vital tan vertiginoso que parece que sabemos lo que pasa y no tenemos ni idea. Los avances de la tecnología han conseguido que el ciudadano de a pie utilice en charlas con familia y amigos conceptos como inteligencia artificial, bots o algoritmos. Al mismo tiempo caemos en la trampa de la desinformación, los bulos y las mentiras. Y a la vez, soñamos con cosas que seguro que ya existen. En realidad, la investigación va tan rápida, y el poder de los gigantes tecnológicos –de acá, de allá y de más allá– es tal, que todo lo que imagines seguro que ya tiene su presupuesto asignado en algún laboratorio de Silicon Valley (EE. UU.), Silicon Wadi (Israel), Toronto (Canadá), Estocolmo (Suecia) o Shenzhen (China), principales centros tecnológicos de este planeta.

Una de las publicaciones más enteradas de los milagros tecnológicos es la estadounidense CNet, quien recientemente avisó de que Google –su división de futuro posible, podríamos decir– está desarrollando unas gafas de sol que proyectan iconos holográficos, un reloj inteligente con pantalla digital y manecillas analógicas, un controlador de realidad virtual que permite coger objetos de un mundo virtual y sentir su peso, y un tatuaje temporal que aplicado a la piel transforma el cuerpo humano en un panel táctil. Y no nos enteramos de la misa la media.

Después del fracaso de la Google Glass, la compañía que maneja el mayor motor de búsquedas de internet no ha desesperado y sigue confiando en posicionarse dentro de estos dispositivos portátiles. Los expertos tecnológicos aseguran que después de la revolución que significaron los smartphones, la siguiente vuelta de tuerca con éxito asegurado son los wearables, los dispositivos electrónicos de uso diario que llevas contigo: relojes, anillos, colgantes, auriculares, pulseras o prendas con los que se pueden realizar funciones concretas. Según CNet, no es que Google quiera hacernos la vida más sencilla y liviana. “Llevar dispositivos empaquetados con sensores significa un tesoro de datos más importante que el que producen los teléfonos móviles. Es un botín especialmente valioso para Google, que en 2019 ingresó más de 130.000 millones de dólares al año a través de anuncios publicitarios dirigidos y que se basan en los datos personales de los usuarios”.

El proyecto 1D Eyewear, desarrollado por Interaction Lab, plataforma de investigación creada por Google en 2015 y que fusiona experiencias digitales y físicas, pretende poner en el mercado unas gafas de sol discretas que proyecta iconos holográficos y luces de colores que solo ve el usuario y que servirían para controlar distintas aplicaciones o o funciones. Un ejemplo: si estás usando Google Maps, una luz amarilla parpadeará indicando giro a la izquierda.

En realidad virtual apuestan por Grabity, un pequeño dispositivo que, sujetado con dos dedos, permite agarrar objetos virtuales y sentir su forma y peso reales. El aparatito replica el estiramiento de la piel de las yemas que se produce al coger un objeto.

Los denominados SkinMarks son unos tatuajes cargados con sensores que se colocan en los dedos y que se activan como si fuesen las teclas o la pantalla de un teléfono móvil. La idea es que la piel sea la interfaz para interactuar con la tecnología. Se adaptarían a la forma de la piel.

Los tatuajes y otro tipo de implantes, que hasta el momento solo hemos visto en películas, sobre todo en distopías, son la obsesión de muchos gigantes tecnológicos. El magnate Elon Musk hizo público hace unas semanas que había probado con éxito en cerdos un implante cerebral que en el futuro permitirá a un ser humano controlar el smartphone con la mente. El propio Bill Gates se vio envuelto en una conspiranoia de la que supuestamente era protagonista: la invención de unos microchips que implantados en el cuerpo humano servirían de certificado sanitario digital. Por el momento, quedó en noticia viral para mayor placer de teóricos de la conspiración.