Conocimiento compartido. La pandemia ha puesto sobre la mesa el brillo de los buenos gestos, la solidaridad y la ayuda vecinal. Puede que la angustia global sea un hecho, pero también lo es que científicos de todo el mundo trabajan a contrarreloj, y conectados, para lograr frenar la expansión del virus y encontrar una vacuna lo antes posible. El pasado 29 de mayo, la Organización Mundial de la Salus (OMS) hizo un llamamiento a gobiernos, autoridades sanitarias, instituciones académicas y científicas para lograr un “acceso global equitativo a las tecnologías de salud de COVID-19 a través de la combinación de conocimiento, propiedad intelectual y datos”. Sólo podremos detener al virus si compartimos las pruebas de detección y rastreo, los tratamientos farmacológicos y las vacunas (cuando lleguen). A las pocas horas, más de 30 países y múltiples socios internacionales mostraron su apoyo al COVID-19 Technology Access Pool, un repositorio de acceso a todo tipo de tecnologías contra el coronavirus de manera gratuita o a precios asequibles para todos.

La idea es que sea un banco de patentes, voluntario y solidario, donde la comunidad científica pueda compartir todos los datos y avances, y desde donde se pueda acelerar el descubrimiento de vacunas, medicamentos y otras tecnologías a través de la investigación abierta. Entre los países europeos que han firmado su apoyo a esta iniciativa se encuentran, por el momento, Bélgica, Luxemburgo, Noruega, Portugal y Países Bajos.

La OMS ha pedido a gobiernos y empresas que promuevan la innovación, eliminando barreras y facilitando el intercambio abierto de conocimiento, datos y propiedad intelectual. Al mismo tiempo, pide que los resultados de las investigaciones realizadas con fondo públicos sean asequible, disponibles y accesibles a escala mundial; y que las patentes de cualquier tratamiento, diagnóstico, vacunas o tecnología contra la COVID-19 sean entregadas al Medicines Patent Pool, organización respaldada por Naciones Unidas que facilita el acceso a medicamentos vitales a países con ingresos bajos o medios.

La acción común está siendo clave para luchar contra el virus SARS-CoV-2. A mediados de abril, 70 científicos, médicos, financiadores y legisladores se unieron en la denominada Covid-19 Clinical Research Coalition para acelerar la investigación en aquellos países donde el coronavirus puede provocar más muertes. Los firmantes aseguraron en la revista The Lancet que muy pocos tratamientos y vacunas se están probando en África, Latinoamérica o Sudeste asiático.

Algunos ejemplos ocurridos en España han puesto de manifiesto la importancia de la colaboración. En la Unidad de Cultura Científica de la Universidad de Burgos (UBU) se les ocurrió fabricar viseras protectoras y para ello tuvieron que poner en contacto a empresas tecnológicas, makers, y después, para su distribución en hospitales, a Protección Civil, Cruz Roja y Guardia Civil. Y para esa actuación conjunta y rápida se sirvieron de un sistema basado en inteligencia artirficial y big data.

El proyecto AI.RE quizá haya sido el más emblemático de la lucha común contra la pandemia cuando llevábamos pocas semanas con el coronavirus conviviendo entre nosotros. Científicos, impresores 3D, diseñadores informáticos, neumólogos, entre otros especialistas, se conectaron para fabricar respiradores ante el colapso de los hospitales por la llegada de cientos de contagiados.