Las noticias falsas se difunden más rápido y llegan a más personas que las informaciones verídicas. Es más sencillo darle al botón de compartir y difundir aquello que te ha llamado la atención que investigar si la fuente es fiable o si la información está contrastada. Las redes sociales han fomentado que se propaguen las fake news solo con un clic. Según la investigación más extensa publicada por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), que analizó 126.000 noticias desde 2006 a 2017, las noticias falsas se retuitean, de media, un 70 % más que las verídicas. La difusión de este tipo de noticias es un fenómeno que crece más que nunca cuando hay momentos de alto interés informativo. Como el de ahora, cuando estamos rodeados de información sobre el coronavirus y sus consecuencias, cuando el grupo Anonymous difunde acusaciones a troche y moche, o cuando las protestas presenciales y virtuales en numerosos frentes aumentan en Hong Kong o EE.UU. El coronavirus ha facilitado las fake news y la infodemia. A pesar de la voluntad de gigantes de las redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram, un estudio denuncia que no toman ninguna medida contra 9 de cada 10 noticias falsas reportadas por los moderadores. Y es que a la hora de esparcir noticias falsas, hay auténticos profesionales.

Seguro que esta semana hemos recibido por WhatsApp algún vídeo de una información que ha acabado desmintiéndose, hemos visto en nuestro feed de Twitter cómo se descontextualizaban noticias, o cómo se hacían virales imágenes y vídeos de hace años para que pareciesen que ocurrían en estos momentos. ¿Y quién se encarga de hacer que esas informaciones erróneas persistan en el tiempo? Una explicación estaría en las personas mayores de 65 años. Nadia Brashier, becaria de postdoctorado del Departamento de Psicología de la Universidad de Harvard, ha realizado un estudio, ‘Current Directions in Psychological Sciencie’, donde expone las explicaciones por las que los adultos mayores comparten información errónea en línea con mucha más afluencia, hasta siete veces más, que las personas más jóvenes. “Las disminuciones cognitivas no pueden explicar completamente el compromiso de los adultos mayores con las falsas noticias. Aunque olviden dónde aprendieron la información, la fluidez permanece intacta y el conocimiento acumulado a lo largo de décadas les ayuda a evaluar las reclamaciones”, explica Brashier. “Además, los adultos mayores son relativamente nuevos en las redes sociales y pueden tener dificultades para detectar contenido patrocinado o imágenes manipuladas. La edad adulta tardía también implica cambios sociales que influyen en una mayor confianza, dificultad para detectar mentiras y menos énfasis en la precisión al comunicarse”.

Otra de las claves para entender por qué las personas mayores tienden más a difundir noticias erróneas está en la alfabetización digital. Brashier argumenta que “si las plataformas quieren centrarse en cómo los usuarios de mayor edad difunden información errónea, tendrán que analizar cuidadosamente las relaciones interpersonales y la alfabetización digital”. En el año 2016, con las elecciones de EE.UU. que dieron la victoria a Donald Trump, Pablo Barberá, del London School of Economics, publicó un artículo donde analizaba cómo las personas de edad avanzada, junto con la ideología conservadora, eran los factores principales que aumentaban la propagación de información errónea. A la misma conclusión llegaron Andrew M. Guess, Brendan Nyhan y Jason Reifler al afirmar que los estadounidenses mayores de 60 años tienen muchas más posibilidades de haber visitado web con noticias erróneas durante esa campaña electoral.

A estos motivos, también se suma la tardía llegada de la tercera edad a Internet que los hace más propensos a caer en trampas con titulares sensacionalistas. Por eso, es importante que desde asociaciones de pensionistas y jubilados, centros de día se ofrezca formación para iniciarse en el mundo de la informática. Como explican Erika González y Nazaret Martínez, de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada: “Algunos informes nos revelan que un escaso porcentaje de personas entre los 65 y 74 años se habían conectado en los últimos tres meses a internet, lo que nos muestra que existe una gran brecha digital intergeneracional”.