El cuerpo de Chole Davison, una joven de 19 años, fue encontrado sin vida en su casa del condado de Durham, Reino Unido. Era el año 2020. Se suicidó por no poder soportar la presión de las redes sociales, según denunció su familia. Estaba obsesionada con los likes en las redes y convencida de que si no los lograba era porque ella no era lo suficientemente buena.
Un año antes, una adolescente de 16 años se había suicidado en Malasia después de publicar una encuesta en su cuenta de Instagram preguntándole a sus seguidores si debería morir o no. El 69 % de los que respondieron la encuesta votaron que debía hacerlo.
Instagram reforzó sus políticas para combatir la incitación o la promoción de las autolesiones y el suicidio en su plataforma. Ahora prohíbe contenidos de ficción como memes o dibujos que muestren estos temas. La decisión se produjo tras la muerte de la adolescente británica Molly Russell, cuyos padres creen que su hija visionó imágenes de suicidio y autolesión en la aplicación antes de que se suicidara en 2017 a los 14 años.
Estudios científicos que confirman los efectos negativos
No hay duda de que las redes sociales no siempre son una herramienta de comunicación positiva para los jóvenes. Instagram ha reconocido que sus efectos negativos en los usuarios jóvenes son la ansiedad, la depresión y los pensamientos suicidas. Instagram tiene más de 1.221 millones de usuarios activos en un mes. Todos esos datos los reconoció Facebook, dueño de la red social, a través de un informe interno y secreto que el periódico The Wall Street Journal sacó a la luz. Sin embargo, la realidad es que Mark Zukerberg no necesitaba de un informe interno para ser consciente de esos datos. Cientos (sí, cientos) de estudios científicos ya lo habían puesto de manifiesto antes.
La última señal de alerta la que dado la madre de un adolescente que se volvió adicto a las apps y se suicidó. Ahora demanda a Facebook y Snapchat. ¿Prosperará esta denuncia? Donna Dawley acusa a las plataformas de contribuir al deterioro de la salud mental de su hijo Christopher. La madre alega que eso lo llevó a suicidarse en 2015, cuando tenía 17 años. La familia dice que el chico, con 15 años, era demasiado joven para firmar los términos de uso de las aplicaciones. Las leyes estadounidenses, como la Ley de protección de la privacidad en línea de los niños, protegen solo a los menores de 13 años.
La edad mínima para tener un perfil en redes sociales varía según los países. En el caso de España, la Ley de Protección de Datos de Carácter Personal establece la edad mínima en los 14 años. Sin embargo, con consentimiento paterno expreso, los adolescentes pueden tener una cuenta propia desde los 13. Esto conlleva que no se puedan tratar los datos personales hasta esa edad.
La ley mencionada establece que podrá procederse al tratamiento de los datos de los mayores de catorce años con su consentimiento, salvo en aquellos casos en los que la Ley exija para su prestación la asistencia de los titulares de la patria potestad o tutela. En el caso de los menores de catorce años se requerirá el consentimiento de los padres o tutores.
Falsificar la edad
Con 13 años pueden estar presentes si se consideran suficientemente maduros, en algunos casos con permiso paterno y siempre bajo supervisión en WeChat, Twitter, Pinterest, Snapchat, Youtube, Foursquare o Tik Tok. Sin embargo, es muy fácil entrar en cualquiera de ellas falsificando la edad. En cualquier caso, la polémica está en que incluso con 14 años no se es lo suficientemente maduro como para ver las cosas que se ven en las redes sociales. Los menores con esta edad son aún demasiado influenciables y es muy fácil que acaben siendo víctimas de ellas como lo han sido tantos jóvenes que no pudieron soportar la presión.
Al mismo tiempo que muchos ven las redes sociales como un enemigo, algunos estudios sostienen que las plataformas tecnológicas también pueden servir para aliviar la soledad y reforzar la autoestima. Eso sí, los milagros aquí tampoco existen. De hecho, tecnologías emergentes como la inteligencia artificial (IA) están siendo aprovechadas para evitar suicidios en jóvenes LGTBIQ. El proyecto Trevor ha creado a Riley, versión de un adolescente deprimido diseñado por un IA para formar a voluntarios de atención telefónica, muy importantes para intentar parar los comportamientos suicidas.