Las redes sociales han servido para combatir, de forma mayoritaria, el aislamiento social al que nos hemos visto sometidos desde la declaración de la pandemia del coronavirus y las sucesivas medidas de confinamiento decretadas desde marzo. Somos seres sociales y los adolescentes, mucho más. Investigadores de la Universidad Internacional de Valencia realizaron un estudio durante la cuarentena que entró en vigor el 15 de marzo de 2020 para conocer cómo estaban utilizando los jóvenes las redes sociales e internet. Aún sin publicar, Levanta la cabeza ha conversado con Christian Moreno, director del Área de Jurídico de la universidad valenciana, para saber los resultados preliminares: “Esta investigación muestra un uso abusivo que los adultos emergentes están realizando de la tecnología para intercambiar contenido sexual y para consumir pornografía”, explica Moreno.
Aunque son datos provisionales, que no se pueden generalizar a toda la población, de los más de 200 entrevistados, el 26,5 % de los adolescentes ha enviado fotos sexuales a través de aplicaciones de mensajería instantánea y redes sociales. Además, un 35,7 % ha consumido pornografía a través de internet. “Esta situación en sí misma no tiene por qué causar consecuencias negativas. De hecho, debemos entender que los y las adolescentes se relacionan con sus iguales a través de las tecnologías. Por tanto, sus relaciones sexuales también se han trasladado al mundo virtual”, detalla Christian Moreno, que ha comentado algunas conclusiones en un artículo en The Conversation.
“El problema, en este caso, ocurre cuando se rompen las relaciones y comienzan las venganzas. En ese momento es cuando suele utilizarse este material para denigrar y humillar a la expareja. Por ello, en muchas ocasiones la práctica del sexting suele convertirse en una situación de ciberacoso, promoviendo una humillación pública y consecuencias devastadoras, como suele ser el suicidio”.
Con los primeros datos obtenidos se ha realizado una depuración de las preguntas elaboradas para poder realizar un estudio completo sobre si ha habido cambios entre la situación de confinamiento domiciliario y la nueva normalidad. En la investigación también se han basado en estudios previos que les permitan interpretar cómo el intercambio de contenido sexual o el visionado de pornografía puede afectar más negativamente las chicas que en los chicos. “La falta de educación sexual está llevando a que los y las adolescentes creen su ideario sexual a través del consumo del material que visualizan en las redes sociales. Se está viendo cómo los adolescentes consideran prácticas sexuales violentas como sus fantasías sexuales. La asociación del papel sumiso de la mujer en el sexo hace que en muchas ocasiones acepten esas fantasías sexuales de los chicos que no les generan placer. De este modo volvemos a observar en la pornografía la reproducción de los estereotipos de género existentes en nuestra sociedad”, argumenta Moreno.
Otro de los datos más elocuentes es que el 28,6 % de los adolescentes se ha descargado durante esta situación de crisis sanitaria aplicaciones para ligar. Los más jóvenes han aprovechado el confinamiento para buscar otras herramientas de ligoteo.
El éxito de las ‘apps’ para ligar
Levanta la cabeza ha hablado con chicos y chicas que utilizan estas apps para conocer cómo las utilizan. Hemos constatado que el teléfono móvil ha pasado a ser una nueva extremidad de nuestro cuerpo y, también, un trozito de nuestro corazón y nuestros institntos.
Sí. No. Este sí, este no. Déjame dudar. Voy a mirar su foto. Analizo sus 500 caracteres. Deslizo a la derecha, me gusta. Ahora le doy a la izquierda, siguiente. Si me devuelve el ‘like’ podemos empezar a hablar. Geolocalización por aquí y un “hola, qué tal” por allá. Compramos en Amazon, buscamos casa en Idealista, graduamos las gafas online, organizamos las vacaciones con Booking y ligamos a través de Tinder, Meeting, Badoo y Happn.
Los adolescentes y la población joven tienen relaciones efímeras y virtuales. Las declaraciones de amor ya no se hacen mirando a los ojos. Ahora con tener un chat, un perfil en una red social o una webcam, Cupido ya hace su función. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) realizó un estudio en febrero, justo antes de declararse la pandemia de la COVID-19, con el objetivo de determinar cuáles eran las mejores aplicaciones para ligar y saber si de verdad eran efectivas o no. Una de cada diez personas que utilizan estas apps se pasan “más de dos horas diarias delante de la pantalla esperando a que Cupido les dispare con sus flechas del amor”. El 43 % de los usuarios utilizan estas herramientas para ligar semanalmente y un 30 % lo hace a diario.
Con más de 2.000 usuarios como participantes, la respuesta fue clara: sí, las apps funcionan. Y así nos hemos convertido en el país europeo que más liga por Internet según datos revelados por Google. A nivel mundial, España solo es superada por Estados Unidos y Brasil. Según la OCU, el top eleven de las aplicaciones de citas es este: Tinder, Plenty of Fish (POF), Adoptauntio, Loovo, Grindr, Wapa/Wapo, Badoo, Happn, Twoo, Edarling y Meetic.
El riesgo es que el uso saludable de estas fórmulas para el amor se transforme en situaciones desagradables: Uno de cada tres usuarios ha recibido insultos, un 24 % comentó haber sido acosado mientras chateaba –en el caso de las mujeres sube este porcentaje hasta el 33 %–, un 9 % fue víctima de intento de extorsión y uno de cada tres se sintió frustrado o rechazado.
Hablemos de Tinder
Es la primera en el ranking. En febrero de este 2020 las citas online parecían muy populares en esta aplicación. De la población total, un 5 % de las mujeres y un 9 % de los hombres tenían Tinder. Con cifras proporcionadas por Netquest, se estimaba que los usuarios que más se descargaban la aplicación eran jóvenes de entre 20 y 24 años. Pero llegó el coronavirus, el confinamiento domiciliario y pese a esto, el uso de aplicaciones para ligar se disparó. La tecnología servía una vez más de tabla de salvación para aprender a canalizar el deseo y crear desde cero nuevas formas de vivir la sexualidad. La pantalla y el ingenio han sido las alternativas a la abstinencia. Tanto es así, que Tinder creció un 94 % entre los menores de 35 años durante el estado de alarma.
Hemos charlado con algunos usuarios, mayores de edad, sobre estas aplicaciones. Y parece que todos lo llevan más o menos bien. “Antes la gente ligaba de fiesta y ahora la fiesta ya no está. Ahora te entra el “gusanillo” de saber qué hay y las personas que nunca se habían planteado descargarse una aplicación para ligar se lo están tanteando. Al estar “encerrados” también estamos más aburridos y nos entra la curiosidad”, detalla Pablo (24 años) que se descargó Tinder en marzo. También añade que su motivación era por el cotilleo: “Si veo a alguien que me parece interesante le pido su Instagram y hablamos. Es verdad que utilizar ahora estas aplicaciones me parece un poco irresponsable porque puedes quedar con gente que no es de tu círculo cercano y si lo piensas, ojo cuidado”. Para Paula (21 años), su principal motivación a la hora de descargar Tinder era la de ampliar su círculo de amistades. “Yo he vivido en diferentes ciudades donde no conocía a nadie, y este tipo de aplicaciones me han permitido hacer planes, ampliar mi red de amigos y conocer a otras personas.
Es verdad que estas apps tienen un objetivo claro, ligar; pero no es obligatorio que pase algo más. "Para mí ha sido una oportunidad para empezar a hacer mi vida en otra ciudad”. Javier (23 años) se descargó Tinder y Grindr cuando empezó la universidad. “Yo he utilizado más Grindr y creo que así puedes conocer a mucha gente y ampliar tus amistades, pero, al final son para lo que son y acabas teniendo las mismas conversaciones con todo el mundo: “Hola, hola, qué tal, bien y tú, qué edad tienes y qué haces” y eso cansa. Con pocas personas vas a más. Los jóvenes no tenemos tan arraigado el hecho de decir: “quiero tener mi pareja y mi estabilidad sentimental con una persona”. Este tipo de aplicaciones te sirven para decir: “hoy estoy cachondo y quiero quedar con esta persona porque busca lo mismo que yo”. Las aplicaciones de este tipo tienen tanto éxito porque siempre vas a tener alguien ahí”. Alberto (22 años) se descargó Grindr cuando llegó a Madrid. “En estas aplicaciones hay que tener cuidado porque hay mucho mentiroso, hay perturbados y hay personas que te pueden hacer un catfish –hacerse pasar por una persona que no es–, así que hay que andar con pies de plomo, y más ahora en esta pandemia. Puedes quedar con una persona y esa persona haber quedado con otra y si lo piensas, igual que te pueden pasar una ETS, te pueden pasar la COVID. Yo en cuarentena y en esta situación utilizo estas aplicaciones para entretenerme en casa”. Alberto también explica cómo se ha normalizado el uso de estas apps en los últimos años. “Antes, tener estas aplicaciones descargadas en tu móvil era un tabú. Yo soy de un pueblo y decir allí que tenía Tinder creaba un ambiente de prejuicios y comentarios despectivos que no pasaba con mis amigos de la ciudad. Ahora creo que cada vez se está normalizando más su uso y cada vez más gente se las está descargando”.
Pero no todo es efímero. En estas aplicaciones también surgen relaciones duraderas y estables. Rodrigo (24 años) conoció a Santi (23 años) en 2017 a través de Tinder. “Nos intercambiamos likes y la aplicación nos abrió un chat para poder hablar. Empezamos a entablar conversación y nos dimos cuenta de que teníamos amigas en común. La cosa siguió hasta que quedamos un día y aquí seguimos. Cuando la relación fue más en serio, los dos nos quitamos la aplicación”, explica Santi.
A pesar de esta normalización entre la juventud, los principales peligros del uso indiscriminado de las redes para ligar están en los adolescentes. Un reciente informe de Save the Children, presentado a finales de septiembre, aseguraba que el 13 % de los adolescentes entre 13 y 17 años ha entrado en contacto a través de internet, al menos una vez, con una persona que no conoce con fines sexuales. “La violencia virtual es tan real y dañina como la física. Que un adulto contacte con una adolescente, engañándola para que le envíe material sexual, ataca la libertad e integridad de quien lo sufre.