En esta primeras líneas no verás la palabra tecnología en ningún sitio. Solo será un listado de títulos de libros que describen con puntería de quién estamos hablando. ‘Yo, precario’, ‘Hijos del Sur’, ‘La farsa de las startups’, ‘El Profeta’, ‘Yo, charnego’ y ‘La generación Like’. Javier nació en la localidad gaditana de Jérez de la Frontera aunque vive en Barcelona. Es diplomado en Turismo pero sabe un montón de eso que llaman 'contar historias'. Es capaz de escribir en una revista de marketing, en otra de fútbol o en una especializada en política. Javier López Menacho tiene pinta de no parar –por gusto o por obligación– y ahora se ha metido en un buen lío: intentar explicar a los demás cómo convivir mejor con la tecnología. Prometimos no hablar de ella pero es imposible.

López Menacho es el autor de La generación Like. Guía práctica para madres y padres en la era multipantalla’ (Ed. Catarata, 2021). Hemos hablado con él para que nos cuente por qué ha escrito está guía y ha decidido regalarnos 15 consejos para mejorar en la convivencia digital.

“Soy una persona inquieta, idealista y con un sentido muy presente de la justicia social. Y creo que eso configura mi obra como escritor y le da, a su manera, sentido a mi presencia en el mundo”. Especialista en comunicación digital y docente, en su último trabajo trata de aportar ideas para mantener una vida más saludable en la era de las pantallas.

Los adultos están preocupados, se quejan del uso abusivo de las tecnologías por parte de los menores, pero no son muy autocríticos con el uso que hacen ellos y con la falta de conocimiento de cómo y para qué utilizan sus hijos las pantallas. ¿Hacia dónde vamos?

Todas las personas estamos aprendiendo a convivir con la tecnología. Las pantallas en el ámbito familiar son algo bastante nuevo si atendemos a la historia de la humanidad. Internet ha llegado a nuestras vidas hace apenas treinta años. En el libro, propongo una autoevaluación para adultos, pues al final se trata de las mayores influencias para niños y adolescentes. Acercarnos desde la culpabilización y la desconfianza a las nuevas generaciones es un error, muchas veces inducido por el desconocimiento. Las nuevas generaciones son, por lo general, sanas, creativas, cautas y autoconscientes, pero como todas, necesitan buenos referentes. Que usen mucho la tecnología no tiene por qué ser malo, el tema central es cómo y para qué la usan. De hecho, la mayor parte de cosas malas que hay detrás de la tecnología no proviene de adolescentes, sino de adultos.

Y encima llega la pandemia y desencadena muchas realidades tecnológicas.

La pandemia ha acelerado todo el proceso de digitalización y ha tenido a las pantallas como grandes aliadas en términos comunicativos, librando del aislamiento a muchas personas. Por otro lado, corremos el riesgo de que haya generaciones que han pasado excesivo tiempo en el ámbito digital, fomentando su dependencia y promoviendo trastornos asociados a las tecnologías. Para esto es fundamental que los padres y las madres eduquen en la vida más allá de la red, que fomenten otro tipo de actividades en casa y en el entorno urbano y rural, que mostremos un poco al niño que fuimos las generaciones anteriores. Que lo esencial, al final, está fuera de la pantalla. La pantalla no abraza, no llora y no sonríe.

¿Al final vamos a pagar caro querer ser seres multitarea y multipantalla?

Depende de nuestra madurez como sociedad, eso va a depender mucho de cómo afrontemos la vida pospandémica y cómo reorientemos nuestra convivencia con la tecnología. En la actualidad hay una gran contradicción, nos pensamos en clave multitarea pero cada vez se nos pide más especialización en tareas concretas a nivel profesional. Queremos estar en todos lados, pero necesitamos atención concreta para tener experiencias diferenciales. No se puede estar en todos sitios. Tenemos que aprender a elegir. Y elegir también es renunciar.

Por otro lado, es importante que recuperemos nuestra voluntad de atención. Llevamos años dejando que terceros manejen nuestra atención, muchas veces llevándonos a su terreno. Tenemos el reto de recuperar esa atención y centrarla en los temas importantes que nos definen como personas y sociedad.

¿Cuál es tu relación con la tecnología?

Estrechísima. Soy un ser muy digital, con todo lo bueno y malo que conlleva. Mi profesión me genera muchas veces tecno-dependencias indeseadas. Por ejemplo, es difícil imaginar mi vida laboral sin LinkedIn, sin Teams o incluso Outlook. La fascinación tecnológica muchas veces me ha llevado a crear malos hábitos a nivel personal que intento corregir poco a poco. Al final es un proceso constante, de entrenamiento del autocontrol y desarrollo de buenas praxis. Como siempre digo, a la tecnología ni la mitifico ni la demonizo, está ahí y quiero que sea parte de mi vida, pero que no se convierta en ella.

¿Cómo convencer a los padres para que cambien, ellos también, de hábitos digitales?

Este libro no trata de convencer, invita a una profunda reflexión y revisión de nuestros hábitos, una manera de fundar una nueva cotidianidad. Creo que está más destinado a padres y madres que, digamos, hayan podido alertarse por el documental ‘The social dilema’ y quieran pautas y consejos para tratar la convivencia con las pantallas. Este libro pretende ser un espacio de encuentro, en el que figuren datos y tendencias de interés, y, por otro lado, proporcione consejos prácticos.

Agradecemos la amabilidad a Javier y a continuación os dejamos 15 útiles consejos para mejorar en convivencia digital. Todos ellos aparecen en ‘Generación Like’ y, como reconoce el autor, “no son infalibles, pero constituyen buenas prácticas que, en suma, nos ayudan a una mejor convivencia digital:

  • Dejar de lado el móvil cuando realizas deberes o estás estudiando

Los adolescentes tienen el móvil cerca mientras se hallan inmersos en otras actividades. En esta es una época con muchas alertas activas y mensajería instantánea a la orden del día, hemos bajado el tiempo que podemos permanecer realizando una misma actividad. Cuando inicies tu tiempo dedicado a los deberes o al estudio, el móvil debe permanecer en otro emplazamiento físico y solo atenderlo ante situaciones de urgencia.

  • Reuniones sociales sin móvil ni otras pantallas

Para evitar reuniones con “personas ausentes”, algo desafortunadamente habitual, lo mejor es concretar un espacio para dejar los dispositivos móviles “descansando”, fijar un tiempo de desconexión y disfrutar de la reunión como si viviéramos treinta años atrás.

  • Conocer qué aplicaciones están utilizando tus hijos y con qué fin

Uno de los mejores hábitos que puedes desarrollar con tus hijo es establecer un pacto de transparencia. Que sean ellos quienes te enseñen las aplicaciones que utilizan y te expliquen por qué y para qué.

  • Dominar el nivel de seguridad y privacidad de los dispositivos

Del mismo modo que conoces las aplicaciones que usan los adolescentes, también cabe conocer las condiciones de seguridad y privacidad del dispositivo, e instalar, si es necesario, herramientas que garanticen las buenas prácticas en el dispositivo.

  • Concienciar sobre el concepto de privacidad y el uso consciente de la cámara

Debemos advertir que las fotografías que subimos a algunas plataformas digitales pasan a ser propiedad de la plataforma, con lo que estamos perdiendo privacidad. Así mismo, mandar fotografías a terceros conlleva un riesgo, pues no controlamos el uso que pueden hacer de nuestras fotografías. ¿Fotografías? Siempre desde la responsabilidad individual, la garantía de la privacidad y la toma de conciencia.

  • Fijar límites de uso, tanto en cantidad de horas como en horario

Los adolescentes deben ser conscientes de cuándo están abusando del uso de la tecnología móvil. Consensuar un límite con respecto al número de horas y al horario en el que pueden usar sus dispositivos es una práctica que fomenta la autoconciencia y la responsabilidad individual. Especial énfasis debemos tener a la hora de fijar límites nocturnos, pues suelen causar trastornos de sueño. Es conveniente educar en que no se usen los dispositivos antes de ir a dormir ni en la cama, pues afectará a nuestra conciliación del sueño.

  • La separación física: Cargarlo fuera de la habitación

Al respecto del espacio físico donde “descansan” los móviles, otra práctica inteligente es situar las zonas de carga fuera del dormitorio y usar por las mañanas un despertador y no al teléfono móvil haciendo sus funciones. Esto evitará la excusa de que el móvil se tiene que cargar o te va a avisar de la hora de despertarse, para tener el dispositivo cerca.

  • Condicionar el coste del móvil y su mantenimiento al buen cumplimiento de las tareas académicas y domésticas

Es una asociación muy socorrida por padres y madres. Establecer una relación directa entre el coste del terminal y el buen desarrollo de sus tareas en el colegio y en casa. No es una técnica digital, sino más bien histórica. Los padres ya dejaban salir a la calle o practicar deportes o ir a la piscina si los resultados académicos eran correctos.

  • Convertirse en unos “healthy influencers”

Hoy día, uno de los grandes influencers de la vida de los adolescentes son sus padres, sus máximas figuras de autoridad. Realizar prácticas saludables a diario condiciona sus propias prácticas. Salir a la naturaleza, realizar actividades que cooperen con su entorno, fomentar el ejercicio físico o una dieta saludable, provocará que los adolescentes interioricen su práctica.

  • Proporcionar el móvil en la edad de maduración oportuna

En la medida de lo posible hay que intentar evitar la precipitación de proporcionar un móvil muy pronto, y solo hacerlo cuando los adolescentes ya han tomado conciencia, son capaces de distinguir sus ventajas y riesgos y actuar con la madurez suficiente a la hora de usarlo.

  • Durante los primeros años es mejor que sólo tenga conexión a Internet si hay ‘wifi’

El paso hasta tener un móvil con conexión a Internet ha de ser gradual y mediante una toma de conciencia de su enorme importancia simbólica. Los primeros años, con edades más tempranas, basta con que el móvil puede tener conexión solo a través de conexiones wifi y, más tarde, cuando el adolescente haya demostrado un uso adecuado del móvil, añadir conexión a Internet.

  • Configurar las notificaciones

El smartphone es un aparato que han diseñado multitud de expertos con la idea de robar tu atención. Una vez gozan de ella, intentan que permanezcas en el espacio digital que visitas, por lo que hay muchísima inteligencia detrás. De ahí ese ping, ese sonido, esa alerta que ya forma parte de nuestro paisaje social. Las alertas están a la orden del día, interrumpiendo lo que hasta ahora era el orden natural de los acontecimientos. Una buena práctica para tener un uso racional del móvil es silenciar todas esas notificaciones.

  • No te fíes de ti mismo. La voluntad no lo es todo

Aunque nos gusta sentir que somos seres autónomos y elegimos nuestros designios, lo cierto es que el ser humano está sometido a miles de elecciones diarias, y de alguna manera, nuestra voluntad puede ser maleable y condicionada por agentes externos. Hay mucha inteligencia colectiva detrás del funcionamiento del móvil, un cúmulo de conocimientos casi inabarcable, y detrás de cada una de nuestras reacciones hay un informe de comportamiento de usuario, un equipo de estrategas y una marca explorando cómo puede ser más rentable.

  • ¿Por qué y para qué usamos el móvil?

¿Qué buscamos satisfacer con cada consulta? ¿En qué nos beneficiamos cada vez que chequeamos nuestro terminal? ¿En qué nos perjudica? Tomar autoconciencia es fundamental, transmitir esa autoconciencia también. A la hora de hablar con los más jóvenes, es fundamental explicar que una dependencia excesiva del móvil no trae buenas consecuencias. Vale la pena incidir en la idea de que son personas más allá de lo digital y que tienen la posibilidad de elegir qué quieren ser al margen de las tendencias en la red.

  • Separa lo importante de la red

Un ejercicio que contribuye a las buenas prácticas es separar lo importante de las redes sociales, la mensajería instantánea o la conversación en red. Muchas veces, el tono, el lenguaje gestual, la ironía o la broma no se capta en el entorno online y es mejor tratarlo en persona. Existen planos indicados para cada tipo de conversación. Es recomendable saber diferenciar las conversaciones que resultan mejor tratar de forma presencial.