La lucha por una tarifa plana en 1998 hizo que se organizasen numerosas personas para crear una asociación sin ánimo de lucro que llevaría por nombre Internautas (AI). Veintidós años después, la Asociación Internautas asesora a los socios, ofrece información sobre las últimas actualizaciones en materia de derechos en Internet y brinda un amplio abanico de opiniones de expertos sobre tecnología. Desde hace un año la preside Ofelia Tejerina, miembro del Comité de expertos de Levanta La Cabeza, con una trayectoria profesional centrada en abogacía e innovación tecnológica. Moderado por Mario Tascón, el último de los directos en Instagram se ha centrado en privacidad y tecnología.
Si echamos la vista atrás, hasta el mes de febrero, el teletrabajo en España no era una fórmula laboral muy extendida. Pero todo cambió desde el estado de alarma y la sociedad se tuvo que confinar en sus hogares para evitar la propagación del coronavirus. “Se habla de teletrabajo desde el 2003. No es tan novedoso como parece, pero ahora hemos tenido que saltar a la piscina después de que nos diesen un empujón tremendo”, explica Tejerina. “Y nos hemos dado cuenta de que esta forma de trabajar es mucho más productiva y útil, aunque a veces no pueda paliar lo presencial”.
De la mano del teletrabajo han llegado las dudas sobre su seguridad. ¿Es lo suficientemente confidencial? ¿Mi actividad es privada? ¿A qué nuevos peligros nos enfrentamos? La presidenta de la AI recalca la necesidad de mantener un acuerdo importante con el empresario. “Si el empresario te ha dado un ordenador y te paga la conexión a internet, está en todo su derecho de tener un control de tu productividad. En el estatuto de los trabajadores está recogido. Pero, por otra parte, los trabajadores tienen su derecho a la privacidad, por eso es importante crear un acuerdo. Es como si la empresa te deja un coche corporativo. ¿Lo voy a utilizar de forma personal? No se entendería. Ahora bien, si tú tienes un pago en especie y tienes permiso para utilizar ese coche en determinadas cuestiones personales, pues adelante”.
¿Y cómo sé si la Red de mi domicilio es segura para trabajar? ¿Qué pasa si hackean mi ordenador con datos confidenciales de la empresa? Una de las respuestas está en que el empresario tiene que facilitar un protocolo de seguridad. “La clave de tu wifi es esencial. No pongas de contraseña 1234 o “mi casa”. Restringe el acceso a tu ordenador a las personas con las que puedas convivir. Ten distintos usuarios, y obviamente instálate un antivirus y mantenlo actualizado”, argumenta Tejerina. “Además, si tratas información de carácter sensible, es mejor que esté cifrada. Hay cosas que podemos hacer nosotros mismos, pero la responsabilidad del empresario es formar a sus empleados”. Y todo esto, sin olvidar el derecho a la desconexión. “Hay que reforzar la legislación en la limitación de la responsabilidad. Los trabajadores tienen que seguir unas pautas para evitar ciberataques y trabajar de forma segura. Es su responsabilidad. Pero, también tenemos derecho a desconectar de nuestro trabajo. Si no estoy en mis horas de trabajo, no tengo por qué acceder a mi empresa y a lo mejor ocurren cosas impredecibles, como un ciberataque imposible de controlar por el empleado. Ahí también tiene que haber responsabilidad interna de la empresa”, detalla Ofelia Tejerina.
El rastreo planetario ya está en marcha. Las nuevas aplicaciones para controlar los contagios son la nueva realidad. Aunque aseguran que el intercambio de información será encriptado y anónimo, queda el atisbo de duda sobre si vamos a estar controlados constantemente con la geolocalización. “Creo que hay pautas de privacidad que se están estableciendo bien, pero ¿de verdad estas aplicaciones son útiles? ¿Sirven para paliar la pandemia?”, se cuestiona Ofelia. “Si yo voy por la calle con guantes, gel, mascarilla y mantengo la distancia de seguridad lo máximo posible, las posibilidades de un contagio estoy segura de que minimizarían un 80 %. Estamos en una crisis sanitaria, ahora prima mi derecho a la salud sobre mi derecho a la privacidad, pero hay que medir las utilidades. Hay que ser sensatos, las aplicaciones puedes ser útiles, pero tienen que tener límites tecnológicos y límites sobre la privacidad”.