“Las publicaciones que contienen las palabras que estás buscando suelen fomentar comportamientos que provocan daños e incluso la muerte. Si estás pasando por un mal momento, estamos aquí para ayudarte”. Así responde Instagram cuando buscamos términos como depresión, suicidio o autolesión. Hecha la advertencia, la red social nos propone cinco opciones: cancelar la búsqueda, ver el contenido, mandar un mensaje a una amistad, llamar al Teléfono de la esperanza o leer nueve sugerencias encaminadas, todas ellas, a que dejemos lo que estamos haciendo.

La iniciativa de Instagram no es ni nueva ni original. Se puso en marcha en EE. UU. en 2016 y llegó a España a finales de 2019. Facebook, Twitter, YouTube o TikTok tienen alertas parecidas cuando se buscan esta clase de términos, si bien sólo Instagram y TikTok, las redes sociales cuyos usuarios son más jóvenes, bloquean el contenido antes de mostrarlo; Facebook, Twitter y YouTube añaden advertencias, pero los resultados se pueden ver igualmente.

Aunque pudiera pensarse en un principio que medidas así surgen para proteger a determinadas audiencias de contenidos sensibles, lo cierto es que, además de servir para esto, también responden a un comportamiento que ha ido creciendo en los últimos años: los jóvenes buscan información en las redes sociales sobre enfermedades mentales y problemas psicológicos.

“Los jóvenes acceden a las redes sociales para compartir sus problemas o buscar soluciones, y cada vez son más”, explica Noemí Guillamón, psicóloga general sanitaria y docente de Psicología en varias universidades. La psicóloga, que trabaja con adolescentes y jóvenes, añade que, si bien la mayoría de los jóvenes prefiere tratar este tipo de temas personalmente, también los hay que cuando se encuentran mal se graban y mandan vídeos y audios a sus amigos.

Esquivar la soledad y aumentar la autoestima

No hay mucha literatura acerca de si las redes sociales pueden tener un efecto beneficioso en las personas que sufren depresión, inseguridad, angustia y otras dolencias psicológicas. La línea de investigación estándar apunta en la dirección de relacionar estas mismas dolencias con el uso de redes sociales. Sin embargo, sí podemos encontrar alguna pista científica al respecto. Un estudio del Centre for Mental Health de Reino Unido observó que las redes sociales pueden tener dos beneficios notables.

El primero de los efectos positivos es evitar la soledad, circunstancia que muchas veces puede agravar un problema mental. Las redes sociales, expone el informe, facilitan la construcción de comunidades que ponen en contacto a personas que en su día a día pueden estar aisladas o que no encuentran en su entorno a personas que las apoyan. Al contar experiencias reales, se crea una comunidad que favorece la empatía y aleja prejuicios.

El segundo efecto es consecuencia de ese entorno de confianza: quienes comparten sus problemas en estas comunidades refuerzan su autoestima. Eso sí, recalca el informe, no queda probado que esta mejora se mantenga a largo plazo. Sus autores llegan incluso a sugerir que el incremento en la autoestima podría derivar en una dependencia de esta comunidad, aunque se subraya, faltan estudios al respecto.

“Creo que las redes sociales pueden ayudar a los jóvenes, pero también creo que debe de haber un profesional que pueda gestionar el contenido que se mueve en relación a estos temas”, afirma Guillamón. Para la psicóloga, este control sobre el contenido es un tema “controvertido”, pues si bien se abordan temas que requieren de una confidencialidad e intimidad máximas, contar con profesionales que ejerzan de gestores de contenido evitaría los falsos testimonios, los resultados milagrosos y aquellas iniciativas que promueven peligros como el suicidio, perder peso o autolesionarse.

Informar y concienciar, no tratar

Conscientes de que en estas plataformas hay contenidos útiles pero también perniciosos, las autoridades se vuelcan en informar y en concienciar allí donde están los jóvenes, las redes sociales. Pero hay que distinguir, advierte Guillamón, entre la comunicación que parte de asociaciones y organismos públicos y la “labor de concienciación más a título privado que hacen algunos psicólogos, terapeutas y psiquiatras, que incurren en una psicología positiva que a veces más que hacer bien, perjudican”.

Hay que huir, señala Guillamón, de contenidos cuyos encabezados recuerden a Cuatro cosas que te pueden ayudar a ser feliz o 10 tips para mejorar la relación de pareja. “El peligro está en creerte estos consejos rápidos, ponerlos en práctica y darte cuenta de que tu situación no mejora, lo que todavía genera más frustración. La salud mental es mucho más compleja que eso.”

La psicóloga y docente reconoce el camino avanzado en las redes sociales por instituciones y profesionales como la Junta de Andalucía, Gestioemotional (de la Generalitat de Catalunya) o Enfermera Virtual (del Col·legi Oficial d'Infermeres i Infermers de Barcelona), pero anima a que la concienciación sobre la salud mental comience antes y en el entorno offline: en las aulas, en las tutorías y en las asignaturas que aborden temas relacionados con la salud mental, como Ética. “En estas clases se podrían poner estas webs de ejemplo y desde aquí promover un modelo de uso”, subraya Guillamón.

Las plataformas sociales pueden contribuir a visibilizar estas dolencias e incluso a aliviar las menos graves o transitorias, pero es importante distinguir, alertan los expertos, entre la información valiosa y contrastada y aquellos contenidos que promueven soluciones milagrosas y psicología positiva que frivoliza sobre este tipo de problemas.